La Asociación Civil La Verdecita fue fundada en Santa Fe por Isabel “Chabela” Zanutigh, una luchadora en defensa de las mujeres en situaciones de vulnerabilidad. En los ’80 ya había creado el Sindicato de Amas de Casa de la provincia.
Sobrevino la crisis del 2001 y luego, con la gran inundación de 2003, muchas madres quedaron sin trabajo y Chabela decidió fundar La Verdecita para que cada familia tuviera su propia huerta y asegurara su alimentación. Para ello adquirió originalmente 2 hectáreas en el periurbano de la capital santafesina. Junto a otras compañeras nucleó a 30 familias para realizar producción frutihortícola y actividades de granja.
Sucedió que hace 6 años se juntaron cuatro familias de las que integraban La Verdecita y decidieron comenzar a convertir sus cultivos hacia la agroecología. Se trata de Verónica Jaramillo, José Subia y las hermanas Elba y Rosa Lara. Cuentan que al comienzo trabajaban a porcentaje hasta que pudieron independizarse, alquilando las tierras.
Con el paso del tiempo, cada vez se les hacía difícil pagar los alquileres. Se les ocurrió gestionar un pedido de tierras que el Estado provincial tenía sin explotar. En 2017 celebraron un convenio con el Ministerio de la Producción de la provincia, el cual les cedió 5 hectáreas con el destino de un proyecto de producción agroecológica. Se ubica en la calle Aristóbulo del Valle y Callejón Rosa, en una zona de quintas, en las afueras del pueblo Altos del Valle, a unos 20 minutos en camioneta de la capital santafesina.
Cuentan que no les fue nada fácil conseguir las tierras. Mientras esperaban que avanzara su trámite, cambió el gobierno y volvieron a “foja cero”. Pero como Chabela era muy conocida públicamente, logró destrabar el expediente y consiguieron las tierras. Luego los quisieron sacar, pero recibieron el apoyo de otros productores. Fue una larga y penosa lucha. Chabela falleció en 2018.
El Ministerio les construyó un galpón y les provee de las máquinas necesarias. También cuentan con el acompañamiento de dos ingenieros agrónomos, especializados en agroecología, que dirigieron las perforaciones para obtener el agua para el riego y les colocaron dos bombas. Los cuatro productores se turnan para regar y se reúnen dos veces por semana, pero se ayudan a diario. El mantenimiento de todas las herramientas y de las bombas corre por parte de La Verdecita. Hace poco, las 4 familias juntaron 46.000 pesos para rebobinar el motor de una de las bombas.
En el galpón conformaron una biofábrica de abonos y preparados naturales con hierbas para combatir los insectos y hongos. Utilizan cola de caballo, para los hongos; purín de ortiga, que actúa como preventivo, como repelente de los insectos y también ayuda a las plantas a ser fuertes y no tener hongos; el “supermagro”, un abono foliar que da fuerza a las plantas, se prepara con levadura, cáscara de huevo, leche, cenizas y pasto seco; y otros preparados.
Cada uno de los 4 productores trabaja una hectárea. Tratan de sembrar productos variados para, entre todos, poder conformar bolsones, que es como los comercializan. Cultivan lechuga, acelga, brócoli, coliflor, zanahoria, espinaca, repollo, cebolla cabeza, papa y mucho más. Hace poco terminaron el zapallo.
“Nada es fácil en este oficio. Te llegás a descuidar y en una noche las hormigas te comieron todo el coliflor y el brócoli, cuando las semillas de estas dos plantas son importadas y nos cuestan cada vez más caras”, explica Verónica. Y continúa- “Este año tuvimos muchas hormigas y nos comieron el orégano y el verdeo en una noche. Nos descuidamos porque antes no lo comían. Además, tenemos que luchar contra la lluvia y las heladas”.
Son tres mujeres y un varón, todos bolivianos: Verónica Jaramillo, dos hermanas tarijeñas Elba y Rosa Lara, y José Subia, de Sucre. Rosa vive en Santa Fe. Verónica y Elba, viven en Ángel Gallardo. Sus maridos y sus hijas las ayudan cuando pueden. José vive en Recreo, tiene 4 hijos y dos nietos; llegó a la Argentina hace 40 años, pero nunca dejó de visitar su tierra natal.
José cuenta que en Bolivia no conocía los agroquímicos, de modo que ahora sólo está volviendo al modo natural de sus ancestros, salvo que con muchos fundamentos científicos que antes no poseía. Y dice: “Cuando trabajaba solo no me daban ‘pelota’, pero ahora, unidos, podemos conseguir más cosas”.
Los cuatro se mueven en moto o bicicleta. Rosa, cuando va en bici hasta su quinta, tarda unos 40 minutos pedaleando. José se encarga de retirar la producción de las 4 quintas y la lleva al galpón en el acoplado del tractor. Normalmente se levantan a las 6, llevan a sus hijos a la escuela y ya se van a sus quintas a carpir, sembrar, regar o cosechar.
El día previo a la salida a una feria, se suelen quedar hasta tarde armando los bolsones. “Al mediodía cortamos el trabajo, buscamos los chicos en la escuela y nos vamos a casa a cocinarles”, detalla Elba.
Diseñaron una etiqueta con un logo para pegar en los bolsones, que dice “Producto Agroecológico. Sistemas Participativos de Garantía Santa Fe”. Pagan un flete para llevar los bolsones a tres ferias de Santa Fe, donde los venden. Se van turnando para atender los puestos. Sus hijos les manejan las redes sociales donde ofrecen los bolsones agroecológicos, y tienen página web. Algunos comerciantes les compran directamente en la puerta de su quinta para vender en sus locales o revender en Arroyo Leyes o en Rafaela, pero también en la ciudad entrerriana de Paraná.
Con la última crisis inflacionaria no les bajaron las ventas, pero notan que se les achican los márgenes de ganancia. Tienen la buena suerte de que los clientes los siguen acompañando, debido a que cada vez más gente se vuelca a una vida más saludable. Ellos venden sus productos a precios un poco más caros que los convencionales, pero no mucho, según José. Por ahora venden verduras y hortalizas de estación, pero proyectan conseguir una cámara de frío para almacenar sus productos.
Es bueno señalar que el negocio inmobiliario avanza a paso agigantado y cada vez se hace más difícil sembrar en esa zona. No se consiguen tierras para alquilar. Y con la inflación de este país, cada vez les cuesta más pagar un alquiler. Por eso La Verdecita sigue buscando más tierras, para más gente.
Verónica concluye: “Todo lo que hemos logrado es un avance para la organización y puede ser un modelo para otros. En Arroyo Leyes ya varias familias están empezando a hacer sus huertas con módulos agroecológicos en los fondos de sus casas. Pretendemos dejar huellas para nuestros hijos. Y si bien el Estado nos ayuda mucho, sería mejor que ponga más energía en apoyar a la agroecología, porque aporta sanidad al mundo, salud tanto a los consumidores como a los productores, sobre todo a los niños y a las embarazadas.”
Este grupo de emprendedoras y emprendedores eligió dedicarnos la canción “Rocío de todos los campos” de y por la mexicana, Natalia Lafourcade.