En julio pasado, directivos del Centro de la Industria Aceitera Argentina (Ciara-CEC) denunciaban un fuerte contrabando de soja hacia los países vecinos y, sin datos demasiado precisos, hablaron de un volumen de hasta 1,5 millones de toneladas que se fugarían hacia Bolivia y Paraguay en 2022. Eso equivaldría a 50 mil camiones cruzando la frontera sin problemas, lo cual parece bastante improbable. Claramente la exageración tenía que ver con instalar en agenda una problemática que existe y que repercute en el nivel de ocupación de la capacidad instalada de la industria, concentrada sobre el río Paraná.
Pero a esa capacidad ociosa de las plantas que muelen la soja para extraer su aceite y la harina colabora mucho más que la salida de soja del país, una fuerte caída de la producción local (la cosecha fue de solo 44 millones de toneladas, contra un promedio histórico de 50 millones) y también una visible merma de las importaciones del poroto.
Es decir que las empresa aceiteras perdieron horas de trabajo más por la reducción de los ingresos de soja importada que por un presunto contrabando hacia otros países.
Un gráfico de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) resume bien esta situación de reducción de las importaciones, transcurridos los primeros ocho meses de 2022.
¿Y por qué caen las importaciones de soja? La BCR explicó que, debido a una importante sequía, “esta campaña comenzó con una importantísima caída productiva de la cosecha de soja paraguaya, con una merma cercana al 60%. De esta manera, Paraguay pasó en un año de cosechar 9,9 millones de toneladas a 4,2 millones”.
“Nuestro socio comercial guaraní es un importante proveedor de soja para ampliar la oferta de soja a nivel local y mejorar el contenido proteico de los productos industriales derivados de la soja que son exportados por Argentina. Necesariamente su caída productiva impactó con una menor provisión de soja hacia nuestro país, pasando de 3,6 millones de toneladas a apenas superar las 1,5 millones en los primeros ocho meses del año”, se añadió en el informe.
Es decir que ahí nomás, en el caso de Paraguay, las importaciones que se realizaron desde Uruguay se redujeron en 2 millones de toneladas. Es decir, menos de las presuntas 1,5 millones perdidas a manos del contrabando hacia ese país y Bolivia (insistimos que nos perece un volumen muy inflado).
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Por suerte para la industria local, que tiene capacidad instalada para procesar unas 65 millones de toneladas de soja al año, la menor oferta paraguaya fue “compensada parcialmente por la provisión de soja por parte de Bolivia y Uruguay”, que en conjunto aportaron más de 1 millón de toneladas en lo que va del año, dentro del programa que permite la importación del poroto para luego canalizar la reexportación de los subproductos de la molienda.
Lo de Uruguay ha sido una rareza. Se trata, apunto la BCR, de un “origen inusual” de la soja que ingresa a la Argentina.
Por ahora, de todos modos, el balance sigue siendo negativo por culpa de la sequía en Paraguay. Hasta agosto pasado, la importación total de soja cayó un 26% interanual, situándose en 2,9 millones de toneladas.