Argentina acaba de perder –una vez más– una oportunidad histórica por el hecho de estar gestionada por personas que razonan de manera lineal en base a intereses inmediatos de corto plazo. El que no sabe hacia dónde va, no va hacia ninguna parte.
La completa y definitiva eliminación de los derechos de exportación no sólo hubiera resuelto el problema actual de escasez de reservas del Banco Central (BCRA), sino también los inconvenientes futuros en la materia, porque se habría puesto a trabajar a pleno a la principal “fábrica de divisas” que tiene la Argentina.
Sin restricción de divisas, el tipo de cambio podría alcanzar su nivel de equilibrio y se darían las condiciones para que ingresen grandes inversiones en minería, hidrocarburos, logística y turismo.
El ministro Luis Caputo, en cambio, optó por una medida desesperada –decidida en el ajetreo de un fin de semana– que no sólo promovió un conflicto interno en el ámbito de la cadena de valor agroindustrial argentina, sino que también provocó la furia de los “farmers” estadounidenses contra la gestión de Donald Trump. Las políticas distorsivas argentas son tan potentes que ya se internacionalizan.
La suspensión temporaria de derechos de exportación, además de tratarse de un delirio de política económica, genera un daño conceptual mayúsculo en el imaginario colectivo (o colectivista) de los argentinos, porque se sustenta en un supuesto beneficio que el Estado concede a un sector en particular.
Basta observar la realidad de las naciones vecinas para advertir que ningún país que vive de sus exportaciones agroindustriales diseña esquemas tributarios orientados a descapitalizar a las empresas agropecuarias, ya que, gracias al efecto multiplicador del agro, producciones agrícolas crecientes contribuyen a incentivar la riqueza y el empleo.
Por no querer asumir algo tan evidente, los sucesivos (des) gobiernos de la Argentina aplican parches sobre parches que generan respuestas parciales con fecha de vencimiento a costa de sumar inconsistencias estructurales que, inevitablemente, en algún momento se expresan en la realidad cotidiana. Quien tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra.
Con el régimen de suspensión temporaria de derechos de exportación el BCRA logró acumular reservas por unas semanas, pero a costa de la reaparición de la brecha cambiaria, que para los sectores exportadores –con el agro a la cabeza– representa una “retención” indirecta.
El perjuicio generado por la política intervencionista del gobierno de Javier Milei no sólo es económico y, en consecuencia, también social, sino además cognitivo, porque, al “vender” comunicacionalmente una suspensión de retenciones que no es tal, no serán pocos quienes asocien el fracaso de la política económica con una supuesta ventaja ofrecida al campo, que en los hechos no es otra cosa que devolverle una porción de lo robado.
Al articulista la falta conocimiento.
La produccion granaria se lleva a cabo en un 70% sobre tierras arrendadas.
En valor soja, el promedio q pagan los arrendatarios a los propietarios es de 16 quintales FIJOS por hectaria
Si quitaran en forma permanente las retenciones, estos arriendos subirian exponencialmente. La sencilla razon, es que la demanda existente, supera ampliamente la oferta.
Por lo tanto, lo q el estado resignaria recaudar por retenciones, iria a aterrizar en corto tiempo a en mos bolsillos de los propietarios de tierras, quienes en su mayoria son rentistas pasivos y no arriesgan en la produccion.
Seria muy importante q quienes difunden sus analisis sobre estas cuestiones, se esmeren en APRENDER
Nota brillante.
Felicitaciones al autor por ser tan claro.
No se entiende aún que haya un equipo económico que se dice liberal, que no haya elimado aún los DEX.
Es increíble que un país necesitado de divisas cercena los precios de exportación, de sus productos más competitivos