“El secreto para todos los productores del país es que se unan con otros y se dejen de joder con producir materia prima”, enfatiza Remo Vénica en una charla con Bichos de Campo.
Con 80 años de vida, reconocido por fundar en el norte de Santa Fe el proyecto familiar Naturaleza Viva, que desde 1987 ha sido lejano precursor de la producción agroecológica en el país, la definición de este hombre no puede ser comprendida sin conocer su pasado militante en las Ligas Agrarias en los años 70, su refugio en medio del monte chaqueño, su exilio en Europa, y sobre todo su historia de amor con Irmina Kleiner, una misionera que lo acompañó en todo este proceso. Hay un libro (Monte Madre, de Jorge Miceli) y una película (“Los del Suelo” de Juan Baldana) dedicados a contar mejor “esta historia de amor y lucha”.
Mirá la entrevista completa acá:
A principios de los años 70, y hasta que la dictadura militar arrasó con todo, las Ligas Agrarias se constituyeron como un movimiento campesino y de productores rurales que tuvo su epicentro en la provincia de Chaco, en torno primero al cultivo del algodón, y que se extendió hacia las provincias de Misiones, Corrientes, Formosa y el norte de Santa Fe. Remo fue un joven dirigente de esos grupos, y en el marco de una capacitación que dio junto a otros militantes en Misiones, conoció y se enamoró de Irmina. De ahí en más sería su compañera, en las buenas y en las malas.
“Fue un movimiento de los más grandes de América Latina. Fue un movimiento de masas. Si bien había grupos en distintos distritos, cuando había una reunión se juntaba el conjunto de la comunidad, sean 100, 200 o 300 familias”, recordó el productor y referente agroecológico, que había crecido en la localidad de Guadalupe Norte, unos kilómetros más allá de Reconquista, en el norte provincial. En su juventud, allí era todo algodón y algo de caña de azúcar.
En las Ligas Agrarias se discutía obviamente la cuestión de la pobreza rural y el incipiente éxodo de campesinos hacia las grandes ciudades. Se caracterizaban por realizar movilizaciones importantes, de hasta 15.000 personas en algunas oportunidades. Sin embargo, el Proceso de Reorganización Nacional que se extendió de 1976 a 1983, y aún antes de eso, con la Triple A, exterminaron todo rastro de ese movimiento.
“Luego de la muerte de Perón, nosotros tuvimos que escapar a principios de 1975. Fue en el marco de una razia que estaban haciendo, donde ya habían detenido a otros dirigentes. Nos fuimos a la cada se unos campesinos porque los teníamos encima, nos estaban esperando en nuestra casa. Allí estuvimos varios meses ayudándoles con la huerta, el carbón y otras actividades”, relató Irmina sobre su primer refugio, en el medio del monte, entre Santa Fe y el Chaco.
Durante cuatro años el matrimonio habitó los cañaverales, donde incluso nació su primera hija. Las dificultades sin embargo los obligaron a resguardarla con una familia amiga. A pesar de esos sufrimientos, “fueron años de permanente contacto y descubrimiento de cosas extraordinarias en la naturaleza. No tuvimos ningún problema”, afirmó Remo, mientras el matrimonio muestra una colmena de avispas que les permitió incluso alimentarse por algunos días en medio del monte.
En el año 1979, con el golpe de estado ya consumado, debieron exiliarse en Europa, hasta que en 1983 retornaron al país con el regreso de la democracia.
A su regreso, y con el objetivo de reinsertarse en la sociedad, el matrimonio volvió a las bases en un campo que fue propiedad del padre de Remo. Sin saberlo, esa tierra poco productiva se convertiría en una piedra basal de todo el actual movimiento agroecológico argentino. El modelo ya lo contaremos más en profundidad en una próxima nota de la mano de Enrique, ingeniero agrónomo e hijo de Irmina y Remo, quien actualmente maneja el emprendimiento junto a uno de sus hermanos.
“Era un campo que venía de un trabajo de agricultura intensiva y continua. El suelo estaba agotado, las cosechas no rendían y no alcanzaba para cubrir gastos. Estaba endeudado. Había que hacer una transformación porque así no se podía seguir”, recordó Irmina sobre aquellos días, vueltos del exilio, con la obligación de sostener una familia.
Remo tomó las riendas de ese campo, teniendo siempre como norte aquello que durante varios años les brindó cobijo: el monte, la naturaleza. De allí el nombre de Naturaleza Viva.
“Nosotros somos medianos productores, con una tierra de menos de 200 hectáreas. Tenemos también alguna de las tierras que dejaron los pooles de siembra, que ya estaban hechas mierda. Nosotros las recuperamos en un vínculo con el productor”, explicó Remo, mostrando como incluso ellos han podido comenzar a regenerar campos vecinos con este modelo, que apunta básicamente a la producción de leche en un tambo, para alimentar una fábrica de quesos; de girasol para la producción de aceite, y de cereales diversos para la producción de harinas. Todo sale con marca de allí, directamente a una red de consumidores que piden sus productos.
“No producimos materia prima porque ya nos han jodido tantos años cuando nos compran y exportan, que decidimos producir alimentos. Producimos entre 500 y 700 toneladas de alimento por año: queso, harinas y aceites fundamentales. Después vienen otras cosas: pan, galletitas, alfajores, ya en menor escala”, explicó el veterano productor, que ahora -con mayor tiempo para investigar otras cosas- está construyendo un pequeño gran laboratorio para estudiar los efectos benéficos de las plantas sobre la salud.
-¿Lograron regenerar el suelo del campo familiar?- le preguntamos a Remo.
-Recuperamos el suelo y por suerte hoy mis hijos también trabajan acá. Uno de ellos es ingeniero agrónomo que está encargado del tema del suelo, el tambo y los procesos industriales, optimizando esas cuestiones y logrando suelos de mayor potencia. Partimos de suelo de tres cuatro partes por millón de fósforo y ahora tenemos más de 30 partes por millón de fósforo, simplemente con modificar la estructura y no matar la vida del suelo. Esto es el gran descubrimiento que hemos hecho. Estamos dentro de las mejores tierras del planeta. Con el sistema tradicional de envenenar la tierra no hay ni una lombriz, ni un hongo, y ahora tenés 200 lombrices por metro cuadrado.
A continuación, Remo exclamó: “El secreto para todos los productores del país es que se dejen de joder con producir materia prima y que otros se llenen el bolsillo con el trabajo y esfuerzo del productor agropecuario. El productor tiene que unirse con otros como lo hicimos nosotros, o con los pueblos originarios. Acá hay más de 15 familias que trabajan en Naturaleza Viva para producir esto. Lo importante es la producción, la transformación, el comercio y el transporte”.
-Después de tanto sufrimiento y de etapas muy duras, ¿valió la pena acompañar a Remo?- le preguntamos a Irmina.
-Sí, totalmente. Fuimos realmente como un faro y esto fue una respuesta a lo que nosotros muchas veces nos preguntábamos. ¿Cómo fue posible que en determinadas situaciones no nos hayan detenido? Muchas veces nos pasó que en distintas situaciones zafamos, pudimos seguir adelante. ¿Por qué y para qué? Cuando vemos el desarrollo de un espacio como el de Naturaleza Viva, decimos que fue por esto que la vida nos cuidó.
Gracias bichos del campo por estás notas, no como otros medios que solo le importan los pules dan asco