El trigo transgénico HB4 no tiene todavía una habilitación comercial, pero Bioceres lo ha implantado sobre 55 mil hectáreas a través de una red de 225 productores, pensando en tener semilla suficiente como para encarar -si finalmente lo dejan- la producción comercial a partir de la campaña 2022/23.
Esas hectáreas ya comenzaron a cosecharse en el norte y se suponía que el INASE (Instituto Nacional de Semillas) iba a tener un control estricto sobre ellas, pues deben aplicarse las generales de la ley a los productos OGM que están en vías de desregulación. Pero la verdad terminó siendo que el organismo tenía poca idea de lo que sucedía y recién ante la presión de la cadena comercial triguera -que teme una contaminación de las partidas del trigo convencional-, el Ministerio de Agricultura tuvo que salir a mostrar mayor dedicación por el asunto. Por eso INASE mandó georreferenciar todos los puntos donde se almacenará ese trigo y a desactivar gran parte de la producción para que no pueda ser utilizada como semilla.
No parece ser suficiente para los privados que deben vender el trigo (acopios y cerealeras), que argumentan que una sola espiga del trigo HB4 que se filtre de dicho cerco y se mezcle con una partida de trigo convencional podría provocar una catástrofe, con reclamos desde los países importadores que podrían resultarles muy “onerosos”. Y este año habrá trigo para exportar: habrá cerca de 21 millones de toneladas de las que los argentinos preservaremos solo 6,5 millones como “bien cultural”. El resto, afuera.
Este peligro incierto generó -según pudo averiguar Bichos de Campo de fuentes del sector exportador directamente involucradas con el asunto-que en todos los contratos de compraventa de trigo haya que aclarar que el cereal está “libre de HB4”, de modo de hacer al productor que entrega el grano de algún modo corresponsable ante un eventual incidente de contaminación. Esta situación es ya generalizada en cooperativas, acopios y exportadoras. Todos se cubren de ese modo.
Pero no parece suficiente. Y entonces al menos una de las empresas que reciben trigo para exportarlo ha comenzado a hacer también una serie de análisis sobre los camiones de trigo que ingresan en sus instalaciones de San Lorenzo. Se trata de Molinos Agro, pero sería injusto decir que la decisión se limita solo a ellos. Esta semana habrá una reunión entre funcionarios del gobierno y representantes de toda la cadena comercial. Allí quedará implícitamente acordado que este sistema de detección del gen HB4 se extenderá muy rápido a todas las empresas.
¿Y cómo funciona entonces el sistema de detección que comenzará a implementarse en todas las terminales portuarias?
Cada camión que llegue debe venir amparado por un contrato dónde el productor declara que es un trigo “libre de OGM”. Eso incluye al HB4, obviamente, porque es el único trigo transgénico que anda dando vueltas por el mundo en este momento.
La empresa exportadora, para asegurarse que eso realmente sea así y el trigo no esté contaminado, realizará primero un test morfológico de la carga. Por ahora hay una sola empresa que ofrece este servicio y que confesó a Bichos de Campo estar recibiendo pedidos no solo de los exportadores sino también desde varios acopios: es Zoom Agri, que ya tiene mucho camino hecho reconociendo y clasificando las diferentes variedades de cebada,
¿Cómo funciona este primer análisis? Zoom Agri provee a sus clientes de un scanner donde se colocan unas cuantas espigas del trigo que arribó al puerto. Esos granos son sometidos a una intensa sesión de fotografías, de frente y de perfil, que envían la información a la nube. Allá arriba, complejos algoritmos construidos en base a todas los tipos de trigo presentes en el mercado, identifican en menos de un minuto y medio de qué variedad de trigo se trata. La Inteligencia Artificial es la que actúa como una primera barrera.
¿Y por qué este sistema podría identificar un trigo con el ADN modificado? En realidad este test no analiza la composición genética de cada granito. Lo que haría es detectar las únicas dos variedades utilizadas por Bioceres para multiplicar su evento HB4, que son la I 201 y la I 202. El sistema de Zoom Agri puede detectar esas variedades. Si no lo hace, el camión pasa sin problemas. Pero si llega a ser una de ellas, se clava el freno para iniciar otro proceso.
-¿Y cuánto cuesta ese test?- le preguntamos directamente a la gente de Zoom Agri.
-Se cobra de dos formas. Una es a nivel de análisis individual, que son 5 dólares por análisis. Pero también hay una especie de abono de 1.500 dólares mensuales que toman las empresas que deben hacer una gran cantidad de análisis. En ese caso el costo se diluye mucho, porque imaginemos que una exportadora recibe 6.000 camiones por mes y que cada uno de ellos carga 30 toneladas de trigo.
Por ahora, Molinos Agro se está haciendo cargo del costo de aplicar este primer filtro y se estima que lo mismo sucedería con todas las demás empresas que han pedido tener sus propios scanner. Es además lo que le pedirá el Ministerio de Agricultura al sector comercial: que trate de absorber los costos sin descontarlos de la factura del productor de trigo, que poco tiene que ver con el origen de esta situación.
Se supone que este análisis permitirá descartar el riesgo de contaminación en la mayoría de los camiones con trigo que lleguen a los puertos. ¿Pero qué sucederá en el caso de que algún rodado cargue con alguna de las dos variedades que podrían contener el trigo HB4?
Primero se repite el test morfológico para descartar “falsos positivos”. Pero si el resultado es insistidor, entonces lo que están haciendo en Molinos Agro es recurrir a un segundo análisis, que también pagan ellos y que sería semejante a un test PCR para detectar el coronavirus o la variedad Intacta en soja: la famosa tirita con un reactivo especial que marcaría la presencia del gen que se busca.
¿Y si ese segundo análisis diera positivo? Por ahora no sucedió, pero qué miedito…
Nos explicaron los exportadores: “Nosotros repetimos el análisis de las tiritas dos veces, para estar seguros. Si continuara siendo positivo la última instancia es ir a cámara (en referencia a la Cámara Arbitral de las Bolsas de Cereales). Recién ahí los costos (aquí aparece el valor de 16.000 pesos por cada test que ha sido tan mencionado) se deberían pagar a medias, como es uso y costumbre. O eventualmente lo pagará el productor se se confirma la presencia de HB4, por haber incumplido con el contrato” pactado.
¿Con qué contrato? Con aquel que decía que estaba entregando un trigo “libre de GMO”.
“No podemos perder de vista que nosotros tenemos hoy un negocio caminando que es la exportación de trigo. Un barco que sale del país con 30 o 35 mil toneladas equivale a llevar carga por unos 10 millones de dólares. Tener semejante suma en tránsito y que haya riesgo de rechazo en el mercado de destino es un riesgo que no podemos correr. Habría costos directos y otros intangibles, como perder destinos, perder credibilidad y la confianza de los clientes”, explicaron desde el sector cerealero. Ese es el argumento para tomar tantas prevenciones.