Esta semana el conflicto político existente entre EE.UU. y China –que siguió profundizándose luego de la salida de Donald Trump y la llegada de Joe Biden a la presidencia– sumó un nuevo capítulo que no puede pasar desapercibido en el mercado global de productos agroindustriales.
Ayer martes el Senado de EE.UU. aprobó la “Ley de Innovación y Competencia de Estados Unidos”, por medio de la cual el gobierno nacional se propone subsidiar a las industrias de componentes tecnológicos con el propósito de reducir (o eventualmente eliminar) la dependencia de las importaciones chinas.
“La nueva legislación nos permitirá descubrir, construir y mejorar, aquí en EE.UU., las tecnologías más vitales del mañana, desde la inteligencia artificial hasta los chips de computadora y las baterías de litio utilizadas en dispositivos inteligentes y vehículos eléctricos”, declaró Biden al conocerse la aprobación de la ley.
“Al fortalecer nuestra infraestructura de innovación, podemos sentar las bases para la próxima generación de empleos estadounidenses y el liderazgo en el sector tecnológico. Estamos en una competencia para ganar el siglo XXI y ya se ha disparado el pistoletazo que indica el inicio de la carrera”, añadió por medio de un comunicado.
Hoy miércoles el Comité de Asuntos Exteriores de la Asamblea Popular Nacional, máximo órgano legislativo de China, expresó un fuerte descontento frente a la aprobación de la “ Ley de Innovación y Competencia de Estados Unidos”.
Por medio de un artículo publicado en el medio oficial Xinhua, el Comité declaró que la iniciativa está colmada “de prejuicios ideológicos y guiada por la mentalidad de la Guerra Fría”, además de “distorsionar y atacar las estrategias de desarrollo de China”.
“El proyecto de ley muestra que el delirio paranoico de buscar el dominio unilateral ha distorsionado el propósito de la innovación y la competencia”, señala el comunicado.
“El mundo está entrando en un período de turbulencia y transformación y, en este contexto, la práctica de apuntar continuamente a China como un enemigo hipotético va en contra de la tendencia mundial, es impopular y está condenada al fracaso”, añade.
El comunicado aprovecha para recordar a EE.UU. que “la cuestión de Taiwán concierne a la soberanía nacional y la integridad territorial de China” y que “nos oponemos resueltamente cualquier intercambio oficial entre EE.UU. y Taiwán”. Y remarca que “ninguna fuerza debe albergar la fantasía de que China permitirá que se infrinja sus intereses de soberanía, seguridad y desarrollo”.
La escalada del conflicto entre EE.UU. y China podría en algún momento generar una disrupción comercial a escala global, dado que la nación asiática es actualmente el principal comprador de commodities del mundo.
En ese contexto, es por demás llamativo que en el último año China haya incrementado a niveles inéditos las importaciones de productos agroindustriales y alimentos, además de aplicar un programa nacional de racionamiento de alimentos –denominado “Platos Limpios”– que parece no tener lógica alguna en el actual coyuntura.