Debe ser difícil para cualquier persona enfrentar la hora del retiro. Pero más difícil debe serlo si quien debe jubilarse es un hombre que protagonizó el fenómeno económico más vigoroso que se haya registrado en la Argentina en las últimas tres décadas: el nacimiento y apogeo de la industria aceitera basada en el “crushing” de soja.
El cordobés Alberto Rodríguez ha sido un protagonista indiscutido de ese proceso. Desde 1973 estuvo vinculado con el sector aceitero en su Córdoba natal y hace 24 años se mudó a Buenos Aires, primero como gerente de la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara) y después como presidente en conjunto de esa entidad y del Centro de Exportadores de Cereales (Cec). Con socios de enorme envergadura, flor de intereses tuvo que representar Rodríguez todos estos años.
Ya es noticia vieja que Alberto dejará su puesto en la entidad que agrupa a las principales firmas exportadoras de la Argentina, con 30% del total de divisas, y que su lugar lo ocupará el ex agregado agrícola ante la Unión Europea, Gustavo Idígoras. Lo que es novedoso es encontrase con un Rodríguez tranquilo y dispuesto a conversar largo y tendido sobre su propia carrera y la importancia de la industria que él mismo ayudó a consolidar. Un pequeño lujo que nos dimos los Bichos de Campo.
Mirá la conversación que mantuvimos con Alberto Rodríguez:
“Mi idea original era terminar dos años atrás. No pudo pasar y me quedé un tiempo más. Pero ya anuncié que era mi último periodo y que me volvía a Córdoba. Ha sido una decisión muy meditada. Mi familia esté en Córdoba y mi idea era volver a los afectos”, cuenta de entrada.
Alberto Rodríguez recuerda que “empecé en el año 1973 trabajando en la Cámara de Aceites de Córdoba, cuando ni siquiera había soja. El cultivo empieza a aparece en 1975 y es recién en 1978 se llega al primer millón de toneladas. En ese momento estaba prohibida la exportación del poroto y Martínez de Hoz habilitó una cuota de 300 mil toneladas”.
“De ahí en mas vi todas”, dice. Y es cierto. “Yo creo que fue una historia muy rica, muy importante, Y que también le cambió la cabeza a los productores. Cuando vuelvo a la década del 70, el productor era muy tradicional. Pero ahí aparecen los hijos de esos productores, que comienzan a ser los primeros ingenieros agrónomos. Con la soja entra el agrónomo al campo y también un paquete tecnológico. Yo creo que esa fue la gran transformación”.
-¿Qué fue primero, la industria aceitera o la soja?
– La industria aceitera en general siempre ha tenido una capacidad ociosa. En aquel momento, cuando yo comencé, se procesaba girasol fundamentalmente, maní en Córdoba y un poco de lino, que todavía había. Cuando la soja comienza a aparecer como cultivo importante, cuando empieza a tomar volumen, la industria hace muchas inversiones, sobre todo en la década de los 90. La industria reaccionó rápido y a partir de allí traccionó para absorber todo los volúmenes de producción.
– ¿Y es cierto que terminamos teniendo el polo sojero más importante del mundo?
– La industria aceitera de China tiene mas capacidad, pero no tiene la tecnología que tenemos nosotros. En el caso local las plantas tienen una capacidad de hasta 20 mil toneladas diarias o más. Eso no existe en otro lugar del mundo porque esa tecnología fue desarrollada para la Argentina. En Estados Unidos la planta más grande puede estar entre 5 mil y 6 mil toneladas, y en China creo que hay una de 10 mil.
– Mirando para atrás, ¿qué temas pendientes le quedaron?
– Siempre aparecen temas pendientes. Uno en que me parece que no fuimos suficientemente incisivos, fue el tema ferrocarril. A medida que se desarrolló la soja fue notable que había zonas de producción más alejadas que necesitaban un sistema de transporte más eficiente y barato. Y ahí el ferrocarril tiene un papel relevante. Ese ha ido uno de los grandes déficits del sector: el sistema de transporte. Obviamente la profundización de la Hidrovía está dando vuelta desde hace rato. y también el tema vial, porque recién ahora estamos hablando de los bitrenes, cuando en el mundo están instalados desde hace rato.
– ¿Por qué piensa que la industria aceitera no es bien valorada por la sociedad?
– Convengamos que nuestra comunicación no ha sido buena y me siento responsable. Durante los últimos 25 años el sector recibió ataques, y uno de los problemas que tiene es que está formado por varias empresas multinacionales importantes. En general, ‘multinacional’ es es una mala palabra acá. Muchas veces ni siquiera se tiene en cuenta que en el sector también hay empresa nacionales que tienen el porte de las multinacionales. Una AGD, una Molinos Río de la Plata compiten de igual a igual con Cargill, Dreyfus o Bunge. Pero finalmente terminan estando todas en la misma bolsa.
– ¿Y cuál ha sido la relación con los sucesivos gobiernos?
– Siempre se lo ha visto como un sector que era pro-gobierno y que pedía medidas que el mismo sector cuestionaba. Cuando salió la Resolución 543, que estableció los ROE, y todo eso que sabemos como terminó, el único sector que presentó un recurso fuimos nosotros. Obviamente no nos dieron bolilla, pero no era una idea que nosotros hubiéramos apoyado. Siempre nos pedían que adelantáramos el ingreso de divisas e incluso se nos llegó a pedir que adelantáramos derechos de exportación. La contracara de eso es que el Estado le debía al sector mucha plata por devolución del IVA exportación.Esa cuestión recién se acomodó con este gobierno.
Alberto Rodríguez cierra la charla insistiendo con que los motes y calificativos no le hacen bien a nadie y mucho menos a la Argentina. “La verdad es que terminan haciendo daño. Buena parte de la sociedad toma esos conceptos y eso no ayuda al sector agropecuario. Si tiene una sequía la gente termina diciendo: ‘Y bueno, si total tienen plata’. Eso no sucede en otras partes del mundo. En otros países hay una sequía y todos se dan cuenta de que es un problema, porque toda la actividad económica se resiente mucho”.
Luego nos sonríe como pocas veces lo hemos visto y se despide de todos nosotros… para acercarse a sus nietos.