En la provincia de Buenos Aires un empresario agropecuario encabezará en las próximas elecciones primarias la lista de una boleta como precandidato a diputado nacional, algo poco frecuente, dado que los primeros lugares suelen estar reservados a los políticos que viven de la política.
Pero la cuestión es que la mayor parte de la gente no lo reconoce como empresario del agro, sino como economista, porque no suele hablar mucho sobre sí mismo en las entrevistas.
Estamos hablando de José Luis Espert, oriundo de Pergamino, partido bonaerense donde precisamente se encuentra el campo familiar que administra junto a sus dos hermanos.
“Heredamos el establecimiento agrícola de mi padre, un inmigrante español, quien falleció recientemente. Para nosotros el campo era nuestra fuente de ingresos y la forma de vida de nuestra familia”, rememoró Espert.
“Desde chiquito mamé el campo: aprendí a manejar el tractor, a andar a caballo y realizar diferentes tareas rurales; es parte de mi vida”, añadió en diálogo con Bichos de Campo.
Luego de terminar la “colimba”, Espert comenzó a estudiar economía en la ciudad de Buenos Aires para desarrollar su toda su carrera en ámbitos porteños. “En ese período de mi vida lo vi un poco más de lejos el campo, hasta que me empezó a ir bien en mi profesión de economista y, junto con mis hermanos, comenzamos a alquilar campos de terceros hace unos veinte años. Y me empecé a meter mucho más en la actividad”, comentó.
Si bien en Pergamino se dedica sólo a la actividad agrícola, Espert también tiene una “pata” en la ganadería, dado que la familia de su esposa, Mercedes González, es propietaria de la cabaña Los Retoños, localizada en el norte de la provincia de Santa Fe y dedicada a las razas Braford y Brangus.
– Si bien desarrollaste una carrera como economista, conocés de primera mano los números del sector.
– Sí, claro. No sé si debe haber muchos economistas que tengan una idea cabal y profunda de la realidad agropecuaria. Soy una “rara avis” en ese sentido.
– Es cierto. No es fácil encontrar economistas que entiendan sobre cuestiones agropecuarias. Nos hemos encontrado con economistas muy conocidos que no saben cuándo se cosecha el trigo…
– Un día otro economista muy conocido me preguntó por qué en el sector agrícola se hablaba de campañas que incluían dos años, como 2020/21, ¿por qué si se produce en un año se hace referencia al siguiente? Increíble.
– Es algo llamativo porque la economía argentina depende del flujo de divisas que aporta el sector agropecuario.
– Por supuesto. Más allá de ser productor agropecuario, soy economista con cuatro títulos: soy licenciado, master y doctor en economía y además tengo una maestría en estadística. Cada vez que los precios de los granos andan bien, la economía argentina camina o evita una crisis. El sector agroindustrial, bien medido, es el que mayor valor agregado genera en el país. Vivimos en un país netamente agropecuario, por eso es demencial el genocidio económico autoinfligido que hace la Argentina con el sector más dinámico que tiene; por eso nos va cómo nos va.
– ¿Te considerás un defensor de los intereses del agro?
– Mis ideas son afines a los intereses del agro. Yo no defiendo al sector de manera corporativa, sino porque tenemos ventajas comparativas en agro que no las estamos explotando; es como tener a (Lionel) Messi para jugar al rugby en lugar del fútbol. Argentina sería un país con un primer estadio de desarrollo muy rico si tuviese al agro como aliado en lugar de combatirlo. Eso es la materia “Economía Internacional I”: dedicate a lo que sos bueno y después, cuando tengas recursos, comenzarás a explorar otras actividades, como hizo Chile, que empezó exportando cobre y hoy es uno de los principales exportadores mundiales de salmón. Si te enriquecés haciendo aquello en lo que sos bueno, después podés empezar a generar otros negocios. Nosotros con el delirio de la sustitución de importaciones empezamos a tratar de hacer industria pesada antes de poner “al mango” nuestra maquinaria agropecuaria, petróleo, energía eólica y turismo, por ejemplo.
– ¿Crees que va a haber espacio en el próximo Congreso para defender esos temas?
– Creo que vamos a hacer una buena elección y vamos a entrar al Congreso y si hay un proyecto de ley que voy a impulsar cuando sea diputado es transformar al Mercosur en una plataforma para que Argentina firme Tratados de Libre Comercio (TLC) con los principales países del mundo, porque el libre comercio es crítico para todos los sectores eficientes y dinámicos de la Argentina, como el agro, las economías regionales, la energía y la minería. El libre comercio es la bendición; el veneno es la sustitución de importaciones.
– ¿Por qué?
– Porque se garantizan rentas extraordinarias para los que sustituyen importaciones, entonces, ¿para qué vas a invertir en un sector con altos impuestos y perseguido por los gobiernos y que además es una industria a cielo abierto con los riesgos que eso implica? Por eso no es casual que muchas de las inversiones que se realizan en el agro provienen de gente que ha hecho grandes diferencias con la sustitución de importaciones, como es el caso de (José Ignacio) se Mendiguren.
– ¿Cómo sería la manera más conveniente de integrar a la Argentina con el mundo?
– Hoy la moda es firmar TLC más que abrirse de manera unilateral; será entonces a través de TLC con las principales economías del mundo, porque sin libre comercio el campo está perdido, así como también el sector energético y minero, las economías regionales y, en definitiva, el país en su conjunto. Argentina tiene mucho para venderle al mundo, pero a mucha gente esto le asusta porque las veces que Argentina abrió su economía al comercio terminó fundida y reventada la industria, pero eso no fue por la reducción arancelaria, como sucedió durante la gestión de (Carlos) Menem, sino porque el atraso cambiario provocado por el Estado al endeudarse externamente para financiar déficit fiscal. Creemos que el libre comercio es la “vaca sagrada”, pero para eso es indispensable hacer lo necesario para que eso no tenga vuelta atrás una vez implementado; eso requiere una profunda reforma del Estado para bajar impuestos, para poder competir con el mundo y una profunda reforma laboral para tener un mercado laboral acorde a las necesidades de la economía argentina. Lo que propongo no es nada original, sino lo que hacen las economías productoras de commodities.
– ¿La reforma laboral implica precarizar el trabajo?
– De ninguna manera: el trabajo ya está precarizado desde el momento que tenés seis millones de trabajadores en negro con estas leyes laborales.
– ¿Y cuál debería ser el tipo de cambio adecuado para el sector?
– El dólar es una cuestión instrumental: para que no se funda medio país cuando se abre la economía, es necesario hacer una fuerte devaluación, pero eso es instrumental, porque a la larga lo que se necesita para consolidar al libre comercio es una profunda reforma del Estado que permita reducir impuestos y una profunda reforma de todas las leyes laborales. Es necesario cambiar la “punta de lanza”, es decir, el desarrollo argentino no puede estar sostenido más con la sustitución de importaciones, sino con el libre comercio, para lo cual es necesaria una reforma fiscal y laboral, de manera tal que no haya vuelta atrás con el libre comercio, como pasó ya dos veces en el último medio siglo. El tipo de cambio es un cuestión instrumental, porque lo que importa son las cuestiones estructurales. Se necesita una reforma que reduzca drásticamente el tamaño del Estado, eliminando a los “ñoquis” y “transas” que le roban el dinero a los contribuyentes y a los buenos empleados públicos, para poder eliminar el déficit estructuralmente y bajar impuestos estructuralmente, empezando con la eliminación de los derechos de exportación.
– ¿Sos optimista con respecto a si en algún momento puede llegar a presentarse el escenario para implementar tales reformas?
– En este recorrido político corto, de dos años y medio que ya tengo, veo en políticos que no imaginarías que se dan cuenta que esto ya no funciona más, aunque no lo hacen por convicción, sino por conveniencia, porque entienden que con veinte millones de personas viviendo de planes sociales, seis millones de trabajadores en negro, cuatro millones en villas miseria, inseguridad y narcotráfico, este país va a ser cada vez más difícil de gestionar. Los que viven de la política ven que con la realidad social vigente el país se torna en algo inmanejable y empiezan a “parar la oreja”. Creo que hay una oportunidad interesante al respecto, pero –reitero– no por convicción, sino por necesidad de los políticos profesionales. Esta efervescencia de políticos liberales o pseudo liberales que aparecen en las diferentes listas de precandidatos, donde hasta (Florencio) Randazzo habla de la necesidad de una reforma laboral, todo eso comenzó en 2019 con mi candidatura (a presidente) y al parecer la pandemia y el mal manejo del gobierno con la cuarentena cavernícola profundizó la apertura de muchos, que ahora están dispuestos a escuchar ideas que nosotros venimos proponiendo hace décadas.