Al presentar este miércoles el Plan Ganadero, el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, rememoró el episodio del “chanchito afrodiíaco” protagonizado por Cristina Kirchner en enero de 2010. Para la mayoría de la gente quedó como una simpática anécdota, cuando en realidad se trató de una clara muestra de la impunidad con la que se manejaba el matrimonio Kirchner. Esta vez no hablaremos de corrupción, que no es nuestro tema. Hablamos de vulnerar reglas desde el poder y naturalizar esta situación.
La humorada de Cristina cumplió más de una década. Sucedió el 17 de enero de 2010 durante un acto oficial en el que se anunciaba un acuerdo de precios para algunos cortes porcinos entre la ex Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), organismo que la propia Kirchner ordenaría disolver un año después por las incontables sospechas de corrupción, y la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP), que por entonces presidía Juan Luis Uccelli.
Domínguez trajo a cuento este recuerdo para intentar mostrar que ya por ese entonces, en su primera recalada como ministro de Agricultura, ya era una “política de Estado” que compartía con Cristina Kirchner la promoción de las carnes sustitutas a la bovina. Se mandó la parte diciendo que por entonces ambos ya preveían que en algún momento iba a faltar carne vacuna para atender el consumo interno y la exportación, como sucede ahora. Y que por eso promovían el pollo y el cerdo.
En aquel acto, como hecho de promoción de la carne porcina y en tono jocoso, Cristina comentó que Uccelli le había dicho que “la ingesta de cerdo mejora la actividad sexual”.
“Yo estimo que mucho más gratificante es comerse un cerdito a la parrilla que tomar Viagra”, dijo la ex presidenta, que se definió entonces como “fanática de la carne de cerdo”.
Hasta ahí todo bien. Pero quizás envalentonada por los aplausos Cristina siguió contando que “el anterior fin de semana cuando estuve en El Calafate, hizo un fin de semana fantástico, en lugar de corderito nos comimos un cerdito que me habían mandado desde Córdoba, al aire libre, riquísimo”.
De ese modo terminó admitiendo una grave falta que -en el grotesco de aplausos y risas- pasó desapercibida para casi todos. Pero no para todos.
Carne “patagónica” en Japón: La noticia no es a dónde llegó sino desde dónde viene
Por entonces, y ahora mismo también, resulta una grave infracción comer un cerdito producido en Córdoba en territorio de Santa Cruz y en toda la Patagonia, sencillamente porque en esa región -considerada como libre de fiebre aftosa sin vacunación- se prohíbe el ingreso de carne con hueso desde el norte del país, para poder mantener ese estatus sanitario privilegiado.
El cerdo es una de las especies más susceptibles a contraer aftosa. Y el virus que provoca la enfermedad suele alojarse en los huesos de los animales enfermos. Por eso durante decenas de años la Argentina se vio impedida de exportar a muchos países carne (vacuna y porcina) con hueso. Salvo que sea de la Patagonia, que goza dce ese estatus sanitario reconocido por los países que integran la Organización Internacional Veterinaria (OIE). Por ejemplo, en 2019 la Argentina logró vender carne vacuna por primera vez en su historia a Japón. Fue desde un frigorífico de Río Negro.
El chanchito que se comieron Néstor y Cristina en El Calafate implicaba un riesgo sanitario. Y por eso también estaba claramente prohibido por más que haya ingresado en avión, como seguramente sucedió.
Los ganaderos patagónicos temen por el relajamiento de la barrera sanitaria y reclaman a la Nación
Desde principios de los años 90 la región patagónica está protegida por una Barrera Sanitaria (primero se ubicaba sobre el Río Negro y ahora más cerca del Río Colorado) que intenta justamente evitar el ingreso de carne con hueso a la región. Cada tanto allí se secuestra algún costillar que intenta ser ingresado ilegalmente al sur de la barrera, debido al riesgo sanitario que implica.
Por esa misma razón, suele suceder que los habitantes y turistas de la Patagonia se quejan de que el asado es bastante más caro que en el resto del país, pues la región debe autoabastecerse con ganado producido allí mismo.
Antes de ser elegido presidente, Néstor Kirchner fue gobernador de Santa Cruz por varios periodos, y no podía desconocer la importancia estratégica de esta barrera sanitaria para los productores de esa región. Cristina lo acompañó todo ese tiempo y siendo presidenta de la Nación a partir de 2007 tampoco podía no entender de la importancia de la lucha contra la fiebre aftosa y otros planes sanitarios para preservar la sanidad de la región.
Sin embargo ese día de 2010 en El Calafate comieron dejaron el corderito patagónico para poner a la parrilla o la estaca un exquisito lechoncito cordobés. El clima estaba precioso y ellos gozaron al menos -si no de las dudosas cualidades afrodisíacas de ese tipo de carne- de una formidable impunidad para hacer lo que se les diera la gana.