AgroLeaks, por Alejandra Groba.-
Salteño, ingeniero civil y empresario en sus cuarentas, Alejandro Martorell estaba buscando con su mujer un lugar para hacerse “una casa de dolce far niente”. Cuatro años llevaban sin que ningún lugar les hiciera un click cuando un amigo le contó que los hermanos Dávalos vendían un pedazo de la Finca Tacuil, en los valles calchaquíes, en la precordillera oriental.
A 250 km de Salta capital y unos 35 del pueblo de Molinos, por un camino vecinal con partes de cornisa, llegar allí desde la capital salteña implicaba cuatro horas de viaje con doble tracción; es decir, no era un lugar para casa de fin de semana. Sin embargo fue a verlo casi sabiendo que lo compraría.
De ese valle, Martorell, en sociedad con su padre, compró un centenar de hectáreas, y contrató al ingeniero agrónomo Daniel Ibarguren, porque ya tenía claro que iba a meterse en los arcanos de la producción de vino. Ingeniero civil, hasta entonces solo sabía lidiar con lo inanimado. “Aprendí que podés sufrir porque una planta se te muere, algo totalmente nuevo para mí”.
En Salta se consideran vinos de altura los que están a más de 1.500 metros sobre el nivel del mar. Son de los viñedos más altos del mundo. Tacuil está a 2.500 msnm. La gran amplitud térmica que se da a esa altura ayuda a la generación de taninos en las uvas.
Lo siguiente fue ir a Mendoza a estudiar vides y viñedos. En 2007 comenzaron a plantar en Tacuil y fundaron Altupalka, “alto valle” en quechua. “Fue difícil, había que mejorar una represa, armar los viñedos y, 15 kilómetros antes de llegar, pasar todos los materiales a camionetas chicas que pudieran ir por el camino angosto. Pero bueno, los argentinos tenemos el no fácil y pagamos caro por eso, así que lo hicimos”.
La decisión para hacer un vino bien distinguido fue poner mucha carga e incrementar el stress que de por sí ya proporciona con el lugar. Implantaron 7.000 plantas por hectárea, cuando lo habitual son unas 4.000. Así abarrotadas, dan unos 600 gramos de uva por planta, frente a los 2 kilos que se obtendrían del otro modo. Es decir, menos de medio litro de vino por planta.
“Con stress, las plantas protegen a sus crías, las semillas, que son las uvas: la piel se oscurece, la uva madura un poco antes. Así escapás de las heladas tempranas y todo esto influye en la calidad”, resume Martorell, ya habituado a las cuestiones de la agronomía.
El sistema de riego se armó por goteo, con agua de deshielo por declive, sin bombas. Respecto de las uvas, una recomendación fue hacer sauvignon blanc, ya que el torrontés no madura tanto a esa altura. “Fue una gran sorpresa, los sauvignon blanc de altura dan que hablar”, dice Martorell. Así, 2 hectáreas quedaron con esta variedad, mientras que las 11 restantes son de malbec.
En el medio, le ofrecieron otra finca menos difícil más al sur, en San Pedro de Yacochuya, al lado de Cafayate, que tenía 40 hectáreas útiles, más accesibles y sin limitante de agua gracias a un pozo de 220 metros que alcanzaba para irrigar cerca de la mitad. Allí las obras se demoraron porque aparecieron muchas piedras, pero luego de dos años, en 2010, comenzaron a plantar: 11 hectáreas de malbec y 9 de torrontés, que “por ese entonces era una promesa pero después no tuvo el incremento de consumo que se esperaba”. Por eso, hasta hoy no vinifican esta variedad sino que la venden a granel.
También en 2010 llegó la primera cosecha de malbec, de Tacuil. Con el asesoramiento experto de su amigo, el enólogo Roberto de la Mota, la vinificaron y llevaron a Mendoza para poner en barricas. Hasta hoy, está guardada. En 2012 la cosecha no fue lo que esperaban y decidieron venderla a granel. “No necesitaba vivir de esto sino hacerlo y lo mejor posible. Tuve mucha suerte”, explica.
En la cosecha 2013 salieron a vender la 2011 y arrancó la etapa comercial. “Es lo más difìcil, porque ya no depende de vos”. Entonces empezó la estrategia de catas, ingreso a vinotecas y restaurantes, darse a conocer, trabajar el boca a boca. “Es un producto de nicho, dependemos mucho de los recomendadores”.
La decisión por ahora es mantener la producción limitada. Este año van a hacer 30.000 botellas de vinos Altupalka, que son tres: Malbec Extremo, de Tacuil, que pasa por barrica y en 2013 marcó un 16,5% de alcohol, tendrá este año 7.000 botellas; Malbec-Malbec, mezcla 65% de uvas de Tacuil y 35% de Yacochuya, que no pasa por barrica y es “más fácil” al paladar, estaré en 18.000 botellas), y el blanco Sauvignon Blanc, de la “finca de arriba”, se llevará las botellas restantes. Además, van a vender 36.000 kilos de uva a otras bodegas de Salta, que es lo que “paga los gastos”.
El próximo paso sería tener la bodega propia. Quedaría en Cafayate, estaria relacionada con el arte y tendría algún espacio para recibir turismo. Pero para eso falta. “Este es el primer año que no va a haber que poner plata”, dice Martorell.
¿Es negocio? “Los negocios están muy afectados por un socio muy angurriento, el Estado, que así termina siendo un propagandista de la desinversión. Pero no todo es plata. Nos topamos con historias, como la de un hombre al que le gustó tanto nuestro vino que le puso Altupalka a su yegua de carrera. Tal vez no es mérito nuestro, es la altura de los viñedos, pero para venderlo tenés que estar convencido del vino que hacés”.
Soy una salteña que vive en S.C.de Bariloche…por supuesto fans absoluta de los productos de mi Pcia.por supuesto en primer lugar el vivo, ahora bien, alcance a degustar (de la Bodega EL ESTECO) el espumante torrontes ,,pero me resulta muuy dificil (diria que imposible) conseguir ahora, me he comunicado via e-mail con la misma bodega, incluso trate via telefonica y….no hay caso, Alguien puede proporcionarme alguna informacion al respecto? me interesa ..insisto el espumante de uva torrontes, ya que aporta el perfume y el dulzor de ESA uva.Agradecere cualquier dato.Muchas gracias,