Ricardo Pettinaroli nació y vive en la ciudad de Chacabuco, al noroeste de la provincia de Buenos Aires. Es hijo de madre kiosquera y padre transportista. Cuenta que tenía facilidad para la biología y le gustaba la arquitectura. Pero como le gustaba el campo, y justo un hermano se acababa de recibir de ingeniero agrónomo, se decidió por estudiar lo mismo en La Plata, donde se recibió en 1996.
“Trabajé un año en Monsanto y en 1998 entré como promotor en Don Mario Semillas, donde trabajé 17 años. Allí me formé y me ayudaron mucho -cuenta-, pasé por todos los puestos comerciales hasta que me retiré como gerente de marketing para Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay”.
“A partir de que me fui de Don Mario pensé en hacer algo similar, pero en una escala más pequeña y vi que podría hacerlo solo -recuerda Ricardo-. Muchos amigos temían que la apuesta no me resultara y hasta mi familia me miraba de reojo. Pero era lo que yo sabía hacer, tenía el conocimiento del negocio, las relaciones con los técnicos, con los proveedores de semillas y una cartera de clientes a quienes yo sabía que mi nuevo negocio les iba a servir y me iban a acompañar”.
“Invertí lo que para mí fue mucho dinero y en 2016 creé Bioseminis SA. Inmediatamente registré la marca. Comencé licenciando una primera variedad de arvejas y las empecé a producir, las ‘Yams’, de grano amarillo, redondo, liso y brillante, perfectamente recomendable para todas las zonas de producción de Argentina. Es de genética francesa, tiene muchas virtudes y un excelente potencial de rendimiento”, asegura.
Ricardo dio detalles de su estrategia comercial: “Decidí manejarme como las semilleras lo hacen con la soja y el trigo. Entonces con mi equipo, desarrollamos una red de multiplicadores de semillas originales de arvejas para que empezaran a vender a los productores, porque el mercado de las arvejas era incipiente e informal en la Argentina”.
“Incorporamos la variedad Reussite y, al año, lo hicimos con Balltrap. Más tarde sumamos la Curling, todas amarillas, y finalmente, la Avirón, que es la única verde que tenemos. En total, 5 variedades. Las arvejas, además de dividirse en verdes o amarillas, también se dividen en invernales o primaverales. De las 5 que tenemos nosotros, 3 son invernales”, resumió.
“Somos los únicos que trajimos variedades de arvejas invernales al país, -afirma el ingeniero- las cuales son de ciclos más largos y por lo tanto, amplían las zonas de producción. Y esto nos da un plus en el mercado. Estamos inscribiendo variedades nuevas, como la amarilla Escrime, también invernal”.
Fue una estrategia adecuada. “Hoy somos la mayor empresa proveedora de semillas de arvejas de Argentina. En nuestro país no tenemos estadísticas precisas, pero estimamos que dos tercios de lo que se siembra de arvejas en el territorio nacional, se realiza con nuestras semillas. En el mercado de arvejas, somos referentes”, señala con orgullo el fundador de la semillera.
Ricardo se anima a pronosticar el futuro de la arveja en nuestro país: “No nos dormimos en los laureles, sino que vivimos organizando reuniones. Porque pensamos que la arveja va a dejar de ser una especialidad, para ser un ‘commoditie’. Cuando se haga conocida, podría llegar a crecer, sólo en la provincia de Buenos Aires, a 900.000 o 1.000.000 de hectáreas’, sin competir con la soja, el maíz o el trigo.
Además afirma que la arveja tiene dos ventajas a futuro: una demanda enorme por parte del mercado asiático, y en el mercado interno, un gran nicho para la alimentación animal, de aves, cerdos, vacunos en feed lots y para los balanceados de perros y gatos”.
El ingeniero chabuquense señala que el cultivo de arvejas no altera el volúmen de producción de los cultivos de verano, entrega el lote más temprano que otros cultivos de invierno y, tanto en sojas como en maíces tardíos, pueden hacerse sobre un lote de arvejas.
Prolongó los elogios a ese cultivo diciendo que “incluso puede reemplazar a los cultivos de servicios, ya que da una amplia ventana de cobertura del suelo, aporta nitrógeno al sistema, consume poca agua y además, brinda una producción en granos. Tiene tanta energía como el maíz y casi las mismas proteínas que la soja. No tiene aceites ni almidón como ésta y también se diferencia en que no necesita hacerse expeller para desactivarla, sino que directamente se come el grano de arveja”.
Pettinaroli agrega detalles de su estrategia comercial: “Le fuimos dando formalidad al negocio y cambiando la modalidad tradicional. Hoy, después de 7 años de arduo trabajo, hemos logrado ser la empresa con más multiplicadores de arvejas del país. Tenemos 20 multiplicadores desparramados en Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. El más importante es Kumagro, que vende y exporta semillas, y que en arvejas trabaja exclusivamente con nuestra variedad genética”.
Como le fue bien con la arveja, el ingeniero decidió sumar otros productos: “En 2018 empezamos de modo similar con trigos, a licenciar variedades. Sacamos la primera, Jacarandá, cuya primera venta fue en 2019. Este año estamos lanzando dos variedades al mismo tiempo, con la intención de competir con las primeras marcas: Sarandí, que ganó premios, y Álamo, a la que González Montaner colocó como variedad top”.
Ricardo se anima a decir que sus trigos, “en algunos casos, si no son mejores, pues están a la par de las variedades de las grandes empresas nacionales y multinacionales. El año que viene pensamos sacar otra variedad más. En trigo, tenemos una red de 15 multiplicadores, y con las nuevas variedades tendremos que incorporar 15 más. Ahora estamos incursionando en soja y otros cultivos. No teníamos campo y hace poco alquilamos uno chico para investigar”.
Actualmente la empresa se compone de 6 personas, más una contadora externa, Belén Arrizabalaga. Ricardo es el presidente y se encarga de la gerencia, pero no abandona su viejo oficio siendo un vendedor más.
“Tercerizamos algunas partes del negocio -se explaya el fundador de Bioseminis-. Nosotros vendemos la semilla original de arvejas y de trigo, pero no vendemos a productores sino a agentes multiplicadores o a comercios, que son quienes hacen la primera multiplicación y luego éstos les venden las semillas a los productores. Tenemos 3 o 4 empresas que nos hacen la producción y este año llegaremos a tener 6 o 7, las cuales nos van mejorando la calidad de las semillas, como la empresa ‘Agrar del Sur’, que nos hace ensayos de trigos y arvejas en Tandil”.
Ricardo hace un balance: “Como Pyme tenemos nuestras ventajas y desventajas. Las multinacionales tienen sus programas de mejoramiento y dependés de ellas. En cambio nosotros tenemos libertad de acción porque no tenemos compromisos con nuestros proveedores. El día que queremos cambiar por otro que tiene mejor material genético, lo hacemos. Esto no es ni mejor, ni peor, sino un modelo distinto. No nos da el cuero para investigar, porque eso requiere de una inversión de muchos años”, reconoció.
Culmina Pettinaroli: “No me puedo quejar porque, salvo la seca de este último año, hemos crecido permanentemente durante 5 años. La seca nos pegó por dos lados, porque nos bajó la recaudación y además nos dejó con pocos productos (semillas). De modo que postergamos un plan de acción para el próximo año, sobre todo de sumar a dos personas más, un gerente comercial y un vendedor más. Para ello, ya nos hemos puesto a agrandar nuestra oficina”.
“Laboralmente me considero un tipo feliz, porque hago lo que me gusta y de modo independiente. Podríamos crecer más rápido, pero lamentablemente nos frena la imprevisibilidad política actual de nuestro país, la imposibilidad de acceder a créditos con tazas lógicas, el marco legal de las semillas atenta contra el desarrollo de nuevas variedades”.