“La cordialidad, las ganas de construir colectivamente para sus emprendimientos y para toda la comunidad, esa es la esencia del grupo”, describe con evidente emoción María Isabel Haag, asesora del grupo INTA/Cambio Rural Aguas Turísticas de Villarino, desde el sur de la provincia de Buenos Aires. “Se apunta a diversificar la oferta turística de Villarino Sur ya que tenemos recursos atractivos pero estamos lejos de los grandes centros turísticos, lo cual motiva a trabajar asociativamente y a complementarse”.
El nombre del grupo se debe a la presencia de aguas por todas partes: el río Colorado, la laguna La Salada, el mar y las aguas termales de Luro.
Hace años que el INTA impulsa el turismo rural en todo el país y este grupo, que trabaja asociativamente desde 2008, nació con el objetivo de complementar sus ingresos a través del turismo, agregar valor a la producción y de esa manera generar actividades y propuestas que permitan diversificar la oferta turística recreativa del Municipio de Villarino. A la vez, pertenece a la Red de Turismo Rural provincia Buenos Aires, un espacio que agrupa pequeños y medianos prestadores de servicios acompañados por un equipo técnico y aliados a los gobiernos e instituciones de cada lugar.
“La idea es generar recursos económicos genuinos a través de la actividad recreativa, con el turismo como complemento para diversificar los ingresos de las familias”, explica Alicia Gamero, una de las pioneras del grupo y dueña de las cabañas Naguilan Color en el Lago Parque La Salada, un balneario con una laguna de 400 hectáreas donde se practica windsurf y se puede pescar. “Una de las primeras acciones cuando nació el grupo fue identificar los recursos turísticos de cada emprendimiento y de su entorno para desarrollar una oferta competitiva a escala personal y grupal”.
Todos los emprendedores tienen la mirada puesta en generar acciones orientadas a la comunidad local, lo cual se debe al profundo compromiso que tienen por la comunidad en la que residen: Hilario Ascasubi, Pedro Luro y La Salada. Llevan organizadas de manera ininterrumpida las Jornadas de Patrimonio en espacios rurales, movilizados inicialmente por el interés de recuperar la casona que perteneciera a la familia Luro y que motivó abordar temas como patrimonio ferroviario, arqueológico, arquitectónico y huella de carbono, entre otros.
Para el grupo el cuidado de la naturaleza es clave. Se nota especialmente en el vivero Planeta Verde de César Quispe, especializado en plantas nativas y que ofrece visitas por el lugar y talleres de armado de sustrato, reconocimiento de nativas y lombricultura, y también en el interés que tienen por las aves. Rosemary Scoffield es una botánica inglesa que llegó a la Argentina luego de residir en diferentes países porque su esposo viajaba por todo el mundo instalando tambos y cuenta: “Me dedico a las plantas y a la observación de aves y me interesa trabajar estos temas en el grupo”, explica esta amante de la naturaleza que ha traducido decenas de guías aves de castellano a inglés (y viceversa), que tiene una reserva privada en su propia casa llamada Marahué y que junto a Carina Rabanedo –fotógrafa y otra emprendedora de Aguas Turísticas- han impulsado la creación de una reserva natural en el balneario La Salada.
Justamente Carina junto a su esposo Alcides poseen su emprendimiento Arenas de Rahué, que consiste en dos departamentos en La Chiquita (no confundir con Mar Chiquita), un balneario casi virgen con amplias y extensas playas, ideal para la pesca deportiva, la reflexión y el avistaje de aves. “Nos sumamos al grupo en 2010 porque nos interesa cuidar y difundir este lugar maravilloso”, dicen con entusiasmo. “Aquí se hacen censos de aves playeras y se realizan relevamientos de botánica… La Chiquita brinda un entorno agreste que es perfecto para conectarse con la naturaleza”.
El Hotel Termas de Luro es un capítulo aparte turísticamente hablando, ya que fue construido en 1969 y pasó por diversas instancias de esplendor y abandono hasta convertirse hoy en un lugar moderno para el descanso, con piletas cerradas y al aire libre, rodeadas de pasto y flores, y que de noche permiten disfrutar de las aguas termales mientras se contempla la luna. “Estas aguas son magníficas, con gran diversidad de minerales que generan beneficios para la salud y que aún se están investigando”, cuenta Lucio Serrón, a cargo del establecimiento desde 2018 y que tiene una mirara turística y sustentable. “Usamos la energía geotérmica del agua termal para calentar, mediante serpentinas, el agua fría y que tenga la temperatura ideal para las duchas; no usamos gas ni termotanques para eso, solo le ´robamos’ unos grados al agua termal y luego sigue su camino a las piletas”.
El grupo se complementa con la Escuela Agraria N 1 de Hilario Ascasubi, el tambo AlfaLáctea de Mayor Buratovich con vacas Kiwi Cross, las vides de Nataniel Brizuela, las gallinas de elite de Facundo Steinbach y las pastas caseras de Alfredo Alfonso, que antes de hacer los mejores fideos de la zona fue camionero y tuvo un negocio de repuestos de automotor.
María Isabel destaca que con el tiempo el grupo Aguas Turísticas de Villarino ha logrado construir una imagen colectiva y lograr un reconocimiento que los empodera frente a la comunidad y a otros prestadores y que, entre ellos, trabajan con la idea de pensar al otro como un complemento y no como competencia, para lograr un espacio de construcción compartida.
“En nuestra zona la actividad productiva es muy importante, sobre todo de cebolla para exportación, que se ha convertido en lo preponderante así que es sumamente importante que en este marco emerjan actividades que logren un anclaje territorial y generen alternativas vinculadas a otras producciones, como puede ser la leche, la miel y las aves”, describe Isabel y agrega que, más allá de todo, la crisis del Covid puso en valor al turismo rural y de cercanía. “Luego de la pandemia resurgió el `ocio de proximidad´ y el elegir espacios rurales: a nuestros emprendimientos vienen a visitarnos personas de ciudades cercanas que no conocían estos lugares aun viviendo relativamente cerca”.