El viraje que está pegando Aapresid (la asociación de productores en siembra directa) no tiene desperdicio. La entidad que predicó a favor de la labranza cero, que creció en la Argentina asociada al paquete de soja transgénica RR y el herbicida glifosato, desde hace rato que anda en busca de nuevos senderos, pues la proliferación de malezas resistentes por el uso y abuso de ese y otros agroquímicos ha puesto en jaque los costos de producción. Por eso proponen ahora el uso de bioinsumos y cultivos de servicio, que puedan reducir la carga de químicos.
Pero ahora, en un informe de la entidad agronómica, hemos incorporado otro hito en este giro histórico: proponen a los productores comenzar a mirar el prometedor mundo de la alelopatía.
Pero doctor, ¿qué vendría eso a ser?
“Este proceso podría traducirse, en criollo, como el arte de las plantas para influir en sus vecinas mediante sustancias que liberan al suelo o al aire, una forma natural de gestionar la competencia entre ellas”, explicó el documento de Aapresid, dando por sentado que “en un contexto donde los productores enfrentan el desafío de controlar malezas resistentes con menos insumos químicos, surgen estrategias como la alelopatía, que también se alinea con los objetivos europeos de reducir el uso de agroquímicos para 2030”.
Para sorpresa de muchos, los ex adalides del glifosato ahora buscan respuestas en el territorio de la propia Naturaleza. “En este sentido, las sustancias conocidas como aleloquímicos podrían usarse para inhibir malezas que compiten por agua, luz y nutrientes”, especulan en la entidad.
Hugo Permingeat, docente e investigador de la Universidad de Rosario (FCA-UNR), profundizó en este potencial en la última edición de la revista de Aapresid. En un artículo analizó cómo este fenómeno natural podría aplicarse al control de malezas.
“Las plantas se comunican entre sí de maneras fascinantes, y dos de estos procesos químicos, la alelopatía y la alelobiosis, tienen mucho que ver con cómo conviven y se relacionan. Mientras que la alelopatía frena el crecimiento de otras plantas mediante compuestos especiales llamados aleloquímicos, la alelobiosis permite que las plantas reconozcan a sus vecinas a través de señales químicas. Estas interacciones ocurren tanto dentro como entre distintas especies mediante exudados radiculares y sustancias volátiles de las hojas”, comienza la larga pero necesaria explicación para quitar misticismo a estos asuntos.
Y sigue: “Se podría decir que las plantas poseen una especie de arsenal químico que utilizan para defenderse y afectar los procesos bioquímicos y fisiológicos de otros vegetales. Este arsenal está compuesto por metabolitos secundarios, sustancias que no solo protegen a las plantas de enemigos naturales como insectos herbívoros, sino que también las ayudan a negociar con el entorno. Entre estos compuestos se encuentran fenoles, alcaloides y terpenoides, que podrían usarse como bioherbicidas naturales”.
A modo de ejemplo se cita el caso del sorgo granífero, que produce sorgoleone, un aleloquímico que afecta directamente el proceso de fotosíntesis en las malezas.
Permingeat explicó que lo interesante es que estas sustancias también pueden actuar como señales químicas, influyendo directamente en la competencia por recursos esenciales en los cultivos agrícolas. Por ejemplo, podrían regular el crecimiento entre plantas de soja o trigo, mejorando su adaptabilidad a ambientes difíciles y limitando el desarrollo de malezas problemáticas.
Sin embargo, advirtió el especialista, “la efectividad de estos compuestos está influenciada por factores como el clima, el tipo de suelo y la concentración del compuesto”.
¿Y cómo podría usarse la alelopatía en el campo? “Una posibilidad es aplicar compuestos alelopáticos para reducir la dependencia de herbicidas químicos. Esto no solo disminuiría los costos de producción, sino que también mitigaría el impacto ambiental. Incluso, algunos estudios muestran que los extractos de plantas con propiedades alelopáticas permiten bajar la carga herbicidas tradicionales sin perder eficacia”, se explicó.
Entonces, en esta exploración, no solo sería posible aprovechar la tecnología alelopática mediante bioinsumos, sino también incorporando cultivos estratégicos en las rotaciones.
“La inclusión de cultivos de servicios con propiedades alelopáticas en las rotaciones puede ayudar a disminuir el impacto de las malezas”, se afirmó.
Otra vez un ejemplo: En numerosos ensayos de las redes temáticas de Aapresid, se ha observado que el centeno controla diversas malezas de distintas familias. Este efecto no solo ocurre mientras el cultivo está en pie, sino también en los meses posteriores a su cosecha, gracias a los compuestos alelopáticos que libera su rastrojo al suelo.
Dice el informe de Aapresid que aunque la alelopatía tiene un enorme potencial, su aplicación masiva aún enfrenta desafíos importantes, como la resistencia de ciertas malezas a los compuestos naturales, que exige desarrollar estrategias complementarias. Es decir, las malezas también son plantas y tienen sus propias armas químicas.
Además, al ser este un terreno poco explorado, se suman barreras económicas que incluyen los costos iniciales de investigación y desarrollo, así como la necesidad de diseñar sistemas de manejo que integren estos compuestos en las prácticas agrícolas existentes.
Esto plantea la oportunidad de explorar cómo estas soluciones pueden adaptarse a los agroecosistemas, buscando una implementación efectiva y accesible para los productores. Por un lado, está la complejidad de identificar y aislar los compuestos más efectivos. Por otro, es crucial entender cómo estas sustancias interactúan con el ecosistema, para evitar efectos no deseados.
Actualmente, gracias a herramientas biotecnológicas y estudios genéticos, se están desarrollando técnicas para mejorar el uso de aleloquímicos en cultivos. La posibilidad de crear bioherbicidas más selectivos y biodegradables podría transformar la forma en que se manejan las malezas, vaticinó Permingeat.
Es así como la alelopatía demuestra que las soluciones innovadoras en la agricultura pueden surgir al observar y aprender de la naturaleza misma, abriendo camino hacia un manejo más sustentable.
“La alelopatía se perfila como una alternativa viable y ecológica al control químico de malezas. Su implementación, junto con otras prácticas de manejo integrado, no solo ayuda a mitigar el impacto ambiental de la agricultura intensiva, sino que también promueve la sostenibilidad y la resiliencia de los sistemas agrícolas”, concluyó el investigador.