“¿Para qué voy a seguir yendo si nunca me toman y hasta me han roto el CV en la cara?”.
A horas de que el presidente Alberto Fernández promulgara la ley de cupo laboral para personas travestis, transexuales y transgénero, Maryanne Lettieri comienza esta entrevista contando algo que se sabe (y que igual resulta fuerte) y que esta ley apunta a cambiar: que el 80% de las mujeres trans sólo encuentra “trabajo” como prostituta porque la sociedad las ha encasillado ahí y que su promedio de vida es de 40 años, el mismo de 1900. “Por eso esta iniciativa apunta a que las empresas que realmente son inclusivas encuentren talentos y personal entre nuestros candidatos”, explica.
Esta iniciativa a la que se refiere Maryanne (que es profe de inglés y docente del Bachillerato Popular Mocha Celis) es Contratá Trans, una plataforma donde las personas trans que buscan trabajo pueden subir su perfil y su dejar currículum.
-¿Han recibido pedidos del sector agropecuario?
-No, hasta ahora ninguno. Aunque también hay otros rubros que aún no se han acercado.
-¿Cómo funciona Contratá Trans?
-Es un lugar donde las empresas inclusivas pueden encontrar talentos y, para las personas trans, implica cambiar la lógica de siempre al momento de buscar trabajo: les ahorra estrés, les evita ese mal momento de ir a una entrevista y ser maltratadas y responde a esa pregunta que todas las trans nos hemos hecho luego de una entrevista de trabajo: “¿Se habrá dado cuenta?”.
-Se viene avanzando mucho en la visibilidad de las identidades no binarias, sin embargo parece que el sector agropecuario sigue bastante ajeno. ¿A qué cree que se debe?
-Me parece que el campo está distanciado de lo que es la diversidad porque en ese rubro no hay presencia de personas, justamente, “de la diversidad”: de hecho, las personas trans de las zonas rurales o pueblos chicos migran a las ciudades porque no suele haber un acompañamiento a su identidad y son mal vistas en su entorno.
-¿Cómo se hace para cambiar esto?
-Sigue siendo un esfuerzo porque hay mucha resistencia. Todo cambio tiene que ser acompañado por la sociedad y en este contexto hay un choque generacional donde gran parte de la población se crio en una época donde esto se ocultaba y por lo tanto no nos piensan a nosotros ocupando espacios laborales.
-La ESI, Educación Sexual Integral, ¿ayuda?
-Cuando se la aplica en su totalidad, es decir, abarcando el tema trans, ayuda mucho. Lo que pasa es que muchas veces no se implemente de forma correcta y es más: cuanto más uno se aleja de las grandes ciudades, más difícil es implementar políticas de la diversidad o incluso hablar el tema. Y hablar de esto desde la primea infancia es clave porque es ahí donde comienza el odio.
-¿A qué se refiere?
-Al rechazo y al odio a las personas trans que viene con la crianza, por no haberte cruzado con personas diversas o, si las veías, repudiarlas porque es lo que te enseñaron tus mayores. Pensemos: ¿qué escuchábamos nosotros de las personas trans cuando éramos chicos?
-¿Puto, maricón?
-¡Como mínimo! Asociar la homosexualidad o la diversidad a lo malo viene desde la niñez, por ejemplo en el fútbol. Cuando alguien se caía o lo golpeaban, se le decía: “Dale, levantate, no seas puto”. Cuando te crías con todo eso y de pronto ves que una persona trans vive con libertad y se anima a decir quién es, esa libertad muchas veces molesta. Incluso hay mucha bronca en las personas que nunca se han animado a expresar su género y vuelcan su enojo con quienes sí se han animado.
-Recientemente se aprobó un cupo mínimo de personas trans en organismos públicos y se impulsa a las empresas a tomar la iniciativa. Esto despertó algunas críticas…
-En un mundo ideal donde las personas son valoradas por ser personas no hace falta cupos. Pero viendo la realdad de que solo el 6% de las mujeres trans tenemos un título terciario o universitario, el cupo ayuda a visibilizarnos en otras áreas, es ponernos en un lugar de empleabilidad más formal. Miremos a nuestro alrededor: si estamos en 2021 y ese “cupo” no se dio naturalmente, hay que impulsarlo. Somos un país con leyes avanzadísimas pero la sociedad tiene que acompañar.
-¿Esto ayudará a que haya personas trans también en el sector rural?
-Me encantaría porque los empleos no deberían tener género. El rótulo de quién puede hacer un trabajo y quién no, lo pone la sociedad y por eso hay que trabajar para disolver prejuicios. En nuestro caso, todas de algún modo cargamos ese estigma: yo trabajo como profesora de inglés pero más de una vez me han preguntado “cuánto cobrás” y no precisamente para darles clases. Y eso se debe a que se asocia una identidad de género a una profesión.
-¿Nos puede definir qué es ser trans y qué es CIS?
-“Trans” en la abreviatura de “transgénero” y se trata de una persona que expresa el género autopercibido diferente al que se le asignó al nacer. “CIS” es la abreviatura de cisgénero, que es la persona que desarrolla su identidad acorde al sexo asignado al nacimiento. Y ambas son independientes de su orientación sexual.
-Entonces podríamos preguntarnos: ¿qué es ser mujer? ¿Qué es ser varón?
-Es que la identidad no tiene nada que ver con la genitalidad; no se puede reducir todo a la biología. Lo que hay que entender es que frente a vos tenés una persona, nada más. Para nuestra sociedad (sobre todo antes pero todavía existe) mostrar debilidad o llorar es ser “puto” y “ser puto” es no ser hombre. ¿Y qué es ser hombre? Yo no sé, porque a todos nos sale agua de los ojos.