Marcelo Navall es ingeniero forestal, y trabaja en Santiago del Estero como técnico del INTA, desde 2003. Hace unas semanas publicó un texto donde habla de lo que llama “sobreambientalización” y pone el debate en la mesa: ¿está bien o estamos exagerando con el tema ambiental? Y a raíz de eso surgió esta entrevista (su texto puede verse aquí.
-Usted habla de “sobreambientalización” para referirse a que se ha propagado el concepto de que el humano es el cáncer del ambiente. ¿Le parece peligroso decir eso porque atentamos contra nosotros mismos o porque ensancha la grieta entre el campo y la ciudad?
-Ambas cosas son peligrosas y están vinculadas. En determinados planteos de estigmatización hacia la producción y los productores, creo que se refleja una ignorancia sobre la vida el campo, o en su defecto una intencionalidad de aumentar esa grieta. Consideré necesario escribir la nota de “sobreambientalización” y poner una palabra para nombrar a esa exageración que se observa al momento de juzgar el uso que hacemos del ambiente. El conjunto de usuarios de los ecosistemas es muy amplio y diverso, y hay mucho por mejorar en cómo hacemos las cosas, pero me parece que en ciertas ocasiones se exagera demasiado y eso polariza, y nos aleja de las soluciones.
-¿Por qué hoy la gente de ciudad no tiene idea de lo que se hace en el campo ni como se produce?
-Creo que en las últimas décadas el campo perdió protagonismo en la vida diaria de la población: nos fuimos concentrando en las ciudades y perdiendo vínculos con la vida del campo. Si a esto le sumamos el empujón que la vida digital de hoy le da a lo liviano, lo superficial y efímero, se hace mucho más difícil hacer visibles los procesos más complejos y de mediano o largo plazo como los que involucra la producción.
-¿Cómo se cambia esta situación? ¿El campo debe comunicar mejor lo que hace?
-¿Cómo lograr que un adolescente se interese más por ver de dónde viene la leche que por el último TikTok del influencer de moda? Es frustrante y suena a batalla perdida. Hay que comunicar mejor, sin lugar a dudas. Pienso que lo más efectivo sería animar a que la voz de los jóvenes del campo se difunda más, que tenga más protagonismo, y desde ahí comunicar qué es el campo. Ellos son los únicos que pueden tender el puente. Los más viejos además de la distancia de edad tenemos ahora una brecha digital, que no vamos a lograr cubrir a tiempo.
-Con el tema de los criaderos de cerdos pactados con China, ¿cree que ahí sí cabe hablar de contaminación de las comunidades cercanas o considera que son exageraciones?
-No es mi especialidad, pero le comparto mi opinión. El 90% de los RENSPA de cría bovina de Santiago, Chaco, Formosa y Salta tienen menos de 100 vacas. Esto nos da una idea de la estructura de uso de la tierra que tenemos en la región. Pienso que sería una gran oportunidad que en vez de desarrollar un módulo de granja de 12.000 madres, generemos 120 granjas familiares de 100 madres cada una.
-Le van a decir que no es tan rentable…
-Sé que es más complicado y seguramente no se optimizan los costos pero nuestra estructura rural en el norte tiene esa característica, y si lo pensamos un poco más desde el desarrollo regional, creo que sería una buena oportunidad impulsar la producción a escala familiar, generar más fuentes de trabajo, fortalecer el arraigo, “diluir” en muchas granjas pequeñas la concentración de la contaminación y mejorar las condiciones de bienestar animal. Bajo este esquema, si llegás a tener un problema sanitario, también se minimiza el impacto de las acciones correctivas: cierras el criadero con problemas y los demás siguen funcionando.
-Y lo agroecológico: ¿considera que este sí es un planteo posible? Porque hace unos años se decía que era imposible producir sin agroquímicos y ahora hay mucha gente que muestra que sí. ¿Qué pasó en el medio?
-Es natural (y a veces lamentable), que las tecnologías de proceso tarden más en adoptarse que las de insumos. La agroecología, al igual que muchas iniciativas similares como la ganadería regenerativa, los sistemas silvopastoriles, el manejo holístico, son principalmente tecnologías de proceso. Creo que esa es la causa principal por la cual todos los procesos de adopción de buenas prácticas, de entendimiento del funcionamiento de los procesos biológicos del suelo, de la gestión del agua, entre otras, han demorado mucho más en implementarse que una nueva variedad, un nuevo producto, una nueva máquina.
-Es una cuestión de mercado…
-No reniego del avance tecnológico, pero las tecnologías de proceso no tienen a su favor el aparato de venta, y en muchos campos son más necesarias que meter más insumos. En síntesis, considero que es posible mejorar mucho el manejo productivo incorporando más tecnología de procesos, para mejorar progresivamente los ciclos clave del ecosistema bajo manejo: del agua, de los minerales, la dinámica de las comunidades y los flujos de energía. Eso es lo que para mí importa, más que los rótulos que le pongamos al paquete de prácticas.
-Si uno habla con la gente y sobre todo con los más jóvenes, parece haber una mayor conciencia ambiental. ¿Cree que es algo cosmético o que va en serio?
-Justamente es lo que publiqué en mi nota de “sobreambientalización”: creo que más que “conciencia ambiental” nos estamos pasando de rosca con una mirada que no resulta útil para mejorar los procesos, sino que al parecer busca sólo a “los culpables”, para señalarlos y exponerlos. Me preocupa que esa conciencia ambiental no esté volcándose a la mejora, al aprendizaje, a la gestión, y que se esté quedando en la estigmatización por las redes, campañas virales y otras maniobras parecidas.
-Para lograr visibilidad son útiles…
-Sí, no hay duda pero creo que la señal ya está dada y ahora debemos canalizar la preocupación ambiental hacia la gestión. Hace poco vi la excelente nota que hicieron a Victor Sadras en Bichos de Campo y coincido con su mirada: “Se ha dejado de jugar a la pelota para buscar la pierna del rival”. Creo que a la “conciencia ambiental” le está pasando eso y es lo que identifico como “sobreambientalización”.