Los cultivos llamados ‘de segunda’ son aquellos estivales que se siembran ni bien se cosecha el cultivo invernal; soja atrás de un trigo, maíz luego de una cebada o la combinación que sea entre las múltiples especies. Realizar dobles cultivos aporta diversificación económica, de riesgos, precios, clima, ingresos en distinto momento, etcétera.
Pero también el doble cultivo favorece la sustentabilidad de los campos, porque se aprovechan recursos que de otra forma se diluyen, como el agua de lluvia, o se evitan que en los meses fuera de cultivo los lotes se llenen de malezas, o que se terminan degradando esos mismos predios en desuso.
En esto hay consenso agrónomico: Intensificar los sistemas agrícolas con dobles cultivos y rotaciones bien planificadas, resulta hoy la mejor forma para estabilizar la producción en el tiempo.
El maíz, en general no ha formado parte de la paleta de dobles cultivos. Usualmente podemos hablar de un “maíz de primera’, que es aquel que se siembra a partir de septiembre y fuerte en octubre, y de un “maíz tardío”, cuando se siembra entre fin de noviembre y mediados de diciembre (buscando evitar los golpes de calor en floración). Ambos cultivos se implantan luego de un período de barbecho, donde los lotes permanecen libres de otros cultivos.
Menos frecuente es oír hablar del “maíz de segunda”, que es aquel que viene pegado a un cultivo invernal. Hacer maíces de segunda en zona núcleo o en el norte del país, no resulta tan dificultoso porque la ‘ventana’ para su crecimiento resulta suficiente. Pero en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde se hace aproximadamente 2 millones de hectáreas de cosecha fina (trigo y cebada) y se calcula 1 millón de hectáreas de soja, no existe esa misma posibilidad. Por eso la soja es el único cultivo que parece encajar en el período de crecimiento estival.
Cultivar maíces de segunda en el sur bonaerense es sumamente riesgoso, al menos con las semillas híbridas para zonas templadas que están disponibles. Teniendo en cuenta que al 1° de enero de cada año solamente menos del 50% de la cosecha fina se levantó y las primeras heladas pueden llegar sobre fin de abril o principios de mayo, con un ciclo de días frescos, los cultivares de maíz disponibles en el país no completan su ciclo o llegan con el grano húmedo a cosecha.
“Hasta el momento el maíz de segunda aquí era solo un micronicho con virtudes comerciales, pero solo se podía hacer atrás de una cebada -que libera el lote antes- y en las lomas -que se hielan después-, o cerca del mar, donde el frío es menor”, mencionó Aníbal Cerrudo (foto), investigador de la Unidad Integrada Balcarce (UIB), que nuclea al INTA y la Universidad de Mar del Plata.
MIentras la posibilidad de hacer dobles cultivos y buenas rotaciones es más dificultosa en el sur bonaerense, el monocultivo de soja como opción de verano ya comienza a dar señales negativas en cuanto a la aparición de plagas y mermas de materia orgánica. Es por eso que los ecofisiólogos de la UIB comenzaron a cranear las posibilidades de lograr implantar maíces con éxito y cierta estabilidad en la zona.
“El problema era que estábamos tratando de moldear el manejo para que se adapte a los híbridos templados existentes, en vez de buscar un material (semillas) que encaje en nuestras necesidades. Es así que fuimos a los semilleros a ver qué tenían en su portafolio y qué podían llegar a traer. Y ahí fue que Pioneer nos consiguió unas semillas de Canadá de ciclo ultra precoz”, contó Cerrudo en Bichos de Campo.
Aquí la entrevista completa con el investigador del INTA:
“Es así que probamos con un híbrido tan corto que tenía de madurez relativa (MR) la mitad que los templados que se usan en el país. Ese lo sembramos el 17 de enero”, mencionó Cerrudo, como una exageración en atraso de fecha. Así y todo, “llegamos a cosecharlo bien -seco- en mayo”, destacó. La variedad de maíz de estos ensayos se desarrollo en prácticamente en tres meses con días frescos.
Además probaron con otras dos variedades más (de MR 99 y MR 106) y otra fecha de siembra, con resultados igual de exitosos. Los rendimientos logrados rondaron las 8 toneladas por hectárea, un número más que aceptable.
De todas formas, Cerrudo destacó que la clave fue aportar estabilidad, sin importar que el piso sea de 5 toneladas. El foco de estos ensayos estuvo puesto en llegar a cosecha con grano maduro, seco y libre de problemas en la espiga.
De esta forma, con ensayos que avanzan con gran velocidad y en campos de productores ligados a Aapresid, parecería ser que los maíces de segunda llegarán como una opción más que válida al sur boneaerense, aportando una variante a la soja y sobre todo, pensando en una rotación más sustentable, ambiental y economicamente.