Crespo es la capital nacional de la Avicultura y allí vive Juan Cruz Wagner, quien tiene muy cerca de esa localidad la granja familiar que él dirige y que cuenta con cerca de 60.000 gallinas ponedoras.
En la zona los productores son mayormente descendientes de inmigrantes alemanes o rusos (alemanes del Volga) que, al contar con establecimientos de dimensiones más bien reducidas, desarrollaron actividades intensivas, una de las cuales, precisamente, es la producción de pollos y de huevos.
“Hace muchos años que hacer agricultura en 30 o 50 hectáreas dejó de ser rentable y por eso quien tenía un galpón de 5000 gallinas fue metiendo otro y otro y así fueron creciendo”, comentó Juan Cruz a Bichos de Campo, quien dijo que en el sector últimamente se registran inversiones de empresas agrícolas que buscan agregarle valor a la propia producción de granos.
Si bien hasta hace algunos años atrás la empresa familiar de los Wagner podía considerarse mediana, en la actualidad es pequeña porque la escala productiva fue creciendo hasta montar unidades con 300.000 ponedoras.
Las empresas del sector, obligadas a participar del programa oficial de “Precios Cuidados”, trabajaron entre fines de 2020 y comienzos de 2022 con precios de quebranto que en muchos casos no lograban compensar los costos totales de producción.
Las empresas del sector quedaron muy “golpeadas” por esa situación que recién se revirtió en marzo pasado, cuando los precios mayoristas de venta alcanzaron por fin un nivel razonable en la actual coyuntura de aceleración inflacionaria (o depreciación del peso argentino).
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“Durante veinte meses y hasta febrero (de 2022) el precio estuvo planchado y en el verano (pasado) vino una ola de calor que redujo la productividad; la crisis fue larga”, señaló el empresario entrerriano.
La menor oferta, junto con la suba considerable de los granos registrada luego del estallido del conflicto ruso-ucraniano, hizo que los precios se acomodaran en cuestión de días ante el faltante de oferta.
“Desde que se redujo la oferta en el verano los precios se fueron a valores acordes a los costos y eso se coronó con el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania. Hoy cubrimos los costos, estamos bien, pero para recuperarnos de los veinte meses malos necesitamos mucho tiempo de margen positivo”, explicó.
Wagner recordó que una de las consecuencias de los períodos de crisis de ingresos es la descapitalización de las empresas. “No reponés aves y eso deriva en menos productividad”, afirmó. En su caso, al haber realizado una reposición de animales antes de que arranque la crisis, logró soportar la situación con mayor holgura, aunque no pudo evitar descapitalizarse.
Wagner además se refirió al debate respecto del sistema emergente de “gallinas libres de jaula” que pretende diferenciarse comercialmente de la metodología tradicional intensiva presente en el sector.
“Hay dos cosas para tener en cuenta. Primero hay que definir qué es el bienestar para cada uno. Si se otorga densidad de alojamiento adecuada, siguiendo las recomendaciones de cada línea genética de aves, el alimento balanceado bien formulado, acceso al agua, temperatura, es decir, todas las condiciones apropiadas y las gallinas así expresan todo su potencial genético, eso explica que está en una situación de bienestar y por eso producen”, explicó.
“La otra escuela quiere que la gallina está suelta y creo que es válido, pero incrementa los costos y pierde seguridad, porque no hay huevo más limpio que el que sale de una jaula. El animal que está caminando en el piso o entra a un nido pisa el huevo con su pata, que puede tener restos de excrementos y el control sanitario ahí es más difícil de tenerlo”, añadió.
“Además, querer mudar todas las gallinas de jaula a ese esquema representa una inversión muy fuerte y desde ya les digo que como producimos nosotros, en jaula, es la mejor proteína al precio más accesible. Querer soltar las gallinas es encarecer la mejor proteína en un país con un 50% de pobres y en eso hay un poco de inmoralidad”, resumió.