La ardilla de vientre rojo (Callosciurus erythraeus) es un roedor originario de Asia que llegó a la Argentina en la década del setenta y se diseminó por a localidad bonaerense de Jáuregui. Desde allí se difundió hacia áreas rurales y urbanas, donde afecta negativamente aspectos ecológicos, de salud pública y de infraestructura, según advirtió un artículo de Sobre la Tierra, la página de divulgación de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA). La ardilla ya se detectó en Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Y ahora también dentro de la ciudad de Buenos Aires.
En efecto, un estudio conjunto entre la Universidad Nacional de Luján (UNLu) y la FAUBA confirmó su presencia en cuatro sitios nuevos de CABA y resaltó la necesidad de dar a conocer y detener esta invasión biológica.
El origen de esta plaga es historia conocida: Hace más de 40 años un empresario belga trajo a la ardilla de vientre rojo con motivos ornamentales. Se cree que no más de cinco individuos originaron la población que se estableció, creció y se expandió por todo el partido de Luján y por otros partidos vecinos. La ardilla no solo se transporta sola. “Además, muchas personas, al percibirla atractiva, la capturan y la llevan de un lugar a otro”, contó Mariela Borgnia docente e investigadora de la UNLu.
La investigadora agregó que para evitar el traslado de este roedor es importante que la gente conozca los impactos negativos que puede causar. “Daña a los árboles, ya sea comiendo sus frutos, sus semillas o sus cortezas, y reduce la cantidad y calidad de los productos forestales. En ecosistemas nativos representa un riesgo potencial para árboles y mamíferos autóctonos. En paisajes urbanos, roen cables, mangueras y caños, y provocan cortes de luz y de agua”, enumeró.
Borgnia también se refirió a los riesgos que puede significar el roedor silvestre para la salud de la población humana. La investigadora hizo mucho hincapié en que es portador de la bacteria que transmite la leptospirosis. “Por eso, es muy importante que las personas no toquen a las ardillas, y que eviten el contacto con sus heces y orina. Hay que tomar las mismas precauciones que con una rata”, advirtió.
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“Hace algunos años, escuchamos que la ardilla se encontraba en CABA, pero se trataban de individuos aislados. Ahora confirmamos con relevamientos y encuestas que existen al menos siete lugares en donde se liberaron ardillas, que podrían dar lugar a poblaciones estables en el futuro”, indicó la docente.
¿Cuáles son esos ligares? “El predio de la Ex-ESMA, el jardín botánico de Palermo y el parque de la FAUBA son algunos de los sitios afectados”, destacó Borgnia a partir del estudio que publicó en la revista científica Agronomía & Ambiente, junto con Silvia de Bargas y Alejandra Valverde, docentes de la cátedra de Producciones Animales Alternativas de la FAUBA.
“Hay que prevenir que la población de ardillas crezca y comience a ser un problema en CABA. Por eso, le pedimos a la gente que cuando vea a este roedor, avise a las autoridades. Generalmente, en los primeros 5 años, la población de ardillas crece sin causar grandes daños y por eso no se realizan denuncias. Cuando son pocas, no se ven tan fácilmente, pero están viviendo y colonizando el lugar. Una vez que los perjuicios son visibles, es más complejo manejar la población porque ya se encuentra en mayor número”.
Las ardillas requieren ambientes arbolados para desarrollarse y se acostumbran muy bien a la vida urbana. Se mueven de árbol en árbol por cables, alambrados y techos de casas. “En Luján ya sucedió que la especie invasora dañó cables y provocó que gran parte de la población se quede sin luz”, contó la especialista.
Borgnia explicó que esta invasión biológica se combate con un manejo a dos puntas. Una, es la prevención para evitar que aparezcan focos nuevos. Esto implica difundir folletería, divulgar la problemática específica de la ardilla y señalar los peligros de transportar especies silvestres en general. La otra, es el control. “Esta cuestión es más compleja ya que interviene la opinión pública y es una especie que cae simpática”.
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De todas formas, agregó que desde la UNLu están elaborando un protocolo de manejo para que adopten los municipios o los productores perjudicados. “Es importante asesorarse. Ya hay sitios en los que no se podrá erradicar la ardilla, pero sí se podría reducir la población a un nivel menos perjudicial”, afirmó Borgnia, integrante del grupo de Ecología de Mamíferos Introducidos de la UNLu, que pertenece al Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable (UNLu-Conicet).
Para concluir, la docente indicó: “Antes no se consideraba a las invasiones biológicas como un problema ambiental. Ahora sí. En nuestro país hay muchas especies invasoras, tanto animales como vegetales u otros organismos. Desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable se está elaborando una estrategia a nivel nacional para abordar la problemática y actuar en diferentes escalas. Para cada caso, se están evaluando las mejores estrategias de manejo”.