En el sector agrícola cada caso es un mundo y el resultado final de una campaña agrícola puede modificarse según cada productor, de acuerdo al rendimiento que obtenga, como haya financiado la campaña, si consiguió precios ventajosos para los insumos, si está lejos del puerto, si tiene maquinaria propia o si, y esto suele ser determinante, siembra en un campo propio o debe arrendarlo.
Pero un breve estudio publicado este viernes por al Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) sirve para entender por qué motivo empiezan a generalizarse las quejas de los productores de granos frente a la campaña sojera 2024/25, que ya se está sembrando, a la vez que crece el reclamo sectorial para que el gobierno de Javier Milei cumpla con su promesa de bajar las retenciones a la soja, que llegan al extremo de 33% y son determinantes también a la hora de definir si el cultivo es rentable o no lo es.
Parece una cuenta de almacenero, pero no lo es. Eso sí, calcula la campaña general sin contemplar los matices individuales de cada caso.
Se parte del precio a recibir por los productores, que viene fijado por el mercado internacional y “ha caído recientemente a su nivel más bajo desde el año 2020”. Ya descontadas las retenciones, se estimó un valor de referencia de 260 dólares por tonelada para la próxima cosecha, lo que implica 7% por detrás del valor promedio de la campaña 2023/24.
Del lado del volumen, se prevé una recuperación del orden del 6% en la producción sojera del año próximo, para llegar a 53,15 millones de toneladas, la más alta de los últimos seis años.
“Sin embargo, la suba de las cantidades no llega a compensar la caída en los precios, de modo que el valor local de la producción arroja una leve caída en relación con el año anterior”, avisa la BCR. La cosecha del próximo año valdría unos 13.786 millones de dólares. La del año pasado había significado 13.875 millones.
Ahora bien, para vender esa soja el año próximo habrá que gastar plata. Entonces, explica la bolsa, “sustraemos al resultado anterior el costo de cosecha y comercialización”, lo que permite llegar a un “valor en tranquera de la producción”, que es el dinero que finalmente recibe el productor. “Nuevamente se observa una leve caída del valor en tranquera proyectado para la nueva campaña respecto al valor estimado para el año en curso”,m dice el informe, que de todos modos muestra una fuerte mejoría respecto del año fatídico de la sequía de la campaña 2022/23.
Como sea, a los productores limpios le quedarían el año próximo unos 9.632 millones de dólares.
alcanza el 89%. Nuevamente, la mayor oferta se encuentra con un escenario de precios muy distinto al vigente en los últimos cuatro años, lo cual ha ajustado no sólo los márgenes del productor de soja sino también los de la industria y la exportación. En otras palabras, se ha contraído el valor de la producción de toda la cadena de la soja de Argentina, responsable de aproximadamente un tercio de todos los dólares por exportación que ingresan al país anualmente.
Ahora bien, los productores también tuvieron que gastar mucho dinero en el llamado “costo directo de producción”, conformado por las semillas, los agroquímicos y fertilizantes, y la contratación de contratistas. De esa nueva resta debería surgir el “resultado bruto para el productor”.
Como promedio general de todos los casos, y sin tomar como dato fundamental que el 70% de la soja se produce en campos arrendados (aquí no se ha calculado el costo de ese alquiler), la BCR estimó entonces que el resultado bruto promedio por hectárea sería en la campaña 2024/25 de 223,8 dólares, más de 60 dólares menos que el año pasado.
En definitiva, según esta cuenta de almacenero, al promedio de los productores le quedaría en limpio una suma de dinero que sería “un 20% por detrás del año inmediato anterior e incluso un 25% por detrás del promedio de los últimos cinco años”.
“Si se deja de lado el tendal de pérdidas que dejó la sequía, aún nos encontramos con los márgenes brutos más ajustados desde la campaña 2017/18”, se indicó.
Además el estudio avisó que este partido recién empieza y que estos resultados proyectados “si bien se sostienen en terreno positivo, son una señal de alerta. La soja apenas se está sembrando en Argentina y aún debe atravesar su período crítico durante el verano, requiriendo una normalización de las condiciones atmosféricas para asegurar que los rindes igualen, al menos, su tendencia a largo plazo”.