Mientras que a nivel internacional Argentina es referente en las investigaciones de mejoramiento genético de cultivares, a escala interna el norte del territorio ha consolidado una fuerte imagen gracias a los desarrollos biotecnológicos desarrollados en las distintas estaciones y chacras agrícolas experimentales.
En ese marco, las historias de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC), ente autárquico del área del Ministerio de Desarrollo Productivo del Gobierno de Tucumán, y de la Chacra Experimental Agrícola Santa Rosa, emprendimiento del Centro Azucarero Regional del Norte Argentino (C.A.R.N.A.) ubicada en Salta, se destacan por sobre el resto.
Por sus áreas de influencia, ambas se han especializado en el mejoramiento de variedades de caña de azúcar, una producción central en ambas provincias, y también en soja, además de otros cultivares.
La trayectoria más larga la tiene la Estación Obispo Colombres, que cumplió 133 años de edad y que desde 1970 mantiene vigente uno de los primeros programas de mejoramiento genético de soja del país.
“La soja como cultivo para granos arranca prácticamente en Tucumán a comienzos de la década de 1960. De hecho Tucumán se convirtió en el primer exportador de soja en 1968. En ese momento trabajábamos con introducciones de variedades de Estados Unidos y Brasil. Era la época en la cual no había compañías privadas que estuvieran haciendo mejoramiento, por lo que se inició acá, a finales de la década de 1970, con cruzamientos propios”, dijo a Bichos de Campo Daniel Ploper, ingeniero agrónomo, investigador principal del Conicet y director técnico de esa Estación.
Con 47 años de trabajo ininterrumpido en esta institución, 19 de los cuales fueron en el cargo de director, Ploper recuerda como si fuera ayer las primeras variedades de soja transgénica desarrollada en la década de 1990.
“Fuimos generando cruzamientos convencionales por un convenio con Monsanto en ese momento. pudimos acceder a utilizar la tecnología de resistencia al glifosato y en 2001 liberamos dos variedades (la Munasqa y la Qaylla que se aprobaron mediante la Resolución 987/2001) que fueron las primeras variedades transgénicas obtenidas y registradas por un organismo público. Todo lo demás era de la actividad privada”, sostuvo el agrónomo,
La soja Munasqa fue uno de los desarrollos que mayor popularidad adquirió y que llegó a ser cultivada en el 50% del norte argentino, según el especialista.
“Tiene una muy buena tolerancia a la sequía esa variedad. Y fue esa misma la que llevamos a Bolivia, donde llegó a plantarse en casi el 80% del territorio. Sigue siendo una de las variedades mas cultivadas hoy en día, aunque se la dejó de hacer un poco por el ingreso de tecnología ilegales al país, es decir, sin aprobación”, indicó Ploper.
Con el paso de los años la Estación, que aunque depende de la provincia es considerada un ente autárquico que decide sobre sus propias políticas y trabajos, empezó a trabajar sobre otros cultivos como la caña de azúcar, el poroto, el garbanzo, el trigo y también en porta injertos cítricos.
“En caña, por ejemplo, hacemos mejoramiento convencional y desde 2001 también procesos de ingeniería genética. Hacemos transgénesis y edición génica en la Estación”, detalló Ploper.
Para diferenciar estos procesos hay que aclarar que la transgénesis consiste en la inserción de un segmento de ADN de otro organismo, que posee un gen con algunas propiedades como la resistencia a herbicidas, en el genoma de la planta que uno quiere transformar. Eso se realiza por tecnologías como la biobalística y las agrobacterias.
Al hablar de edición génica, en cambio, se hace referencia a la modificación de la base del genoma para activar o desactivar un gen. “Eso es lo que muchos países han comenzado dejar de considerar como transgénesis y por lo tanto han comenzado con la desregulación y posterior liberación de variedades genéticamente modificadas”, explicó Ploper.
Los principales aspectos sobre los que se trabajó dentro de este programa fueron la búsqueda de una mayor resistencia a la sequía, y la resistencia a determinados herbicidas. Recientemente, a través de la Resolución 128/2022, el Instituto Nacional de Semillas (INASE) aprobó una nueva variedad de soja (llamada Amauta) que muestra resistencia a la sequía.
En lo que respecta a la caña de azúcar, en 2015 el organismo logró introducir en el Registro de la Propiedad de los Cultivares una variedad transgénica pero que no llegó a ser comercializada.
“Por decisión del sector azucarero en ese momento se decidió no liberarla porque podía comprometer la comercialización de azúcar que se produce en los ingenios de Tucumán. Muchas empresas alimenticias nos piden hoy que emitamos un certificado que el azúcar que ellos compran en Tucumán no proviene de cultivos transgénicos. Aún así, el directorio nos pide que sigamos investigando y trabajando en estas cuestiones”, indicó Ploper.
Así, la Estación sigue especializándose en las resistencias a nuevos herbicidas se insectos, especialmente al gusano perforador de caña, la principal plaga del cultivo.
Algo de esto se retoma en el trabajo desarrollado por la Chacra Colonia Santa Rosa, en la provincia de Salta, que fue fundada en 1951 y este año alcanzó los 71 años de vigencia. En su caso, los trabajos sobre biotecnología en caña de azúcar iniciaron en 1999.
“Trabajamos principalmente sobre el problema del control de malezas, para los cuales las herramientas que tienen el acervo genético de la caña de azúcar son las que están. Uno no puede generar muchas diferencias en términos de tolerancia a herbicidas con el acervo genético de la caña. Si uno quiere mejorar su tolerancia y aportar una herramienta adicional al manejo, obviamente la alternativa es buscar acervos genéticos de otras especies. Fue allí que iniciamos con la ingeniería genética, y logramos generar la primera caña de azúcar transgénica de Argentina en 2003”, dijo a Bichos de Campo Germán Serino, director de la Chacra Santa Rosa.
El resultado, que fue meramente experimental, se fue actualizando aunque todavía mantiene ese espíritu y no busca aún ser comercializada.
“Algún día, si el sector azucarero define que esto es conveniente, avanzaremos. Por eso lo que queremos tener hoy es todo lo experimental resuelto y validado para tener un producto comercializable”, indicó Serino.
A diferencia de la estación tucumana, esta chacra se encuentra netamente sostenida por privados como los ingenios Ledesma, Seabord y Río Grande.
Su principal objetivo es lograr un esquema de sustentabilidad y productividad que disminuya las pérdidas económicas a campo producto de las malezas y las enfermedades como la del virus mosaico, sobre el cual tienen un estudio pionero con tecnología de silenciamiento genético.
“Se trata de un proceso de ingeniería genética. Con el tiempo decidimos que solo vamos a focalizarnos sobre caracteres de los que no consignamos resistencia a través del mejoramiento convencional. Preferimos aplicar la biotecnología solo en aquellos problemas que no podemos resolver por las vías tradicionales. Por eso, los problemas principales que abordamos ahora son malezas y plagas.
En cuanto a la comercialización de estos desarrollos, desde la chacra se muestran esperanzados por los avances de Brasil en considerar desregularizar el uso de estas variedades de caña.
“A diferencia de lo que ocurre con otros cultivares modificados como el trigo, el consumo de la caña se da por la azúcar blanca refinada y la no refinada. Consiste solo en sacarosa y al consumirla, uno no incorpora genes o proteínas. Ese es el concepto sobre el que se posiciona Brasil y que les está abriendo muchas puertas para la comercialización a nivel internacional. Aun así el mercado es muy delicado. La decisión no depende solo de eso, sino de lo que pensará el consumidor del producto”, afirmó Serino.
“El mercado brasilero esta ávido de variedades. Estamos con un proyecto de investigación haciendo testing de variedades en ese país. La idea es que si alguna de ella funciona, nosotros podremos cobrar regalías, cosa que sería muy importante para nosotros”, agregó el director.