Néstor Padullés es reconocido por toda la comunidad agrícola por sus aportes al mejoramiento del cultivo de la soja, que realizó desde su puesto de trabajo en el INTA Marcos Juárez. En 1984 fue quien anotó una de las primeras variedades de ese cultivo. Pero no será esa historia ni su visión sobre la agricultura el motivo de esta nota que realizamos con el investigador en el último congreso de Aapresid.
En un intervalo de ese encuentro de la vanguardia agrícola local, Padulles mostró a Bichos de Campo su emoción porque venía de participar de un hecho único: a los 73 años, había participado junto a muchos otros ex alumnos y docentes de la IPEA 209 “Domingo Faustino Sarmiento” de los 60 años desde su fundación. El encuentro fue completo, porque el acto contó con al menos un representante de las 56 camadas de egresados que salieron de dicho establecimiento.
Este es el resumen que preparó el colegio:
El colegio -que ahora recibe a unos 40o estudiantes- se creó en mayo de 1962 y Padulles comenzó el secundario en 1963. Es decir que, junto a 15 compañeros, formó parte de la segunda promoción de alumnos. Recuerda que en sus orígenes esa escuela se llamó Bachillerato Técnico número 1, “porque realmente fue el primero de su tipo que hubo en la provincia de Córdoba.
“Fue realmente un evento cargado de emotividad. Esa escuela siempre tuvo internado. Yo fui externo, porque soy de Marcos Juárez. Pero los internados, en esos tiempos de la adolescencia, tienen una vivencia especial para con la escuela”, relató el agrónomo.
-¿Entonces había uno o dos representantes de cada promoción, las 56 promociones? ¿Desfilaron una detrás de la otra?
-Bueno, lo hicimos, tocaron el timbre, hicieron la formación de todos en el patio. Éramos más de 500 personas.
Mirá le entrevista completa con Néstor Padulles:
Aquel domingo que quedará en el recuerdo hubo un rico almuerzo, risas, cargadas y abrazos. Muchos reencuentros. El propio Padulles se encontró con algún ex camarada al que había perdido de vista durante muchas décadas. Se llama Alfredo David Colet y vive en San Luis.
El detalle es que todos los ingredientes para el locro compartido fueron producidos por los alumnos de la propia escuela, que siguen realizando prácticas agropecuarias como aquellos del primer día. “Parece una frase hecha, pero que se aplica en todos estos casos: se enseña con la palabra y se educa con el ejemplo”, reseño Néstor.
-¿Qué le agradeces a la escuela técnica como modelo de educación y de formación?
-Obviamente uno tiene un cuna de chala, en el sentido de que es hijo del chacarero. Pero lo que uno más le agradece es la formación humana, y la formación también agronómica. Después, por suerte, estuve desarrollando mi actividad profesional en el INTA, que está al lado. Incluso tuve colaborando como profesor en alguna materia. Pero lo que más le agradezco es el sentido de trabajo, compañerismo, tesón, dedicación y amor por la agricultura.