Como integrantes de la regional Justiniano Posse de Aapresid, hasta hace algunos años todo lo que la familia Mazza conocía era la producción extensiva de maíz, soja y trigo. No fue sino hasta que un vendedor de álamos visitó su campo en Laborde, al sureste de la provincia de Córdoba, que se tentaron con la idea de diversificarse y apostar por otra alternativa de tinte regional.
“Nosotros estábamos haciendo una forestación en el campo, una cortina de álamos precisamente, y apareció un hombre vendiendo estas plantas que traía de Mendoza. Ahí nos empezó a contar las virtudes de la ciruela, que en zonas como General Alvear y San Rafael tienen las características ambientales para producirlas”, recordó José Mazza, integrante de Frutícola Mazza, en una charla con Bichos de Campo.
El primero en dar el paso fue su padre, Ricardo Mazza, que se animó a comprar una finca de 300 hectáreas en aquella provincia cuyana. Y aunque podía parecer un tanto extraño esta búsqueda de un nuevo proyecto, el productor no se equivocó. Tanto es así que formaron el Grupo Mazza, que reúne a distintos productores de ciruelas para industria y trabaja sobre una extensión de 600 hectáreas productivas.
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“Agroclimáticamente, en Mendoza es donde mejor se desarrolla el cultivo de ciruela. Es donde se genera mejor contenido de azúcar, rasgo que hace que la ciruela argentina sea muy codiciada. La variabilidad climática que tiene el hace que sea de las más dulces del mundo. En nuestro caso la producción es 100% para la exportación. El mercado local no está desarrollado porque no está la cultura del consumo local”, contó José.
Del total de la producción obtenida por el grupo, entre un 70% y un 80% se destina a Estados Unidos. Por detrás se ubican países de Europa, en especial España; Rusia y Brasil.
“La variedad de ciruela para esto es la conocida típicamente como gota de miel, por su dulzura y tamaño. A ella le tenemos que sacar casi toda la humedad, llegando a tener entre 18% y 19%, para después almacenarla. A la hora de enviarla, ahí entra en juego la empresa de empaque, que la descaroza y envasa en cajas de diez a cinco kilos, de acuerdo al mercado”, detalló Mazza.
Para esto resultó clave el armado del grupo, que permitió dar con los volúmenes demandados por los mercados externos, y cumplir con las demandas de calidad y presentación, asegurando así la continuidad del negocio.
Es por eso que la familia también apostó a sumar trazabilidad a la finca, prestando atención sobre todo a la aplicación de las buenas prácticas agrícolas, y buscando aplicar lo aprendido en Aapresid.
“La realidad es que esto fue todo un descubrimiento. Le compramos la finca a este productor y en parte de pago le plantamos la parte de la finca de él. Entonces hicimos una unidad de negocio ahí. Nivelamos la finca para que el agua corra por los surcos, para que tenga una mayor eficiencia. Llevamos toda esta nuestra experiencia agropecuaria de acá para allá y en el trascurso del año aparecieron otras fincas. Todo lo que uno aprendió en Aapresid como la no remoción de suelos, la fertilización, lo llevamos para allá. De ahí que en la próxima finca que plantamos ya no se movía más el suelo, y empezamos con los riegos por goteo”, señaló Mazza.
-¿Sentís que tu experiencia en la agricultura extensiva te sirvió para hacer producción intensiva?- le preguntamos.
-Totalmente. Y eso nos ha llevado a tener más eficiencia en las horas y en la forma de trabajo. Hemos podido crecer en volumen de hectáreas por eso, porque hemos generado mucha eficiencia a la hora de trabajar. Tomar esa parte tan importante de la no remoción del suelo, le ha quitado mucha horas de laburo hombre, tractor, maquinaria, consumo de gasoil, y eso ha hecho más eficiente la producción. Y nos ha hecho más eficiente a nosotros a la hora de fertilizar, a la hora de producir.
-¿Y a la inversa? ¿La agricultura intensiva te dejó alguna enseñanza para aplicar en la soja, en el maíz, en el trigo?
-Sí. La exportación nos ha enseñado mucho. El tema de empezar a estandarizar los procesos, a usar el cuaderno de campo, a controlar los productos fitosanitarios que estamos usando. Nos ha educado productivamente sobre cómo hacer las cosas para que el mundo te empiece a ver agroecológicamente bien, porque la exportación te lo pide. Es muy importante para ellos esa parte.
-Son muy rigurosos con los protocolos.
-Muy rigurosos. Cuando conocimos el mercado americano era riguroso, pero cuando conocimos el europeo lo fue aún más. Es más, cada cajita que mandamos de ciruela tiene que estar bien controlada y trazada, cumpliendo con la cantidad de pesticidas que ellos autorizan, para que no haya ninguna otra traza en el proceso de producción. Entonces ya uno fue adoptando ese chip.
-Eso fue lo que fuiste trasladando a la agricultura extensiva que de granos, que es un poco más laxa a veces.
-Exacto. Y a la vez todo el tema de procesos, de estandarizar la empresa y de alinear a toda la gente que está trabajando adentro de la empresa.
-¿Fue divertido este cambio finalmente?
-La verdad que sí. Este sueño de mi padre después de varios años se vio realizado. La familia y yo en particular nos sentimos muy orgullosos porque la ha remado bastante y hemos aprendido en el camino a hacer un montón de cosas que no estaban en nuestro imaginario hacer. Hoy tenemos riego por goteo, defensas por helada, manejo de suelos, manejo de fruta, manejo de maquinarias. Tenemos chip cambiado. Y bueno, como hemos llevado enseñanzas para allá, también hemos traído enseñanzas para acá. La verdad es que ver a mi viejo orgulloso que está con todo esto es muy gratificante. Esto es algo totalmente distinto, es otra vida.