Ante el panorama climático que hace prever un faltante de trigo de por lo menos 30% para la próxima campaña, y que ya está poniendo sobre el ring a la industria molinera y a los exportadores, transparentar la comercialización, trazabilidad y los procesos industriales debería ser una prioridad del Estado. Pero la única respuesta hasta ahora de la Secretaría de Agricultura ha sido la degradación de dos direcciones de línea (la de Fiscalización e Inscripciones) de la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario (la ex ONCCA), que deberían ocuparse de estos menesteres.
Diluido por esta decisión el poder de policía que tenía ese sector de Agricultura, la molinería y todas las industrias que tienen como insumo la harina de trigo padecen hoy la inacción del Estado en el control del procesamiento de ese grano.
Desde que Luciano Zarich asumió, tres meses atrás, en la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios, y la desaparecida DNCCA es controlada por él y dos directores de línea, lo que sucedió es que se levantaron las inspecciones a molinos sin explicación. Esto implica que se dejó de controlar el proceso industrial, las compras de trigo y las ventas de harina.
En este escenario, los molinos solo reciben inspecciones de la AFIP que se encarga de cotejar que el trigo hallado en existencia sea coincidente con el stock declarado en el Registro Sistémico de Movimientos y Existencias de Granos. El organismo fiscal revisa admeás Cartas de Porte de ingreso de Trigo, facturación y Remitos electrónicos de harina, sólo la documentación que ellos mismos habilitan.
Las agencias de recaudación provinciales, mientras tanto, solo controlan mercadería en tránsito, ya sea trigo, harina o afrechillo, pero no entran a las plantas de molienda y por lo tanto no hacen auditorías in situ.
En el país existen poco más de 160 establecimientos matriculados en el RUCA (Registro único de la cadena agroalimentaria). Esa matriculación normativamente tiene sujeta su vigencia a los procesos de fiscalización que el mismo organismo debería realizar.
¿Por qué no se fiscalizan más molinos desde Agricultura? No hay respuesta oficial y no se explica nada tampoco en el escenario complejo que se avisora para la comercialización del cereal en el 2023.
Fuentes que conocen ese paño recordaron además que hace 4 años entró en vigencia la Resolución 84/2018 que es la que obligó a todos los molinos del país a colocar un CEMT (Controlador Electrónico de la Molienda de Trigo). Este dispositivo mide el caudal de trigo que se procesa en el diagrama de molienda. Lo que resulta inexpolicable es que todavía no se haya reglamentado la norma mediante una disposición que establezca los parámetros del óptimo estado de operatividad al que se alude en aquella resolución.
¿Qué quiere decir? En la actualidad los equipos sólo se supervisan de manera remota, mediante un sistema operativo desactualizado y caído. El único dato cierto que declara es si el equipo transmite información a los servidores de la Secretaría de Agricultura o no lo hace. Esta desidia impulsa índices de marginalidad incalculables.
Si un CEMT no transmite datos no se puede establecer si es sólo eso o además el equipo no funciona. En esos casos el molino recibe una advertencia vía correo electrónico que nunca deriva en sanciones. Y como no se realizan inspecciones en las plantas no se verifica tampoco la situación real del equipo. Mucho menos se certifica si la empresa comercializa únicamente las harinas que tiene registradas, si hay allí usuarios de molienda no registrados, si se compra y procesa trigo en negro, si el consumo eléctrico es coincidente con los niveles de producción que la empresa declara, etcétera.
Entre un camión de trigo sin papeles y uno que ingresa a planta con su debida Carta de Porte hay una diferencia de 10.000 pesos por tonelada. Cada camión carga 30 toneladas y por lo tanto la tentación es muy grande.
Desde el punto de vista de la competitividad del sector molinero, esta falta de controles implica un retroceso porque premia a quien va por izquierda. Desde el punto de vista del Estado parece demasiado riesgoso no saber adónde va buena parte del trigo con el panorama que se viene.