Victoria Szychowski insiste en mostrarnos el museo que inauguraron en 1997 porque la pone orgullosa el pasado. A ella, que está al mando de una de las principales empresas productivas de Misiones, le preocupan claramente las dificultades actuales del negocio de la yerba mate. Y hasta quizás le asuste el futuro. Pero ella sabe que en revisar las anécdotas del pasado estarán las claves para enfrentar cualquier adversidad que pueda llegar.
El museo que recorremos con Victoria lleva el nombre de su abuelo, Juan Szychowski. Pero la historia que quiere contarnos comienza una generación más atrás, con su bisabuelo Julián, al que no llegó a conocer. En 1900, recién llegado a la ciudad de Buenos Aires desde Polonia, aquel primer Szychowski llegó con su pequeña familia y pidió afincarse en Colonia La Esperanza, en Santa Fe. Pero como ya no quedaba lugar lo mandaron a colonizar la selva de Misiones. Desembarcados en Posadas, dicen las crónicas de época que se tardaban de dos a tres días en recorrer los 60 kilómetros que los instalaron en medio de la espesura, cerca de Apóstoles.
“Siento mucha pasión, mucho orgullo y también un gran sentido de pertenencia. Es un desafío muy importante seguir cumpliendo el sueño de ese gran hombre que fue mi bisabuelo Julián”, dice Victoria, que es la actual presidenta de La Cachuera SA, una gran productora y la principal exportadora de yerba mate del país, más conocida seguramente para los argentinos por su principal marca, Amanda. El museo queda exactamente en el lugar donde se radicaron aquellos primeros colonos polacos. Seguramente todo haya cambiado muchísimo y ahora nos podemos sentar con Victoria en un mate-bar para degustar una tasa de una de las innovaciones que la empresa intenta para seducir el mercado, el mate soluble.
Mirá la entrevista completa:
“En el 1900 mi bisabuelo de Polonia llega a estas tierras con mi abuelo con 11 años de edad. Mi abuelo tenía solo segundo grado, pero bueno, el gobierno argentino manda a todo este contingente de colonos ucranianos y polacos a esta localidad”, nos dice Victoria. Polonia no era Polonia todavía sino que formaba parte del imperio austro húngaro.
-¿De qué huían al emigrar?
-La verdad es que estaban pasando momentos de hambre, de falta de libertad. Eso es lo que también mi abuelo, cuando recibe su documento argentino, destaca y agradece a este país, que le permitió criar a sus hijos en libertad y con dignidad, trabajo y dignidad. Él lo sentía así. Mi abuelo nunca más regresó a su país de origen.
Los Szychowski fueron una más de las familias de polacos que se instalaron cerca de Apósoles, pero pronto su chacra su convirtió en uno de los puntos de reunión de esa colectividad, y en esto tuvo mucho que ver la vocación y decisión industrial que desde joven mostró Juan. “Obviamente mi abuelo nunca tuvo la posibilidad de seguir estudiando, porque estamos un poco alejados de la localidad de Apóstoles. Y era imposible en aquel 1900 hacer a diario ese camino”, cuenta la presidenta de Amanda.
Para ese momento, la yerba mate no era el cultivo principal, pues ni siquiera había sido domesticada como cultivo. Los Szychowski, como el resto de los polacos, criaban chanchos y gallinas, y plantaban algo de porotos, maíz, y sobre todo arroz en las partes más bajas de los campos. La Cachuera, de hecho, sigue produciendo ese cereal y lo coloca con la marca Amanda en el mercado.
La yerba mate, que hoy es la principal opción agrícola, recién se implantó a partir de 1917 y también se pueden ver en el lugar, próximas al museo: Son arbustos que han cumplido más de un siglo y siguen siendo cosechados año tras año. Aquí todo queda cerca, más allá de las dimensiones de gran empresa que hoy a tomado La Cachuera SA, que brinda empleo a casi 600 misioneros. Ninguna de esas familias recibió, al principio, una superficie de más de 25 hectáreas, que debían ir pagando con lo producido.
Nos sorprendió, en este punto del relato, una frase lanzada por Victoria que muestra la esencia exacta de sus ancestros: “Evidentemente 25 hectáreas pueden ser pocas o pueden ser las suficientes como para dar un salto. Pero depende del trabajo que le pongas”.
Esta familia evidentemente puso trabajo y además una gran dosis de ingenio y creatividad. Los polacos concurrían siempre allí porque una de las primeras cosas que hacen Julián y su hijo Juan es construir uno de los primeros molinos de arroz y maíz de la región. Pero lo más notable es que para que funcionara los Szychowski construyeron, a pico y pala, casi 600 metros de un canal derivador que sale del arroyo que actúa como frontera entre Misiones y Corrientes. Parte del agua era desviada por allí mediante una represa y servía para hacer andar una pequeña usina hidroeléctrica, antes de volver a su cauce natural. En la finca de los Szychowski fue entonces que se encendió una de las primeras bombitas de luz en toda esa zona.
“Cuando hablamos con mis hermanos, mis tíos, con mi papá, siempre decíamos que tal vez si el abuelo Juan hubiese estado en otro entorno hubiese sido un geniecillo, por todo lo que creó con el poco conocimiento que tenía. Fue un autodidacta”, celebra ahora Victoria, mientras nos muestra en el museo varias máquinas y equipos que el joven había creado para facilitar las tareas rurales y el procesamiento de la yerba mate. La usina todavía funciona y se pone a andar para regocijo de los visitantes del museo. Con la electricidad que genera además también se enciende un enorme torno mecánico construido también por Juan, pieza por pieza. Fue el primero de ese tipo fabricado en toda la Argentina.
El establecimiento molinero de La Cachuera SA comenzó a funcionar en 1932. Para requerir sus servicios se reunía allí toda la colectividad polaca que colonizó aquella zona. Recién luego de 1940 se cambia la rueda hidráulica original, de unos 6 metros de diámetro, por una turbina algo más pequeña pero de mayor potencia.
“En realidad fue el arroz el que nos dio un posicionamiento económico y financiero aún más grande que el de la yerba de hoy. Todavía tenemos ese producto, pero no lo distribuimos a nivel nacional. Creo que es porque en el medio es como que pusimos todo nuestro corazón y nuestra sangre en la yerba mate”, nos explicó Victoria.
“Mi abuelo era un hombre muy capaz, muy inteligente, un autodidacta pero que leía mucho. Mi papá siempre decía que mi abuelo no medía ni las horas ni los días. Al contrario, no medía los días por las horas sino por trabajo realizado. Era un hombre que no tenía sábados, domingos ni feriados”.
El padre de Victoria, don Pancho (Juan Alfredo) Szychowski, fue gerente general de la yerbatera durante casi 50 años y quien la transformó en la empresa que es actualmente. Más claro todavía, fue uno de los grandes promotores del boom de consumo interno de la yerba mate y también de las exportaciones a Siria y otros destinos lejanos. Quizás Pancho merezca tener su propia sala en el museo. Y quizás suceda lo mismo con la propia Victoria, que asumió la conducción en 2016, pues resulta ser la primera mujer al mando de una empresa yerbatera.
“Cuando uno decía mate visualizaba al gaucho, era así. Entonces recuerdo que mi padre argumentaba, en la década del 70, en la cámara de molineros de la zona productora, que había que superar esas barreras y poder abrir nuevos mercados, ganar nuevos consumidores. Recuerdo que mi padre lo contrató a Guillermo Vilas, que era el ícono de un chico de ciudad, un chico de mundo, pelo largo. Era nuestro mejor tenista. Jugaba en Mónaco, Wimbledon, y entonces lo contratan para que hiciera algunas campañas con el mate. Y fue ahí, de a poco, que fue cambiando el perfil del consumidor. Hoy lo toma desde el gaucho, el mecánico, el ama de casa, la psicóloga, el arquitecto, y hasta el político, todos están con el mate a mano”.
La Cachuera SA, o mejor dicho Amanda, es ahora una empresa de consumo masivo que ha crecido bastante más allá de lo que soñaron el bisabuelo y el abuelo de Victoria. En torno al museo, que era una de las construcciones originales de aquellos polacos, ahora hay enormes galpones para procesar, estaciones y almacenar la yerba mate. Tiene un millar de hectáreas de yerbales propios, pero sobre todo compra y elabora la cosecha de hoja verde de cientos de productores de Corrientes y Misiones. Hoy forma parte de una industria consolidada que abastece un consumo interno de unos 25 millones de kilos por mes, más otros 30/40 millones que se van al exterior cada año.
Pero Victoria mantiene ese espíritu colonizador. Nos dice: “Yo tengo confianza en que por las propiedades de la yerba mate, de a poco, con un trabajo sin prisa y sin pausa, tenemos que ir conquistando nuevos mercados. Hay que buscar nuevos consumidores y nuevos usos para la yerba mate”. La bebida soluble que tomamos durante la entrevista es un intento en ese sentido, pues apunta a competir con un café instantáneo. Pero también merodea la gigantesca industria de las bebidas gaseosas y sobre todo la de las bebidas energizantes.
“Si realmente hubiera un boom a nivel mundial, no vamos a tener con qué poder cubrir esa demanda”, reflexiona la empresaria, quien ya vislumbra la necesidad de incrementar notablemente la productividad de los yerbales existentes en al región productora.
-Ha sido una entrevista larga, pero a la vez ha sido muy corta si uno piensa en la gran cantidad de historia que hemos recorrido hablando de las sucesivas generaciones de tu familia…
-Yo siempre dije que mi padre fue un gran maestro para mí. En la vida, en muchas cosas, pero sobre todo en nunca bajar los brazos, nunca rendirte. Todo se puede, sobre todo cuando estás convencido que vas por el camino que tenés que ir.
-¿Entonces hay que meterle y meterle?
–Totalmente. O sea, desafíos hay siempre, problemas hay siempre. Hay que poner voluntad, trabajo, pasión por lo que uno hace y trabajo en equipo. Yo también siempre rescato eso. Siempre hay una figura que trasciende a una generación, pero detrás de esa figura hay muchas personas. Hoy me toca a mí presidir esta compañía, que para mí es un honor y un orgullo, pero detrás mío hay un equipo humano increíble que no solo me acompaña sino que aprendo mucho de ellos. Nos complementamos. Esa es la realidad.
Recomiendo fervientemente visitar el hermoso museo de Amanda en Apostoles, con los maravillosos inventos del pionero polaco… emociona!