En la provincia de Mendoza, la cima del cerro Aconcagua, que alcanza los 6.963 metros sobre el nivel del mar, es el punto más alto del continente americano. Moviliza a miles de andinistas, deportistas o senderistas que, entre diciembre y marzo, intentan “hacer cumbre” de este imponente cerro. Según informa el gobierno mendocino, en la temporada 2024/25 hubo 3.449 ascensos con cumbre, de los cuales 475 fueron de andinistas argentinos y 2.974 que provenían de otros 100 países.
Sopesando entre actividades de protección ambiental y turísticas existe el Parque Provincial Aconcagua (con 56 guardaparques y 9 seccionales), que recibió a más de 83 mil visitantes durante esta temporada. Esto es lo que se muestra y también lo que se ve.
Pero entre estos paisajes montañosos existe también un sistema de corrales antiguos y actuales que dan cuenta de una imbricada interacción entre los pobladores locales, representados por los arrieros, y este particular ecosistema. Hoy, las comunidades arrieras locales vienen redefiniendo sus movilidades y funciones a partir de las diversas transformaciones territoriales modernizadoras, como la que representa la creciente actividad turística.
“Históricamente las mulas trabajaron en el Ejército de los Andes, en el cruce con San Martín, fueron alrededor de 9.000 mulas, llevando las cargas y como monta. Mucho de la economía, del comercio de toda la región cuyana, sirvió como medio de transporte de los mercachifles hasta de los grandes comerciantes. Para toda la región cuyana, inclusive para el país, tienen una importancia histórica superlativa”.
“Actualmente solo se mantienen puntos muy acotados de la cordillera de los Andes, en el Aconcagua, la zona de Tunuyán, algunas partes muy acotadas del norte de Neuquén, San Juan y La Rioja. Ha disminuido muchísimo la utilización de la tracción a sangre para el trabajo en cordillera. Y los arrieros que se mantienen son el último bastión, son los que saben atar, arriar y llevar cargas”.

El que habla es el médico veterinario, magister en ganadería de zonas áridas y andinista Lucas Sbriglio, quien actualmente es coordinador del Programa de Bienestar Animal del Parque Provincial Aconcagua, que pertenece a Áreas Naturales Protegidas del Ministerio de Energía y Ambiente de la provincia de Mendoza. Ese equipo es el encargado de recibir y evaluar a las 1000 mulas que llevan insumos y productos para asistir a los andinistas que quieren ser parte de la aventura “Aconcagua”.
Lucas nació hace 45 años en Mendoza, y su historia lo acerca a este proyecto. “Yo comencé muy ligado al campo, sobre todo a los campos de cría del secano mendocino. Poco a poco la profesión se me fue juntando con otra gran pasión que es el ambiente y terminé trabajando en las zonas de montaña con todo lo que está relacionado con los animales”, comienza con el relato.
Agrega, buceando todavía más atrás: “Mi abuelo transportaba ganado a Chile en la Cordillera, cuando todavía funcionaba el Ferrocarril Trasandino. Yo alcanzo a ver el último coletazo del Trasandino, si bien no llego a participar porque era muy chico, es algo que siempre estuvo muy metido en la familia”.

Mientras prepara sus petates, pronto a salir hacia el Parque Provincial Aconcagua, Sbriglio comparte algunas experiencias y reflexiones con Bichos de Campo sobre el trabajo que vienen llevando adelante con las mulas y un equipo grande de actores diversos.
“Lo que hacemos es llegar cinco y media, seis menos cuarto de la mañana, esperar que ingresen los primeros mulares. Hacemos una lectura de chip, ya que todas las mulas están microchipeadas. Los arrieros te presentan un ticket mula donde figura el destino donde van a ir y donde figura el responsable técnico de la empresa. Con los guardaparques y arrieros se verifica que cada mula corresponda al chip anotado en el ticket mula, también la carga a nivel peso, a nivel equilibrio, se ve si hay lesiones, si las lesiones son o no invalidantes para hacer el trabajo, se verifica el estado corporal y se verifica el errado de los animales”.
“Si todo eso está en condiciones, se le permite el ingreso al parque, hasta las 14. En resumidas, se reciben los animales, se los evalúa y después siguen camino hacia los campamentos con todas las cargas que utilizan las empresas para recibir a los andinistas. En su recorrido también son monitoreadas por los guardaparques”, explica este profesional sobre las tareas substanciales de un día.
Pero la jornada laboral no termina pasado el mediodía. El equipo de veterinarios visita las instalaciones de las empresas que brindan el servicio de arriería, verificando la provisión de alimento y el estado de los animales. Cada empresa tiene un veterinario o encargado, con los cuales se viene trabajando de forma preventiva el bienestar animal a través de las visitas y la planificación de actividades. “Ellos tienen muchos años con las mulas y te comparten su conocimiento. Hay que estar abierto a que uno no tiene la verdad absoluta y en base al diálogo vamos diseñando las mejores acciones”, completa Sbriglio.
Son 20 empresas las que prestan este servicio turístico de alta montaña, pero solamente 9 las que tienen mulas y que las ofrecen a las restantes. Las empresas son las dueñas de las mulas y los arrieros son los encargados de armar las cargas, de balancearlas y de llevar la cuelga de mulas.
“Nosotros permitimos hasta cinco animales de carga por arriero. A veces hay mulas que son chúcaras, se te pueden enredar y van cargadas con 60 kilos, a veces con cosas frágiles, cruzando ríos, subiendo cuestas”, completa Lucas.
“Tenés dos recorridos diferentes. En la Quebrada de Horcones hay dos campamentos. Uno es Confluencia, que es un recorrido corto, de unas dos o tres horas, y tenés Plaza de Mulas, que es un recorrido largo, que son como ocho horas, a 4200 metros de altura. Esos se hacen en un día”, relata. “Pero por la Quebrada de Vacas, suben y bajan en tres días, Plaza Argentina hasta 4300 metros, pero son más o menos 40 kilómetros de exigente recorrido. Son 1.000 mulas las que hacen, aproximadamente, 14 mil tramos de estos recorridos, durante una temporada”.
¿Cómo es el Programa de Bienestar Animal que las protege? Sbriglio explica que “ha ido mutando, hubo años con programa y años que no ha habido. Este año salió a través de una resolución ministerial y es la primera vez que se está documentando todo lo que se hace, donde cada mula es monitoreada, fotografiada y seguida por los veterinarios del programa. Anteriormente, ha habido mulas sobrecargadas, lastimadas por mal uso o por uso excesivo, sin descansos planteados para los animales”.
En ese contexto, “el gobierno de Mendoza apostó por hacer un programa que fuera integral donde se tuviesen en cuenta los descansos, las lesiones, los pesos de las cargas, los implementos que pueden o no usar arrieros, ya que están prohibidas las espuelas, por ejemplo”.
“Es un planteo más holístico, más integral este año. Sumamos todas las experiencias que tienen los jefes del parque y guardaparques que han pasado por diferentes problemáticas a lo largo de estos años”, cuenta.

En todo este proceso convergen muchos actores, principalmente los veterinarios que protegen a las mulas; los empresarios interesados en llevar cargas, en armar los campamentos arriba y para ello requieren de estos hábiles y fuertes animales; los arrieros, grandes conocedores de los senderos y de los animales; los guardaparques, que son la autoridad de aplicación y controlan todo para que no haya ningún problema; y hasta la Fiscalía de Delitos Ambientales, que tomó cartas en el asunto por las denuncias que habían habido de maltrato.
Por otro lado, están los proteccionistas de animales, los que promueven que no haya tracción a sangre y ni trabajo animal. “Nosotros”, dice el veterinario, “hacemos foco en el bienestar animal, tratando de escuchar a los otros actores y lograr un trabajo armónico entre todos. Un animal no tiene que sufrir, pero también tiene que tener sus periodos de descanso, tiene que tener su buena alimentación, tiene que poderse mover con tranquilidad”.

Otro punto que pone en relevancia Sbriglio para el buen funcionamiento del programa es el perfil de quienes integran el equipo. “Son profesionales especializados, pero con una sensibilidad particular para este trabajo. El equipo está compuesto por las veterinarias Mariana Antequera y Verónica Ragazzone, especialistas en equinos deportivos. Después está Leonardo Martínez, veterinario con un paso importante por el hipódromo de Buenos Aires, Belén Domicio, una estudiante de doctorado que nos aporta mucho con los registros y los análisis de datos, luego estamos Julia Gutiérrez y yo, que somos veterinarios y andinistas también, y entendemos la dinámica del Aconcagua”.
La dinámica del Aconcagua ha variado mucho en estos últimos 20 años. “Cuando yo era muy joven y ascendí al Aconcagua por primera vez, los que subían eran bien andinistas. Entonces vos te pagabas tu carga para tu mulita y allá te hacías vos la comida. Ahora se comercializa una especie de turismo de altura, donde los clientes son más exigentes y piden más comodidades. Hay carpas-comedores con cocinas, se llevan baños ensamblables, hay hasta un bar y una muestra de arte en la altura”, señala Lucas.
“Se pasó del andinista puro o montañista a algo más deportivo o algo más turístico. Esa mutación ha hecho que cada vez se tengan que subir más cosas”. Allí aparecen las mulas nuevamente.

Reflexionando sobre los logros y proyecciones del programa, Lucas comenta que “lo principal es hacerle ver a los dueños de las empresas que la mula no es una unidad de transporte sino que es un ser sintiente, aunque nos sirve para trabajar. A partir de esto se han mejorado este año las instalaciones los corrales, las albardas los abajeros, todo lo que son los materiales para cargar. La idea es que esto quede institucionalizado, que no dependa de nosotros, que todo quede bien encaminado”.
-¿Y se podrá alguna vez reemplazar a las mulas?
-Hay muchos animalistas que quieren reemplazarlos con drones, con helicópteros o con orugas, pero el tema es el impacto. Puede ser que la tecnología de los drones, en algún momento, sea más adecuada, pero hoy no pueden llevar la cantidad de peso necesaria, ni tienen suficiente capacidad de vuelo. Las mulas son una tecnología generada por los humanos y siguen mostrando ser de gran ayuda en su trabajo y por no alterar el ambiente como lo hacen otras tecnologías. Es un sistema que está arraigado a la cultura local, que da trabajo y que mantiene vivos los conocimientos asociados. Lo que se debe cuidar es su bienestar, algo que estamos asegurando desde el programa.






Excelente nota!!!! Excelente trabajo del equipo de veterinarios y veterinarias q cuidan el bienestar de los animales de transporte. Creo, al igual q Lucas Sbriglio q la tecnología no siempre es la solución, al menos la q tenemos hoy. Por otra parte, las tradiciones y los conocimientos asociados tienen un valor igual o mayor q la “muestra de arte de altura”. Mucho hemos caminado la cordillera (yo no) desde tiempos inmemoriales, creo q tenemos q ser capaces de combinar conocimiento, realidad, bienestar animal y “humano”, trabajo para todos y nuevas tecnologías. Hay capacidades suficientes para lograrlo!!!. Felicitaciones por el trabajo!!!! Abrazos compatriotas…