El Grupo de Intercambio Tecnológico de Empresas Porcinas (GITEP) cumplió 30 años y los avances productivos logrados por la actividad en ese período contrastan de manera brutal con el estancamiento de la ganadería.
GITEP, una organización técnica orientada a mejorar los procesos productivos presentes en la actividad porcina, fue fundado en 1993 con el propósito de lograr que las empresas del sector pudiesen incorporar genética, sanidad, alimentación, instalaciones y procesos que permitiesen lograr un nivel de competitividad equiparable al presente en las demás grandes naciones productoras del mundo.
Desde entonces, gracias a los logros obtenidos por la actividad, la carne porcina pudo experimentar en las últimas tres décadas un crecimiento de la producción del 350% que fue acompañado por una suba del consumo del 195% de la mano de mejoras que permitieron lograr un alimento de calidad uniforme.
Actualmente el consumo estimado de carne porcina por parte de los argentinos es del orden de 17 kg/habitante/año, la mayor parte del cual corresponde a cortes frescos, y existe interés, por parte de los empresarios del sector, en realizar las inversiones necesarias para poder incrementar esa cifra en torno a los 26 kg/habitante/año para el año 2030.
Argentina dispone de grandes volúmenes de productos agrícolas que pueden ser transformados en carne porcina para generar, además de miles de empleos adicionales, oportunidades de desarrollo en múltiples regiones del país.
El interés por incrementar la capacidad productiva va de la mano de mejoras tecnológicas progresivas que permiten obtener, año tras año, una mayor cantidad de lechones por madre en condiciones propicias de inocuidad alimentaria y bienestar animal.
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El progresivo incremento de la oferta interna de carne porcina permite ampliar la base proteica de la “mesa de los argentinos”, de manera tal de permitir que aquellas carnes que cuentan con una elevada demanda internacional, como puede ser el caso de la vacuna, se destinen a mercados externos para generar empleos y divisas necesarias para consolidar la estabilidad de la economía argentina.
Muchas empresas porcinas emplean los residuos animales para producir biogás con el propósito de generar fertilizantes orgánicos y energía térmica que, en algunos casos, es transformada en electricidad. Son parte de una “economía circular” en la cual el desecho de un proceso es el insumo de otro, de manera tal que nada se desperdicia, contribuyendo así a la sostenibilidad ambiental.
En GITEP, donde confluyen granjas porcinas, profesionales, empresas proveedoras y algunas instituciones del sector, tiene como objetivo mejorar, a través del intercambio de experiencias y tecnologías de producción, el resultado productivo y económico de las empresas porcinas. Hoy nuclea a 55 empresas de vanguardia del país y su producción de carne de cerdo representa alrededor del 25% del total nacional.
La cuestión es que a medida que el sector porcino iba consolidando su crecimiento de manera sostenida, el sector bovino argentino se estancó de manera dramática, algo que es perfectamente evidente en los números de la evolución del stock vacuno.
Mientras que las empresas porcinas se tecnificaron y aumentaron la escala productiva para implementar procesos propios del sector industrial, la ganadería, en vastas extensiones del país, continúa siendo una actividad artesanal de escala baja a media con procesos no estandarizados que fluctúan de manera importante ante las variaciones climáticas.