Para José Latessa su mudanza de la ciudad de Buenos Aires al campo, cuando tenía nueve años, fue una “desgracia con suerte”. La inseguridad había aumentado y su padre consideró que irse a Trenque Lauquen, donde ya tenía un negocio, era lo mejor. Allí estudió y egresó de la Escuela Agropecuaria 30 de Agosto, para posteriormente comenzar a trabajar en un campo de 200 hectáreas que su padre logró comprar luego de mucho esfuerzo: se llama “Las Mil y Una” y su nombre, de alguna manera, anticipó la historia de esta familia emprendedora.
“Un poco fue por el primer negocio que papá puso acá, y después fue ‘las mil y una’ para pagarlo, ‘las mil y una’ para sobrevivir acá en el campo, que estaba abandonado porque venía de la inundación del ’87. Tratamos de ir acomodándolo. Hoy ya hace más de 20 años que tenemos la cabaña con muchos éxitos”, dijo a Bichos de Campo José Latessa.
Pero “Las Mil y Una” es más que una cabaña. Ubicada sobre la ruta 33, cerca del Paraje Lertora, es también “las mil y una actividades agropecuarias”, ya que con los años aprendieron a no cerrarse en torno a una sola producción. Si bien se especializan en la cría de ovejas, con una majada de reproductores que supera las 250 cabezas de raza pura, Latessa y su familia también tienen 90 vacas, gallinas, algo de agricultura y hasta un emprendimiento de marroquinería y cremas faciales.
“En la cabaña se manejan tres razas diferentes. Una de ellas es la Pampinta, creada por el INTA Anguil de La Pampa. Es una de las primeras razas argentinas que la Sociedad Rural (SRA) aceptó como raza. Es triple propósito: carne, leche y lana. Cuando arranqué el emprendimiento teníamos un tambo ovino. Lo que hacemos es criar a las ovejas y las más destacadas se incorporan a la cabaña para engordarlas y mejorarles la lana. Son animales que después van a competir. Eventualmente vendemos reproductores. Tenemos la suerte de que exportamos animales a Paraguay y Uruguay”, contó el productor.
Pero la cría de reproductores no es el único proyecto: Latessa también mantiene con un socio un establecimiento con 700 ovejas Pampinta que destinan a la producción de carne. “Lo que queremos hacer en un futuro es que cualquier productor que quiera iniciarse en esto le podamos vender un proyecto ya armado. Estamos haciendo el trabajo con estadísticas, esquila preparto, ecografía, HPG, para tener (una carpeta con) el potencial de la raza. Haciendo las cosas bien, dando un buen plan sanitario, buena alimentación, sumado a la genética, esta raza puede llegar a un 170% a 180% de parición. Con 10 ovejas podes criar entre 17 y 18 corderos. Son muy melliceras”, señaló Latessa.
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En otra parte del campo se realiza agricultura, a la que desarrollan de la mano de contratistas rurales, y tienen una pequeña porción del establecimiento que destinan íntegramente a la producción de alfalfa, a la cual pican y entregan en comederos como parte de un sistema mecanizado de alimentación. “Eso nos permite tener una carga alta de animales. Manejamos 8,0 vacas/ha de alfalfa. Picamos y entregamos fresco a los comederos”, aseguró el bonaerense.
En cuanto a las gallinas, las mismas se alimentan a base de maíz, expeler se soja y cualquier “bichito” que puedan encontrar en la porción del campo en el que caminan libres. Cuentan con cuatro razas distintas, una de las cuales (“Araucana”) produce por genética huevos verdes y azules.
Como nada dentro del establecimiento se desperdicia, con los cueros de vacas y ovejas fabrican alfombras, cojinillos y almohadones, y con la placenta de oveja elaboran una crema medicinal. “Mi hermana le saca las células madres y hace una crema de placenta ovina que sirve para la rosácea, las manchas en la piel y ha demostrado muy buenos resultados”, aseguró Latessa.
Y como si esto no fuera suficiente, algunos fines de semana en conjunto con el INTA realizan actividades de turismo rural, en la que muestran las distintas producciones del campo. “Nosotros estamos acostumbrados, pero la gente en general no. Entonces vienen, les hacemos un cordero, una picada y se van contentos”, consideró el productor.
-Hay algo que te hace feliz acá.
En un campo chico como este si uno no le da el valor agregado a lo que produce, quizás no podríamos producir lo que producimos. Lo que hacemos es darle a todo valor agregado.
–¿Se puede vivir de estas 200 hectáreas haciendo todo este tipo de cosas o es muy complejo?
-Yo vivo de esto, alquilándole (el campo) a mi padre. No soy propietario. Pero gracias a Dios podemos vivir bien, trabajamos muchas horas y andamos por todo el país repartiendo animales, buscándole la vuelta. Tratamos de hacer lo mejor posible y que la gente quede conforme con el producto que producimos. Siempre decimos que el campo es chico, pero que el corazón es de una estancia.