Las distintas variedades de uvas blancas se utilizan no sólo para la elaboración de vinos blancos sino también para obtener vino base para producir vinos espumosos. A pesar de su amplia aceptación en el mercado, frente a las variedades tintas estas uvas tienen una menor participación dentro de la superficie del territorio destinada a la viticultura.
Un informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) indicó que en los últimos 30 años se han implantado en el país un total de 123.675 hectáreas de vid con aptitud para elaboración, destinando el 79% de esa superficie a variedades tintas, el 12% a uvas blancas y el 8% rosadas.
De un análisis de la evolución de la superficie implantada se desprende que aquella destinada a las uvas blancas está en baja desde hace varios años. Actualmente hay 33.348 hectáreas de uvas blancas aptas para elaborar vino, un 21,5% menos que hace 10 años (9.114 hectáreas menos). Un dato resaltado por el INV da cuenta que el 54% del total de la superficie de variedades blancas aptas para elaboración tienen más de 30 años de antigüedad, ese porcentaje en el caso de las variedades tintas es del 14%.
A ese achicamiento en la superficie cultivada le sigue una disminución en la producción de variedades blancas, llegando en 2022 a producir un 41,8% menos de quintales que hace 10 años atrás. Según el INV eso se debe no solo a una menor superficie sino también a una baja en el rendimiento por hectárea, siendo éste en 2013 de 138 quintales por hectárea y en 2022 de 99 quintales.
El aspecto llamativo es que en contraposición a estos números decrecientes, la comercialización de vinos blancos y vinos espumosos muestra una tendencia en aumento. El mercado interno muestra que las ventas de vino blanco han aumentado un 26.6% entre 2021 y 2022, y continua creciendo.
Por su parte, las ventas de vinos espumosos en el mercado local, si bien tienen una tendencia decreciente desde 2012, han recuperado terreno en los últimos dos años, logrando en 2021 un volumen de ventas mayor al de 2019 (pre pandemia) y acumulando en los primeros 11 meses del año 2022 una suba del 21,1% respecto a enero-noviembre 2021.
Las exportaciones, en cambio, si han mostrado una caída. Tomando como referencia el año 2012, el año con mayores exportaciones de vino del milenio, en 2021 se exportaron 303.318 hectolitros menos de vino blanco que diez años atrás.
El INV indicó que si bien se está comparando los datos contra un año de exportaciones récord (2012) hay varietales que incluso así aumentaron sus ventas como el caso del Chardonnay, del cual se exportó un 26,6% más que en 2012.
Las exportaciones de vinos espumosos, por otro lado, tienen una tendencia creciente desde 2012, especialmente en los últimos dos años luego de la pandemia, que continuó en 2022 ya que el volumen exportado fue un 55,3% mayor al del 2021.
Ahora bien, en relación a la caída en la producción y en el área destinada al cultivo de estas uvas el INV alertó: “Se avizora un futuro complicado de continuar con la baja de superficie y producción, que no corresponde con el crecimiento en la comercialización total de vinos blancos varietales tranquilos y vinos espumosos. Se debe repensar la matriz productiva del sector. Se necesita agua para producir estas variedades, productores y bodegas asociadas en la rentabilidad del negocio y el desarrollo de nuevas estrategias de comercialización que hagan de Argentina un oferente atractivo de muchos más productos además de malbec”.