El ex Ministerio de Agroindustria se arrogó la potestad de autorizar en el futuro las experiencias que involucren Microorganismos Genéticamente Modificados (MGM), así como desde hace años autoriza los ensayos con organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos. No es que no hubiera nada escrito en la materia todavía. Pero por la vertiginosa avanzada de estas tecnologías, había una suerte de “vacío legal” que era necesario aclarar, explicaron funcionarios de esa cartera.
La Resolución 5/2018 que se publica este lunes en el Boletín Oficial estableció que “las autorizaciones para la realización de actividades experimentales en condiciones controladas que involucren MGM, ya sea que se encuentren vivos o muertos y para ser utilizados con fines agroindustriales o en el contexto agropecuario, serán otorgadas en forma previa a su realización por Agroindustria”.
En los hechos, se trata de una renovación por completo de los procedimientos para la liberación experimental a campo, en invernáculos y boxes de bioseguridad, en condiciones controladas, de microorganismos genéticamente modificados. Es que la normativa previa databa del año 1992 y solamente hacía referencia microrganismos utilizados como vacunas veterinarias. La nueva, en cambio, se aplica a cualquier microorganismo de ADN recombinante de uso agroindustrial.
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Pero vamos a lo importante, ¿si ya teníamos un marco legal para regular los OGM, que caracho son los MGM?
Dice una definición inicial que “son organismos vivos cuyas características han sido cambiadas, usando técnicas modernas en laboratorios especializados para introducir genes que proceden de otras especies”. O sea, como los OGM, pero en chiquitito. Pueden ser un hongo o una bacteria a la que se le ha agregado por ingeniería genética otros genes con el fin de producir proteínas de interés industrial o bien mejorar ciertos rasgos, como la resistencia a plagas o la calidad nutricional.
En criollo, esto significa que empresas como Rizobacter (absorbida recientemente por Bioceres) o la estadounidense Indigo (que desembarcó el año pasado en el país) deberán también pedir permiso para hacer sus ensayos. El vacío legal que existía hasta ahora no las obligaba a hacerlo.
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La explicación oficial para reservarse el derecho a autorizar esos experimentos, incorporando los MGM a los OGM, indicó que “se advierte la necesidad de establecer una nueva normativa que actualice la anterior y a la vez contemple las nuevas tecnologías que han surgido en estos años y sus aplicaciones”.
Por eso, porque sabe que la ciencia ha avanzado al punto de poder modificar hasta microorganismos, es que el Estado quiere controlar “las distintas modalidades que pueden presentar los sitios en que se realizan las experimentaciones en condiciones controladas (a campo, en invernáculo, o boxes) atendiendo a las cuestiones de bioseguridad involucradas en los mismos”.
El artículo 2 de la Resolución, firmada por el secretario “William Andrew Murchison”, establece una serie de definiciones, o una suerte de diccionario, para entender el fascinante universo de los microorganismos de uso agropecuario, ya que al parecer hay varios tipos de MGM.
“Las responsabilidades emergentes de la autorización otorgada por la autoridad competente recaen exclusivamente en la persona del solicitante. La autorización otorgada no podrá ser objeto de transferencia, cesión ni enajenación por cualquier título”, añade el artículo 3 de la Resolución, que además aprueba un reglamento específico para solicitar las autorizaciones de Agroindustria y expone un formulario para pedir dichos permisos.