La Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Bolsa de Comercio de Rosario proyectan, hasta el momento, una cosecha argentina de maíz comercial 2023/24 de 56,5 y 57,0 millones de toneladas respectivamente.
La realidad es que ambas cifras deben ser puestas en “cuarentena” hasta mediados del presente año, cuando se haya cosechado la mayor parte del maíz tardío, porque un factor inesperado y de gran impacto puede alterar las cifras definitivas de manera dramática.
Se trata de la expansión territorial de la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis), la cual actúa como vector de una enfermedad (Spiroplasma kunkelii) que es extremadamente dañina y, por sus características, es muy difícil de controlar.
Este martes la Bolsa de Cereales de Buenos Aires indicó que la superficie potencial con “algún daño significativo” por Spiroplasma podría ascender a 360.000 hectáreas, lo que implica el 5% del área nacional de cereal.
“La variabilidad tanto en la incidencia como en la severidad de la enfermedad en los planteos tardíos del cereal generan incertidumbre de cuál es la perdida real en la producción de las zonas más afectadas. Esto subraya la importancia de enfocarse en el relevamiento de los rendimientos a cosecha para comprender mejor el impacto de la enfermedad”, apuntó la Bolsa de Cereales.
Además del potencial daño indirecto promovido por ser vector de Spiroplasma, la plaga genera un perjuicio directo a la planta porque se alimenta de savia, lo que produce pérdida de rendimiento potencial. Es decir: no sólo hace daño la chicharrita infectada que transmite Spiroplasma, sino también la que está “sana”.
Recientemente la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA) y el Proyecto Plagas CREA organizaron una jornada en formato virtual para poner a punto todo el conocimiento disponible sobre el problema.
En la misma el brasileño Clérison Perini, entomólogo de la empresa de consultoría y capacitación agrícola Proteplan, comentó que el año pasado en zonas productivas del estado brasileño de Mato Grosso lograron una reducción considerable de la población de la plaga.
“Tenemos que aprender a convivir con la plaga, pero la clave es aprender a gestionarla para mantener un nivel de población bajo que sea controlable”, afirmó.
La primera línea de defensa contra la plaga vector de la enfermedad de Spiroplasma es la elección de híbridos tolerantes. “En Brasil los materiales más susceptibles ya fueron retirados del mercado por las propias compañías semilleras”, indicó Perini.
El uso generalizado de curasemillas resulta esencial para mantener a raya a la plaga, el cual es complementado con aplicaciones de insecticidas (acefato, metomil, profenofós, isocicloseram y buprofezina, entre otros) y productos biológicos a base de hongos, entre los cuales se incluyen Beauveria bassiana, Isaria fumosorosea, Metarhizium brasiliense y Batkoa sp.
Entre las pautas culturales para evitar la propagación del insecto, el investigador brasileño mencionó no hacer maíz sobre maíz, evitar la dispersión de granos durante la cosecha y el transporte, sincronizar a nivel regional tanto las fechas de siembra como los tratamientos para evitar que la plaga salte de un campo al otro e instrumentar un monitoreo sistemático semanal de la población del insecto para anticipar ataques severos.
Especialistas de la a Estación Experimental Obispo Colombres (EEAOC) comenzaron, por su parte, que llevaron adelante un ensayo en condiciones controladas para evaluar el impacto de tratamientos de semillas con diferentes productos y dosis.
“Una evaluación realizada en San Justo (Santa Fe) este año con clothianidin combinado con un recurado con teametoxan con una dosis de 600 cm3 por cada 1000 semillas, evidenció cierto control de la enfermedad; el lote testigo lindante a ese ensayo estaba completamente perdido por la enfermedad”, adelantó Alejandro Vera de la EEAOC.
Un ensayo realizado por la AAEOC con aplicaciones foliares de distintos productos y dosis mostró que esa herramienta de control no resultaría efectiva para controlar a la población de insectos en situaciones de alta presencia de la plaga. Sin embargo, en situaciones de incidencia baja a intermedia los tratamientos mostraron una mayor efectividad. “Esto nos indica que el éxito del control químico depende del previo manejo de las densidades poblacionales de la plaga”, resumió Vera.