Luego del “descanso ambiental” del año 2020, promovido por el encerramiento global, este año el Día de la Deuda Ecológica Global (Earth Overshoot Day) volvió a tomar impulso para caer el 29 de julio, la misma fecha que dos años atrás.
El Día de la Deuda Ecológica Global marca la fecha estimada en la cual la demanda anual de la humanidad por recursos y servicios ecológicos excede lo que la Tierra puede regenerar durante ese mismo año. Eso implica, por lo tanto, que la demanda posterior al 30 de julio –considerando el escenario para el presente año 2021– se sustentaría en base a un déficit ambiental.
Actualmente la humanidad utiliza un 74% más de lo que los ecosistemas del planeta pueden regenerar, indica Global Footprint Network, una organización internacional, con sede en EE.UU. y Suiza, que se encarga de calcular Día de la Deuda Ecológica Global. Para decirlo de otra manera: estamos usando los recursos de 1,74 Tierras.
El Día de la Deuda Ecológica a nivel global comenzó a incrementarse a inicios de la década del ’70 para luego seguir creciendo hasta retroceder en la recesión mundial de comienzos de los ’80. Luego siguió aumentando de manera ininterrumpida para detenerse recién durante la crisis financiera global de 2008/09. En la última década el indicador se ubicó entre fines de junio/comienzos de agosto.
Los principales desbalances ecológicos se registran en el Hemisferio Norte. Todas las naciones sudamericanas –con excepción de Chile, Venezuela y Guayana Francesa–, Australia y Nueva Zelanda son regiones, según Global Footprint Network, que cuentan con superávit ecológico.
En cambio, EE.UU., Europa, Medio Oriente, el norte de África, India y China registran elevados déficits ecológicos, lo que implica que la población que reside en esas áreas excede la biocapacidad presente en las mismas y necesita compensar el desbalance por medio del comercio, liquidación de activos naturales o emisiones excesivas de dióxido de carbono.
Global Footprint Network aclara que el consumo de recursos empleado para transporte terrestre a nivel global sigue siendo en 2021 inferior a los niveles prepandémicos, mientras que la actividad del transporte aéreo continúa en niveles bajísimos.
Entonces, ¿por qué el déficit ambiental subió tanto este año? El informe de Global Footprint Network nos cuenta que la respuesta está en un consumo gigantesco de carbón mineral, que explica nada menos que el 40% de la huella de carbono global estimada para 2021.
El uso de carbón mineral para generación eléctrica es muy contaminante, pero extremadamente barato, lo que confiere a los países que emplean ese recurso una mayor competitividad económica. Sin embargo, si tiene un peso tan significativo en la huella de carbono global, podría prohibirse y punto.
Pero la cuestión es que la mitad del consumo global de carbón ocurre en China, mientras que, en los siguientes puestos de los ranking, se encuentran India, EE.UU., Europa, Rusia y Japón. Es decir: las naciones que confeccionan la “reglas de juego” del mundo.
Los poderosos no quieren perder las ventajas de tener energía barata (y contaminante), pero tampoco pueden quedarse de brazos cruzados, porque, después de todo, son gente preocupada por el ambiente y el futuro de la humanidad. Así que han decidido focalizar su atención en los países latinoamericanos que producen alimentos, los cuales, si bien tienen superávit ecológico, están expuestos a una campaña orientada a mostrarlos como culpables de un delito que ni siquiera tienen los medios para cometer.
La gestión de la huella de carbono, como herramienta para producir lo mismo con menos o más con lo mismo, es, por supuesto, deseable en cualquier disciplina cuando se emplea como incentivo, pero cuando se quiere imponer como castigo, está claro que se trata de “bullying ambiental” contra quienes no están en condiciones de defenderse.
Además resulta insólito que se hable casi exclusivamente de intentar solucionar el problema a través de las consecuencias generadas por el mismo y no por las causas, que pueden rastrearse, precisamente, a comienzos de la década del ’70 con el colapso del sistema monetario vigente para dar paso a una nueva época de emisión descontrolada de monedas fiat que promovió la especulación financiera salvaje, la corrupción endémica y el consumismo bulímico.
Por eso el Día de la Deuda Ecológica Global, además de servir como conmemoración de una hipoteca inocultable, también debería ser considerado como el Día del Cinismo Ambiental, dado que todos gritan que es necesario hacer algo, pero nadie quiere meterse con los grandotes y terminan jodiendo –de manera culposa– a los más débiles del barrio.