“En marzo del 82 nos embarcamos con rumbo desconocido. Yo pensé que íbamos contra Chile por el Beagle, pero en medio del viaje nos enteramos que íbamos a Malvinas. Desembarcamos el 2 de abril, junto a una avanzada de 800 infantes de marina, con la orden de tomar a los Royal Marines que hubiera y mandarlos de vuelta, tratar de no ocasionar bajas y respetar a los ciudadanos que para nosotros eran argentinos”, recuerda Pablo Mana, hoy criador de caballos de polo, de estrecho vínculo con “Adolfito” Cambiasso, La Dolfina y su familia.
En Malvinas fue protagonista de una foto histórica que recorrió el mundo: él con la bandera inglesa, enrollada bajo el brazo. De eso también habla en el capítulo 129 de la sexta temporada de El podcast de tu vida.
Mana nació en Vicuña Mackenna, Córdoba. Se crio frente al club del pueblo haciendo todos los deportes que pudiera. También en el campo, con su abuelo y su padre, que tenía una “hechura” de caballos y “taqueaba” cada tanto.
Un día, de casualidad, hará 20 años, conoció a Cambiasso, para muchos el mejor jugador de polo de la historia mundial, con una entrañable anécdota de por medio. Años más tarde, le fue a pedir trabajo y así arrancó su vínculo con La Dolfina y la familia. Cada año, se va a pasar junto a ellos la temporada alta del polo, en la que los equipos se preparan para jugar la Triple Corona: Hurlingham, Tortugas y Palermo.
Hace cinco años tiene una sociedad con las hijas de “Adolfito”, Mia y Myla, en la que cría potrancas raza de polo argentino que luego venden. Casado con Paola Casanova, padres de 4 hijos: Augusto, Mateo, Pilar y Santos. Pasen y disfruten…
-Contame de tu infancia. ¿Dónde naciste y creciste? ¿Con quienes?
-Nací en 1962 y me crie, incluso hoy vivo, en Vicuña Mackenna, sur de Córdoba. Mi padre tenedor de libros, una especie de contador público de la época, llevaba los impuestos de muchos. Y mi mamá maestra de escuela primaria, terminó siendo directora. Yo soy el mayor de cuatro hermanos, único varón. La casa donde nos criamos, que aún hoy vive una de mis hermanas, era frente al club social del pueblo. Me crie en el club jugando a las cartas a la siesta, al pingpong, básquet, fútbol, tenis, era el patio de mi casa. Una vida muy tranquila.
-¿Había campo en esa niñez?
-Mi abuelo paterno era contratista rural, hijo de italianos. Me acuerdo de chico la casa de mi abuelo, muy humilde, todos los inviernos la famosa carneada. Esa vida rural la vivíamos mucho. Y mi padre era muy inteligente y se dedicó a los números, pero nunca perdió el vínculo con el campo. Y de hobbie tenía una “hechura” de caballos de polo que vendía, también taqueaba los fines de semana.
-Contame de Malvinas, tenías 19 años. ¿Dónde habías hecho el servicio militar? ¿Cómo te llamaron?
-En el sorteo para hacer la conscripción me tocó número alto, Marina. El 2 de agosto de 1981 nos llevaron a Pereyra Iraola para hacer la instrucción. Nunca en mi vida “bailé” tanto. Una preparación impresionante. De ahí a Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca. Yo pedí ir ahí porque mi mamá era de Punta Alta, entonces tenía amigas. Y gracias a como soy yo, de relacionarme, terminé siendo chofer del comandante. Cuando me faltaba poco para la baja se arma lo de Malvinas. El comandante en una reunión que lo llevé, yo notaba que eran reuniones distintas, y me dijo que era secreto pero que “iban a hacer algo importante para el país”. Y me dijo, “no te voy a dejar afuera”. Nunca me imaginé que era Malvinas, yo pensaba que era el tema del Beagle.
-¿Y entonces?
-En marzo del 82 nos embarcaron con rumbo desconocido en el buque de tropa Cabo San Antonio. Pero yo fui como asistente del comandante del Batallón de Comunicaciones. En el medio del viaje, tuvimos la arenga del almirante (Carlos) Büsser que nos dijo a dónde íbamos y la importancia que tenía. Desembarcamos el 2 de abril con la orden de tomar a los Royal Marines que hubiera y mandarlos de vuelta, tratar de no ocasionar bajas y respetar a los ciudadanos, que para nosotros eran ciudadanos argentinos. Y salió a la perfección. Hubo un solo muerto que era el capitán (Pedro Edgardo) Giachino, que cambió de posición y le pegaron una ráfaga de ametralladora en el estómago, y murió desangrado porque no se pudo llegar a atenderlo.
-¿Tuviste miedo?
-No, nunca tuve miedo. No veíamos la hora de llegar a donde estaba el combate. Ahora me doy cuenta de que era por la edad que tenía. Uno se cree que es inmortal.
-¿Y lo de la famosa foto con la bandera inglesa? ¿Cómo surgió?
-La máxima defensa de la isla no fue en el cuartel de los Marines, sino en la casa del gobernador. Ahí tomamos prisioneros a Royal Marines. Y lo primero que pensé es “nadie me va a creer que estuve acá, me tengo que llevar algún recuerdo”. No tenía noción de qué iba a pasar después, cómo se iba a informar. Me metí a la casa del gobernador, que estaba impecable. En el escritorio había dos o tres monedas, que agarré, un sello, una taza, pavadas. Y cuando salgo, veo el cofre con la bandera inglesa doblada, que no se había llegado a izar porque nosotros habíamos desembarcado antes. Rompí el cofre y la saqué. Cuando salgo de la casa del gobernador había un fotógrafo de Telam que sacó esa famosa foto que recorrió el mundo.
-¿Te la quedaste vos?
-No, me la sacaron y está en el Museo de Puerto Belgrano de la infantería.
-¿Volviste a Malvinas?
-No, no me gusta. No me gusta tener que presentar un pasaporte extranjero. Dicen muchos que han ido o les gustaría ir porque quieren cerrar una herida. Yo no tengo heridas abiertas allá. Yo la pasé bien. Estuve en la parte linda.
-Claro, vos ni frío pasaste.
-No, claro. Por eso. Nosotros tenemos con amigos un museo itinerante que va recorriendo pueblos y ciudades. Y yo veo a los muchachos que están en ese grupo y hay tipos que la han pasado mal. Como el “Polaco” Buffarini, que le explotó una bomba al lado de él y las esquirlas lo desfiguraron, tiene una cantidad de operaciones. Y ese la pasó muy mal. Es como si fuese otra guerra.
-Demos vuelta la página, contame de los caballos, el polo, cómo conociste a “Adolfito”…
-Yo jugué pero era malo, malo. Y con “Adolfito”, cuando él jugaba en Ellerstina, tenían un campo cerca de nuestro pueblo. El primer contacto que tuve fue porque le conseguí una mula porque él tenía pumas en el campo y decían que la mula los ahuyentaba. Vino al pueblo con María Vázquez a comprar unas revistas, cargamos la mula, charlamos cinco minutos y nada más. Yo sin saber que Adolfito era ya tan groso. Después yo me fui dos años a Buenos Aires, a gerenciar una parrilla de un padrino de uno de mis hijos. Y un cliente, hablando de caballos me dice que quería conocer a Adolfo Cambiasso y regalarle una camioneta de una marca que él vendía. “Intimo amigo mío”, le dije… ¡caradura como buen cordobés, yo! Me volví loco llamando a todo el mundo hasta que un día me contacto con La Dolfina, justo me atiende Cambiasso y le conté del hombre y el auto. Me acuerdo que lo esperé en el estacionamiento y le anticipé que me había tomado el atrevimiento de decir que era íntimo amigo de él. Después, en frente del hombre me abrazaba como si fuéramos amigos en serio…
-¿Y cómo siguió?
-A los dos años me volví de Buenos Aires, y andaba boyando, y fui a pedirle trabajo. Me dijo que tenía un mercado de corchos, si me quería encargar de eso. Después le organicé un par de torneos en el Washington Polo Club, donde había jugado mi padre y yo también había jugado. Y tiempo después me dijo de ir a organizarle las prácticas de La Dolfina. Y desde ese día voy los tres meses de la temporada. Eso fue hace unos 12 años.
-Tenés una linda relación con los tres hijos de Cambiasso y María Vázquez.
-No es fácil, para esos chicos, ser hijos de dos famosos. Por más que ellos tengan una vida normal. Mia, la mayor, sabe muchísimo de genética. Poroto, un chico bueno, que no tiene maldad. Ya es un crack. Pero todavía le queda mucho por aprender. Y la más chiquita, Myla, es divina. La más parecida a la madre, pero anda a caballo impresionante. Hoy ella es mi compinche.
-Este año se armó un equipazo para la triple corona con “Adolfito” y “Poroto”, y los hijos de “Lolo” Castagnola, “Barto” y “Jeta”, que a su vez sobrinos de Adolfito y primo de Poroto. ¿Cómo ves esa yunta?
-No es fácil, son todos figuras y jugando con el mejor de la historia. Los chicos lo admiran a Adolfito. Va a haber chisperío seguro, porque el viejo es viejo zorro y estos son jóvenes, pero tienen una calidad los cuatro tremenda. No va a ser difícil ensamblar. Pero ojo, también se han armado otros equipos que pueden andar bien. Hay mucho futuro en el polo.
-¿Es el dream team del polo?
-En realidad, es un equipo de familia con cuatro extraordinarios jugadores. El verdadero Dream Team, para mí, fue (Juan Martín) Nero, Pablo McDonough, Pelón (David Stirling) y Adolfito. Ganaron todo.
-De todos los campeonatos que viste de La Dolfina, ¿Hubo alguno que festejaste más?
-El que más disfruté fue el que ganó “Poroto” con el padre. “Adolfito” se jugaba una carta fuerte con su hijo. Convencieron a Juanma Nero que se quede en el equipo, y con “Pelón” armaron un equipo que salió campeón, pero para mí salió campeón “Poroto”. Me acuerdo que ese día de su debut lo llevé yo porque él no tenía carnet todavía.
-¿Qué son para vos los caballos en tu vida?
-Hoy, primero, un ingreso. Cada potrillo que vendo es mi medio de vida. Pero no los vendo como una mercancía. Lo veo nacer, lo amanso, lo veo crecer, lo veo trabajar después. Es una satisfacción grande. Y si después juega a buen nivel es lo mejor que te puede pasar.
-Llegamos al pin-pong de este podcast. ¿Qué te despeja la cabeza más allá de lo laboral?
-Yo tengo muchas cosas. No vivo trabajando (se ríe). Me levanto a la mañana, tomo unos mates con los muchachos que me ayudan, y me voy a la YPF de Mackenna con mi barra de amigos. Es una pavada, pero hablamos de la vida y me pongo mal el día que no voy. Por otro lado, muy futbolero. Yo jugaba cuando era más joven, y tengo un grupo de amigos de los años 80s, tenemos una peña, vamos al club una vez por mes. Y después voy a ver fútbol. Mi segundo hijo está jugando Federal A, en Río Cuarto. Y cuando estamos acá vamos a ver al otro más chico que juega en el equipo de Mackenna. Y el mayor de mis hijos tiene un complejo de paddle y cuando hay torneos vamos a ayudar con mi señora.
-¿De qué jugabas al fútbol?
-Empecé de 9 y terminé de 4. Imaginate lo malo que era… me iban acomodando…
-¿Cómo quien dirías que jugabas?
-Soy de River, fanático de “Mostaza” Merlo de mi época.
-¿Música? ¿Qué te gusta escuchar?
-Siempre fui de la otra época de joven me gustaba el folk, la onda James Taylor o Cat Stevens. Y de Argentina me gusta mucho Andrés Calamaro. Y soy cuartetero, tengo cuatro hijos y obvio, cuando vamos en el auto va con música divertida.
-Si pudieses tener algún superpoder, ¿Cuál te gustaría tener?
-¿Viste esa película de Mel Gibson, que se electrocuta y empieza a escuchar lo que piensa la gente. Eso me gustaría.