En estos tiempos en que la guerra vuelve a acechar nuestras vidas y nos lleva a preguntar por qué somos capaces de algo tan absurdo, el poeta santiagueño y autor de folklore Pablo Raúl Trulenque nos ayuda a buscar una respuesta al misterio del corazón y la mente del hombre, tan contradictorios.
En una breve reseña el portal Alero Quichua Santiagueño cuenta que Pablo Raúl Trullenque nació el 15 de enero de 1934 en Santiago del Estero. Quedó huérfano de padre cuando tenía cuatro meses de vida, pero luego supo elegir como su padrino intelectual a don Julio Argentino Jerez, el autor de Añoranzas, entre otros himnos del folklore santiagueño. Fue lustrabotas, vendedor de diarios y al fin, ayudante de sastre, oficio que le permitió ganarse la vida con decoro. Proveniente de una familia de músicos, desde temprana edad se dedicó a animar fiestas estudiantiles y recitar glosas escritas por él.
En 1957 se mudó a Buenos Aires donde se relacionó con el cantor Roberto Rimoldi Fraga, para quien compuso una serie de encendidas piezas de desbordante fervor nacionalista, como “Argentino hasta la muerte” o la obra integral “Los Federales”. En su vasta producción se distinguen dos vertientes: la etapa en que colaboró con Rimoldi Fraga y la otra, de mayor vuelo poético y temático, cuando se reveló como el autor más profundo y filosófico de su provincia. Tenía 66 años cuando falleció en la ciudad de La Banda, en su provincia natal, el 5 de septiembre del año 2000.
En la reconocida chacarera “Entre a mi pago sin golpear”, manifestó de modo genial una de las paradojas de la vida humana, que en el caso de los santiagueños han debido sufrir hasta hoy por tener que emigrar de su pago tan querido en busca de una vida con más oportunidades. Dice:
“Fue mucho mi penar andando lejos del pago / Tanto correr pa’ llegar a ningún lado. / Si estaba donde nací lo que buscaba por ahí”.
En otra canción “Cuando me abandone el alma”, quiso dejar su testamento y en él manifiesta su añoranza de la tierra donde nació, se crió y le dio una identidad tan profunda, cual es la “santiagueñidad”. Les compartimos un fragmento:
“Quizás añore en mi muerte, cosas sencillas, mi casa,
algún sueño no cuajado, mi hermosa y dulce nostalgia,
que siento cuando me acuden los olores de mi infancia.
La noble cara del campo o matear un día llovido,
oír en el patio anciano el coyuyal de changuitos,
esos vinos guitarreados en un remanso de amigos.
Cuando inaugures mi muerte, no llores mi noche negra.
Sembrame en mi pago. Luego, tapame con chacareras,
para que mi alma se lleve el corazón de mi tierra.”
Y fue en “La pucha con el hombre” donde el poeta pudo manifestar como pocos la contradicción esencial del ser humano. Les compartimos la letra y, al final, la versión cantada por Cuti y Roberto Carabajal.
“El hombre nace y muere a veces sin vivir
camina, desde el niño al viejo, sin gozar
de eso que él mismo le llama felicidad
y si la tiene aquí la va a buscar allá.
Tropieza tantas veces en una misma piedra,
fruta es que llega a “pasa”, sin madurar.
Si tiene tira o quiere tener mucho más.
Es un misterio, y es de la vida, la sal.
Tiene alma de guitarra,
encordada de estrellas,
y es una falta envido, su corazón.
Sólo se diferencia del reino animal
porque es el hombre el único capaz de odiar.
Pero mientras el hombre
se asombre, llore y ría,
será la fantasía que Dios creó.
Es una lágrima de niño y de crespín
es monte denso, copla, vida y manantial.
Y es muy capaz de dar la vida o de matar,
es luz y sombra, tierra arada y arenal.
La pucha con el hombre,
querer ser tantas cosas,
y nunca es más que cuando tan solo es él.
Es un camino que anda solo bajo el sol,
sendero trajinado por sueños de amor.
Es un bombo legüero garroteado de chango
con son de vino tinto y de carnaval. “
La Pucha con el hombre, letra de Pablo Raúl Trullenque y música (escondido) de Saúl “Cuti” Carabajal, interpretada por Cuti y Roberto Carabajal