El analista político Sergio Berensztein, junto a María Elisa Peirano, acaban de presentar el libro “La primera revuelta fiscal de la historia”, en donde analizan en profundidad el conflicto de 2008 por la Resolución 125. El conflicto parecía a priori solo una discusión tributaria, pero terminó impactando en la política, la cultura y hasta la ideología de la Argentina hasta el día de hoy.
Berensztein y Peirano analizan cómo la 125 derivó en la famosa grieta, que todavía hoy permanece y explican por qué el campo sigue teniendo una representación política insignificante y un poder de lobby muy acotado, explicado en parte a su gran fragmentación. La investigación termina con una propuesta para evitar una nueva crisis del campo.
Mirá la entrevista completa a Sergio Berensztein:
-¿Por qué un libro que repase lo que fue el conflicto de la 125 doce años después?
– Hay un componente analítico de la 125 donde apareció un sector latente como el campo y que cambió completamente lo lógica del kirchnerismo que se radicalizó mucho en ese momento. Como ese proceso no estaba del todo estudiado, nosotros quisimos hacer un aporte para argumentar que esta última grieta que tenemos hoy es hija de la 125, y en los últimos días la vimos volver con toda su dimensión.
– Este conflicto en torno a lo que está pasando con Etchevehere por ejemplo. ¿Te parece que es una continuidad histórica de aquella crisis de 2008?
-No es exactamente lo mismo, pero con Vicentín, por ejemplo, también vimos al campo ponerse de pie. Ya antes de la pandemia veníamos en un in crescendo de movilizaciones, muy parecido a lo que pasó con la 125 por las retenciones, pero como vino la pandemia todo quedó desdibujado y los productores volvieron a sus chacras. Mi impresión es que si no hubiéramos tenido pandemia seguro que esto escalaba más. Se liberó una energía participativa en ambos lados de la grieta. La Cámpora es hija de la 125, la lucha contra los medios de comunicación como Clarín, también surgió ahí, el primer cartel ´Clarín miente´ se originó ahí; Carta Abierta surgió con la 125, la expropiación de los fondos de pensión que fue el inicio de este tipo de estatismo, también surgió ahí, porque al no poder capturar más renta del agro, el kirchnerismo fue por las jubilaciones y pensiones, por ende, buena parte de lo que es el kirchnerismo nació ahí. Del otro lado, el 8N, del cual ahora se cumple un nuevo aniversario con otro cacerolazo, cuando fue lo de Nisman, sobre todo la red de Fiscales que ayudó de forma autónoma a garantizar la transparencia del proceso electoral en el 2015, bueno todo esto también tiene que ver con el conflicto del Campo- Gobierno.
Antes tuvimos agro legisladores que aunque no hicieron gran diferencia constituyeron el primer impulso de participación. Ahí hay mucho para entender todo este reclamo de límites a un Estado cada vez más intervencionista y el reclamo por institucionalidad. Todo eso surgió por primera vez con la 125. Por eso este libro.
– De todos esos conflictos que enumerás y que tienen su raíz en el agro, el que menos beneficiado salió fue el propio agro. Doce años de no política agropecuaria en un país agropecuario es algo que cuesta explicar.
– El campo nunca tuvo un lobby efectivo porque hay mucha fragmentación, y esto no implica desconocer el esfuerzo institucional enorme que hay, con una enorme vocación participativa en la Mesa de Enlace, en los grupos CREA, en Maizar, y otras entidades. El agro está fragmentado geográficamente y cada producto tiene su lógica, no todos hacen todo y al final la cuestión sectorial pesa más que los intereses comunes del sector. Al mismo tiempo es un sector tan productivo y eficaz que muchas veces tranqueras adentro podes compensar las pérdidas por impuestos u otras regulaciones malas que se dan tranqueras afuera. En Francia por ejemplo, los agricultores se benefician de otros sectores más eficientes que ellos, pero acá el más eficiente es el campo. Por eso, para que acá el campo deje de ser el pato de la boda hace falta que otros segmentos de la economía argentina sean igual o más dinámicos que este sector, por ejemplo la minería, la energía, la pesca, el turismo, la economía del conocimiento en términos de servicios profesionales de exportación, que son fundamentales para diversificar la producción de dólares en general, y sobre todo la innovación. Debe haber múltiples motores de crecimiento, no sólo el campo.
– La polarización del kirchnerismo frente al agro, en términos tributarios o discursivos, ¿Tiene que ver con razones ideológicas profundas, o la ideología es una excusa para sacarle plata?
-Hay una mezcla de cosas, hay intereses económicos, fiscales y cambiarios, pero también hay ideología y el kirchnerismo fue buscando ideologías a lo largo del tiempo. Ahora con Grabois encontró la cuestión del rechazo al paquete tecnológico, al glifosato y a las modificaciones genéticas. Hay como una música europea de fondo, pero acá hay un componente en la agroecología familiar, de cierta utopía bucólica donde se supone que es una especie de reforma agraria 3.0, y ya no es darle la tierra a los campesinos, porque en Argentina no hay campesinos, sino traer marginales de los grandes centros urbanos y educarlos para que tengan sustento familiar y un excedente para mandar a las ciudades. Acá sería como un contra modelo al sofisticado de exportación que tenemos.
Son modelos en pugna donde se busca cuestionar la lógica que caracterizó una revolución que vivió la Argentina a partir de la siembra directa, en los últimos 30 años, y se trata de cuestionar con un discurso más de izquierda, más proambiental, y creo que ahí sí hay ideología. Lo ves en el INTA, cuando miras las tesis que se escriben en muchas universidades públicas.
– Vos también tenes una mirada regional. Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil son países excedentarios en su producción de alimentos cuando en otros países del mundo eso no sucede, sino que más bien son deficitarios. ¿Pero por qué deben ser dos modelos confrontativos? ¿No hay espacio para todos? ¿ O es una réplica de la grieta también instalada en los modos de producir?
-Obviamente pueden ser complementarios y así podríamos tener redes de economía solidaria que abastezcan a las ciudades, asegurando que haya compra local para que el trabajo de muchas familias tenga valor. Y esto no es contradictorio con una agricultura de exportación de élite que encima debe industrializarse más. Son dos nichos distintos, pero la lógica kirchnerista busca el conflicto para capitalizar, y busca la polarización de visiones donde no hay un punto intermedio. En esto yo creo que no hay que evitar el debate sobre la cuestión ambiental. La cadena agroindustrial necesita dar ese debate porque hay cosas que corregir, como en todo. Por ejemplo, la siembra directa es una revolución en materia ambiental y es una gran contribución al medio ambiente. Y con el glifosato, también hay que darlo al debate, porque creo que hay una especie de mito urbano en torno a eso. El mal uso de otros productos también genera situaciones horribles. Se escuchan muchos argumentos de gente inteligente que tiene prejuicios, y a los prejuicios se los vence con educación. Hay que generar mecanismos de integración entre campo y ciudad.
– ¿Hay riesgo de que esta grieta política e ideológica entre campo y kirchnerismo se traslade hacia una grieta entre lo urbano y lo rural? Sería terrible eso en términos de desarrollo
-Si, y perderíamos todos. La 125 generó un encuentro hasta ese momento inexistente entre la ruralidad y las grandes ciudades. Por ejemplo, Rosario en mayo de 2008, ¿Te acordás? Hubo un millón de personas y además se dio una apropiación de los símbolos patrios, algo que para el kirchnerismo fue devastador, y que sigue hasta hoy; fijate los banderazos de hoy que son con banderas argentinas, y esa disputa simbólica es crucial para un movimiento que se ve como muy nacionalista. Eso hay que tenerlo en cuenta porque hubo un encuentro Campo-Ciudad. Yo creo que hay que evitar las divisiones de clases, porque es lo que el kirchnerismo busca, asociar a esta clase media o a la gente que se queja por el tipo de cambio como una cosa de ricos, y todos sabemos que no es así, pero este estigma puede generar un odio de clases que en Argentina estaba muy segmentado, y esto puede crecer y es terrible cuando se trata de generar una sociedad democrática donde debe haber diálogo y reconocimiento a las demandas de todos los sectores.
-¿Y cómo se supera esto?
– Una manera de lograr esta superación tiene que ver con términos estrictamente económicos. El campo debería favorecer que el ahorro urbano se canalice al campo. Si un camionero, una maestra o un empleado público quieren beneficiarse directamente del agro, ¿Cómo hacen? No pueden. Bueno. Si logras que la gente ahorre y se beneficie directamente, yo te aseguro que tendrás gente haciendo piquetes en contra de las retenciones en ruta 3 o en puente La Noria. Si querés ahorrar en dólares, ahorrá en el sector industrial, es la mejor manera.
– Los productores, a veces con esta puja, incluso en torno a los símbolos patrios, también caen en la trampa de plantear el ellos o nosotros. ¿Qué les recomendarías, sobre todo ahora en estos días de tanta peligrosa efervescencia?
– Yo entiendo la bronca y el miedo que tienen, y si ya se sentían agredidos antes esto es un paso más. Hasta hace un tiempo, simbólicamente te pegaban tranqueras adentro, lo que es casi una violación individual para el productor, porque la propiedad y la persona están muy identificadas y son casi lo mismo. Es su campo y es su tierra, independientemente de si es heredado o no. Pero el país necesita actitudes y ejemplos. Hay una frase de Michelle Obama que me encanta y que dice “Cuando te pegan abajo, vos contestás bien arriba y dejás en claro que los que pegan abajo son los otros y no vos”. Del mismo modo, es la actitud que hay que tener hoy, cuanto más agraden, plantarse, mostrar fortaleza pero siempre dar una oportunidad para la negociación. Argentina vive una crisis en materia económica peor que la de 2001. La gobernabilidad en este país siempre fue muy endeble.
Este es el momento de mostrar fortaleza y espíritu constructivo. Cuando uno respeta instituciones tiene que respetar todas, el derecho a la propiedad y el sistema democrático también. La solución tiene que ser pacífica y tenemos que tener paciencia para construir en este conflicto tan horrible un camino tranquilo que nos permita tener un país en serio.