El panorama explosivo para la soja estadounidense –tal como anticipó Bichos de Campo dos meses atrás– finalmente llegó para quedarse.
Si bien la administración de Joe Biden hizo grandes esfuerzos para deprimir los precios del aceite de soja, por medio de la implementación de una política de biodiésel muy pobre respecto de lo esperado, la fuerza alcista de las cotizaciones de la harina de soja logró contrarrestar ese evento con creces.
La sequía presente en la Argentina, junto con la reticencia de los productores de ese país como vender tenencias de soja en una coyuntura económica muy complicada, hicieron en las últimas jornadas que muchos importadores no solamente comenzaran a gestionar compras de poroto estadounidense, sino también incluso harina de soja.
Ese fenómeno inusual para esta época del año provocó un alza espectacular las cotizaciones de los contratos de harina de soja en el mercado estadounidense CME Group, que son en la actualidad el principal fundamento de la evolución reciente de los precios del poroto en EE.UU.
Mañana el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) difundirá el nuevo informe de oferta y demanda mundial de productos agroindustriales y allí volverá a quedar claro que el stock final previsto de soja de EE.UU. para el ciclo 2022/23 es bajísimo aún sin considerar, en su completa magnitud, la catástrofe climática que está ocurriendo en la Argentina.
El problema es que ese fenómeno se registra a pocos meses de la cosecha estadounidense de soja y los consumidores internos de ese producto en EE.UU. no pueden quedarse sin reservas, con lo cual la única manera de intentar desincentivar a la demanda externa es aumentar los precios.
Pero como estamos hablando de un producto esencial para la seguridad alimentaria –no un bien de lujo o prescindible–, los precios, en la actual coyuntura, no tienen “techo” (a menos, claro, que aparezca en el horizonte un factor político o geopolítico disruptivo).
El usda es trucho como todas las estadísticas del mundo