“Yo soy nacido en General Alvear (cerca de Oberá), tealero y yerbatero de cuna. Mis abuelos que vinieron de Europa ya cultivaban té, cultivaban yerba mate, tenían barbacuá que se movía con la toma de fuerza con un tractor Zetor, y también secadero de té, donde se secaba arriba del techo del zinc porque no había cinta. Se enrollaba y se ponía arriba el techo y se aprovechaba el calor del verano para secar el té”.
Con esa descripción sobre el duro trabajo de toda su familia, se presenta el productor misionero Waldemar Schwider, que ahora cosecha ambas infusiones en la zona de San Pedro y ha apoyado activamente la protesta de los colonos en búsqueda de mejores precios para sus cultivos.
Su testimonio a Bichos de Campo es muy rico, porque Waldemar realiza casi un ensayo sociológico donde no oculta la desazón que le toca vivir a él, como tercera generación de una de las tantas familias inmigrantes que construyeron la provincia de Misiones.
Mirá la entrevista:
“El productor misionero fue mirado muchas veces con orgullo y con mucho respeto. (además es una de las provincias con mayor tejido rural, con una chacra al lado de la otra). Acá son lotes chicos, mensurados de 25 hectáreas, o media chacra de 12 hectáreas. Y bueno, así se iba cultivando el té, la yerba”, describe este veterano.
-¿Y esa escasa dimensión en algún momento alcanzaba para que vivieran esas familias?
-En la época de la adolescencia, la de mi padre y mi abuelo, sí, eran ricos en aquella época. Pero después se iba incrementando la familia y las cosas iban aumentando y el producto no acompañaba a la inflación. Entonces se tenía que buscar nuevos horizontes.
Eso fue lo que motivó al padre de Waldermar, que originalmente había heredado 50 hectáreas en General Alvear, a vender allá y emigrar a la zona de San Pedro. “Somos cuatro hermanos y él compró tierra para cada uno de nosotros. Y bueno, después se compró más tierra porque en el año 85/90 en San Pedro se regalaban las tierras, se cambiaba por una pareja de perros y una escopeta. Te vendían las tierras, porque los oriundos de San Pedro no cultivaban, vivían de cacería y de cosas así”.
-¿O sea que ustedes fueron colonizadores más o menos de esas tierras?
-No digo colonizadores, pero venimos a dar el impulso a la ciudad de San Pedro. Hoy San Pedro es la mayor parte productiva de la provincia de Misiones en yerba mate.
Waldemar nos cuenta que en el tiempo de Ricardo Barrios Arrechea (gobernador de Misiones con el retorno de la democracia en 1983), “la yerba era el oro verde. Nosotros sacábamos yerba silvestre, porque él liberó la extracción de la yerba silvestre del monte. Me acuerdo muy bien, yo era soltero, joven, en aquella época sacamos más de 100.000 kilos de yerba del monte y llevábamos a nuestro pueblo natal, en la colonia General Alvear. Nuestros patrones nos pagaba al contado. La yerba valía, tenía un súper precio”.
La ganancia que obtuvieron en aquellos tiempos “la volvimos a invertir en el mismo lugar con yerbas implantadas. Y superamos las cantidades, kilos, y bueno, son los cultivos que cuidamos hasta hoy. Todavía tenemos yerbas silvestres que cuidamos. Para nosotros es una planta muy querida y muy cuidada, como una planta nativa”.
-¿Cómo llegamos de aquellos años donde la yerba mate era considerada el “oro verde” a esta actualidad donde todos los colonos se quejan de los bajos precios y protestan?
-Son intereses de pocos industriales que manejan el monopolio comercial de la yerba mate. Por eso ellos nos pagan un precio muy irrisorio. Como ahora hay una libre comercialización, libre comercio, entonces ellos están avasallando el precio porque conocen la necesidad del productor. Porque hay muchos productores que no tienen estudio, que siempre dependen de otro, y por eso muchas veces pasan desacuerdos y esa desunión en nuestro sector productivo.
-Me han contado de productores que cobraron 80 pesos por kilo de hoja verde este año, cuando el año pasado llegaron a cobrar 300.
-El año pasado, en febrero, marzo, se ofrecía entre 380 a 400 pesos por kilo de la hoja verde. De ahí se vino en picada, y cada semana bajaba el precio. Cuando la gente empezó la cosecha gruesa, los industriales empezaron a bajar la yerba canchada a los secaderos, y el secadero trasladaba el precio irrisorio a los productores. Ahora tomamos esa decisión de no cosechar la yerba y pelearle el precio, porque ellos pueden pagar un precio mucho más mejor de lo que están pagando.
-Esa era otra pregunta. A los consumidores en Buenos Aires la yerba no les bajó, pero a los productores les bajaron el precio de la materia prima. ¿Alguien ganó en el medio?
-Nosotros vendemos la yerba verde, ¿sabe cuánto nos pagan la yerba verde? Hoy es el valor de tres chicles. ¿Qué son tres chicles? Y para usted cosechar un kilo de yerba tiene que esperar aproximadamente de tres a cinco años. Y tiene que estar en permanente cuidado para poder cosechar. Eso tiene su tiempo. Y se nos va la juventud, la vida nos pasa factura. No podemos seguir regalando nuestro producto.
-¿Qué reivindica esta medida de protesta, más allá de cuánto dure la decisión de dejar de cosechar?
-El mal precio de la yerba nos unificó los criterios de salir a manifestarnos y hacernos ver que nosotros somos más que ellos que son industriales y son dueños muchas veces de algún dinero. Nosotros tenemos la producción, así que nosotros ponemos precio a nuestro trabajo.
-La dignidad no tiene precio, dicen.
-La dignidad no tiene precio, efectivamente.
Háganse cargo, es lo que votaron!!!
Pobres votando a un gobierno elitista!!
El odio y la ignorancia son malas consejeros, hay que votar en defensa propia, a favor de uno, no en contra de alguien.
Las yerbateras les van terminar comprando sus plantaciones y sus tierras a dos mangos, en paraguay y brasil sobra yerba para exportar, las yerbateras importan la yerba canchada a menor precio que la hoja verde aqui.
Es el mercado, es lo que votaron ustedes, a llorar al campito, y no esperen que venga un peroncho y les saque la mandioca del fuego nuevamente, el peroncho que van a venir a arreglar este desastre no va a salvar buitres para que después le arranquen los ojos como lo hicieron los K
Vivan los monopolios, carajo!