Se nos fue el 2022 y es un buen momento para recordar que el mundo sigue ofreciendo grandes oportunidades a la Argentina porque se trata de un país maravilloso que genera (y podría generar mucho más) grandes cantidades de alimentos y energía con un uso muy eficiente de los recursos.
Pero Argentina tiene un gran problema: una corporación política –se trata de una cuestión más amplia que la del propio gobierno– que gestiona el territorio como si fuese un auténtico ejército de ocupación.
Las ansias de supervivencia de la población argentina, a pesar de los crecientes y sistemáticos esfuerzos por pauperizarla, siguen sosteniendo la actividad presente en el país, aunque la angurria de la corporación política promueve la quiebra (económica y emocional) de muchas familias y empresas. Y también de muchos proyectos que mueren antes de nacer.
Como el objetivo de todo ejército de ocupación no es planificar con un horizonte de largo plazo, sino saquear la mayor cantidad de recursos en el menor tiempo posible, a veces ocurren cosas que pueden resultar tan insólitas como paradójicas.
Este año, en plena cosecha de granos gruesos argentina, los precios internacionales de los commodities agrícolas –principal fuente de generación de divisas del país– crecieron de manera monumental a causa del conflicto ruso-ucraniano.
Pero ese “regalo” de las circunstancias fue desaprovechado por el país porque, debido a las distorsiones cambiarias introducidas por el ejército de ocupación, la mayor parte de las registraciones de embarques de productos agroindustriales (que determinan las divisas por ingresar al país) se hizo en el período del año con los menores precios de exportación.
El problema generado por esa distorsión fue solucionado, en el corto plazo, con otra distorsión aún mayor, denominada “dólar soja”, que no es otra cosa que una devaluación sectorial por tiempo limitado, es decir, un delirio de política económica de magnitud cósmica.
Los artilugios opresores implementados por la corporación política se ensañan especialmente con el sector agroindustrial por la enorme capacidad productiva presente en el mismo. Es cierto que podrían aparecer otros grandes generadores de riqueza en los rubros energético, informático, turístico (la lista es extensa). Pero para que eso ocurra sería necesario desmantelar el mecanismo extractivo promovido por el ejército de ocupación, algo que no va a suceder –claro– mientras que el territorio siga siendo gestionado por el mismo.