Mientras el presidente de EE.UU. Donald Trump sigue haciendo “bullying comercial” para incrementar a la fuerza de amenazas arancelarias las exportaciones agroindustriales estadounidenses –a costa de joder a las naciones de Mercosur que viven de eso–, acaba de lanzar una medida con un potencial inflacionario demencial.
Se trata de la Ley Genius (GENIUS Act), la cual establece el marco normativo para regular el uso de “stablecoins”, es decir, criptoactivos respaldados por activos reales.
El primer objetivo de la Ley Genius es consolidar el control de las empresas emisoras de stablecoins, dado que la principal compañía del rubro –Tether, emisora de USDT– este año trasladó su residencia fiscal desde las Islas Vírgenes a El Salvador, luego de que su CEO, el italiano Paolo Ardoino, se naturalizara como salvadoreño.
Tether asegura que por cada USDT emitido existe un dólar estadounidense de respaldo, aunque eso es relativo, porque, si bien el grueso de la base monetaria del USDT estaría conformada por títulos del Tesoro de EE.UU., la empresa además informa colocaciones en activos volátiles o difíciles de identificar, mientras que otra porción corresponde a préstamos colateralizados.
La Ley Genius determina que una stablecon, para poder operar en EE.UU., tendrá que aceptar ser auditada mensualmente y contar como respaldo dólares o títulos del Tesoro de EE.UU. Nada más.
La genialidad de la GENIUS Act –valga la redundancia– es que, además de asegurarse el control de tales criptoactivos, EE.UU. tendrá una herramienta formidable para convertir deuda en dinero, ya que, obviamente, quienes emitan “dólares digitales” no mantendrán la reserva en dinero, sino en bonos del Tesoro de EE.UU. que generan una renta (que en realidad no es tal porque la misma es equivalente a la inflación de la moneda estadounidense).
Si cantidades ciclópeas de títulos públicos van camino a transformarse en dinero líquido, eso sólo puede significar una sola cosa: una avalancha de prosperidad inmediata que más temprano que tarde derivará en una nueva escalada inflacionaria.
Mientras que Trump, por un lado, promueve una inyección de liquidez para potenciar el “derecho de señoreaje” hasta límites inéditos, por otro instrumenta acciones orientadas a neutralizar los intentos de desbancar al dólar estadounidense como referente monetario mundial.
El arancel adicional del 50% que aplicará EE.UU. a Brasil, sin ningún justificativo lógico, responde a esa estrategia, ya que tal acción representa un mensaje a los BRICS en lo respecta a los planes de los países de ese bloque de comerciar entre ellos con sus propias monedas sin necesidad de recurrir al dólar.
En tanto, Trump aprovecha su posición de poder para obligar a naciones asiáticas a comprar más productos agroindustriales estadounidenses, como es el caso de Indonesia –país integrantes de los BRICS–, que se comprometió a comprar más trigo de EE.UU. a cambio de recibir un arancel menor al anunciado inicialmente (trigo, vale aclarar, que dejará de comprar a otros países, como es el caso de la Argentina).
El hecho de que la potencia dominante esté actuando como un “matón” a escala global para imponer sus intereses, lejos de tratarse de una muestra de fortaleza, en realidad representa lo contrario, porque esa actitud refleja el temor a perder la hegemonía monetaria.
Salvo China –que tiene con qué hacerle frente a EE.UU.–, el resto de los países, en el actual escenario, deberían tener a los mejores profesionales en el ámbito diplomático, además de cuidar con esmero a sus activos estratégicos, que son, fundamentalmente, aquellos que permiten generar divisas.
En ese sentido, el sector agropecuario tiene un rol esencial , ya que año tras año crece la cantidad de gente que comprende que el dinero fiat no tiene respaldo alguno y que, ante la emisión descontrolada de ese recurso, lo más seguro es resguardar el capital en activos reales.
Más allá de lo que suceda en el orden monetario, aquellas naciones y empresas que cuenten con “reservas” de tierras productivas con capacidad para elaborar productos alimentarios, fibras y bioenergéticos, tendrán lo necesario para poder salir adelante cuando baje la marea y se descubra quién estaba nadando desnudo.
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