El que escribe este artículo y la mayor parte de quienes lo están leyendo tienen antepasados que no estaban presentes en 1810 en el Virreinato del Río de la Plata cuando un grupo de soñadores aprovecharon la coyuntura internacional para comenzar a imaginarse independientes. Resulta maravilloso que, a pesar de eso, todos experimentemos a la argentinidad como una parte constitutiva de nuestra identidad.
Pero, en lugar de hablar de anécdotas históricas relativas a ese suceso clave, deberíamos preguntarnos qué observarían hoy los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata (“Primera Junta de Gobierno”) respecto de los hechos presentes en nuestra realidad cotidiana. Tendrían, para hacer tal evaluación, una gran ventaja, pues en su viaje histórico aterrizarían en la actualidad sin los muchos preconceptos que tenemos nosotros para poder interpretar la evidencia cruda de lo fáctico.
Muy probablemente los integrantes de la Primera Junta entenderían que el país conocido actualmente como la República Argentina está gestionando por una oligarquía extremadamente eficiente, dado que esquilma los recursos presentes en el territorio –incluyendo a las personas que habitan en el mismo– para su exclusivo beneficio. Y que gran parte de los siervos, además de mostrar una sumisión pasmosa, incluso llegan a considerar tal circunstancia como el orden natural de las cosas.
Nosotros, un tanto aturdidos frente a semejante diagnóstico, seguramente preguntaríamos a Saavedra, Castelli, Belgrano, Alberti, Moreno y demás integrantes de la Junta cuáles son las razones para realizar una afirmación tan tajante que, en nuestra propia matriz mental, no percibimos como tal.
Y con mucha paciencia nos explicarían que luego del desastre climático más devastador del último siglo, Argentina aplica al sector agropecuario derechos de exportación que se cobran por adelantado y “retenciones cambiarias”, además de extraer recursos adicionales a través de diferentes fideicomisos supuestamente destinados a subsidiar el precio interno de alimentos básicos. También instrumenta cupos de exportación discrecionales y, por si fuese poco, solicita a las empresas agroindustriales que adelanten el ingreso de divisas a cuenta de futuras compras de granos en un campaña agrícola en la cual se perdieron la mayor parte de las cosechas programadas.
No es extraño –dirían– que, con semejantes extracciones, la actividad del sector agropecuario argentino, que venía cayendo en los últimos años, se haya derrumbado en lo que va 2023. Las presuntas “ayudas” que se destinan al agro en la actual coyuntura, además de ser misérrimas, están muy lejos de los fondos públicos que se derivan al sector energético.
La tragedia más vergonzosa: El agro argentino registró el nivel de actividad más bajo desde 2014
Además nos recordarían que las “retenciones” que se le cobran a todos por igual –ricos y pobres–, es decir, la inflación, en el territorio argentino están en un nivel del 108,8% anual, mientras que en Brasil se ubican en el 4,1%, en Paraguay en el 5,3% y en Uruguay en el 7,6%. “Miren a sus vecinos”, recomendarían. “Allí se pueden apreciar gobiernos y ciudadanos, pero no es el caso de lo que sucede aquí”.
También comentarían, luego de haber leído las noticias recientes, que Brasil está negociando con China la posibilidad de emplear sus propias monedas en operaciones de comercio exterior para evitar tener que recurrir al dólar estadounidense. Uruguay está negociando un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China. Paraguay mantiene su sociedad estratégica con Taiwán. Argentina, en cambio, luego de obtener un “swap” de monedas con China, está “mangueando” más yuanes para poder concretar una mayor cantidad de importaciones de ese origen. Adicionalmente, está pidiendo a EE.UU. que facilite más créditos de organismos multilaterales y un desembolso extraordinario del Fondo Monetario Internacional (FMI). “La oligarquía, no contenta con explotar a los siervos actuales, también quiere hipotecar la existencia de los que aún no nacieron en este páramo”, manifestarían.
La charla se haría por demás extensa y, en algún momento, alguien preguntaría qué podríamos hacer para librarnos del yugo de la oligarquía. Los integrantes de la Primera Junta, antes de regresar –bastante decepcionados, por cierto– a su época, probablemente recordarían que si ellos tuvieron éxito fue por el hecho de que la mayor parte de los habitantes del Virreinato deseaban ser independientes para regir su destino a través de sus propias decisiones. Y que si un esclavo, debidamente anestesiado, no comprende la naturaleza de su condición, es poco lo que puede hacerse al respecto.