Se acabó la mentira del “dólar oficial”. El “cepo cambiario”, un artilugio creado para poder emitir pesos a mansalva sin que eso implique un impacto directo en la inflación interna, ya dio todo lo que podía dar.
Así como un adolescente, entusiasmado al descubrir la gloria de las artes manuales, puede incurrir primeramente en el abuso para luego dar cuenta que el placer puede ser el antecedente inmediato del dolor, lo mismo está sucediendo en el ámbito del gobierno.
La foto oficial del primer encuentro entre la ministra Silvina Batakis con Miguel Pesce no puede ser más reveladora al respecto: al presidente del Banco Central (BCRA), visiblemente cansado, le están informado que la maratón, lejos de estar por finalizar, ni siquiera comenzó. Lo que pasó hasta ahora era solamente calentamiento.
El “cepo cambiario” reforzado cumplió ya una semana y logró su objetivo: acaparar dólares para poder incrementar las reservas del BCRA, para así poder intervenir en el mercado cambiario con el propósito de contener al tipo de cambio “oficial”, pero eso implica, nuevamente, perder reservas, para lo cual es necesario capturar más divisas para volver a repetir así el ciclo hasta el infinito (en realidad hasta que se acabe la disponibilidad de dólares).
La buena noticia es que eso fue en buena medida posible porque los precios de los productos agroindustriales que exporta la Argentina crecieron de manera enorme en el último año. La mala noticia es que en las últimas semanas –producto de un contexto geopolítico turbulento– los valores internacionales de los commodities se están desbarrancando.
El “cepo cambiario” reforzado aisló completamente al sector privado del mundo, que depende de la importación de múltiples bienes, piezas, insumos y servicios para poder funcionar con normalidad. La mayor parte de los rubros pueden aguantar una semana más. Pero luego entraran en una fase de angustia terminal.
La medida es tan ilógica que incluso atenta contra el agro, el principal sector generador de divisas, pero Batakis dice que no hay que alterarse porque los empresarios de los distintos rubros tienen que “saber interactuar con nosotros y ver cuáles son los programas anuales que tienen de remesas de utilidades y de importaciones”.
En definitiva: todos son culpables de desear las divisas de su prójimo hasta que demuestren lo contrario. En el ínterin, mientras vamos charlando, planilla Excel que va y viene, quizás comienzan a desmantelarse legiones de empresas y proyectos. Nada que temer: ninguna épica política está exenta de daños colaterales.
Si lográsemos juntar a todos los empresarios y gerentes que están desesperados por divisas al tipo de cambio oficial para ponerlos en la porteña Avenida 9 de Julio, a todos los que están mandando cartas, mensajes y correos al BCRA pidiendo, por favor, piedad, tendríamos una concentración muy superior a la de cualquier movilización multitudinaria de planeros. Lo que les falta no es número, sino organización.
Siempre podrán recurrir, podríamos decir, al dólar Contado con Liquidación (CCL) si es que están tan desesperados por divisas. Está un poco más caro, eso así, para ser más exactos en 274 $/u$s, mientras que el oficial se encuentra en 131 $/u$s. Pero bueno, ¿quién los mandó a sembrar usando fósforo en un país sin yacimientos de roca fosfórica? ¿A quién se le ocurre hacer aplicaciones dirigidas cuando los equipos que brindan ese servicio no se fabrican en el mercado local? ¿Para qué necesitan traer tanto glifosato técnico si después andan llorando por las malezas resistentes?
El último capítulo del disparate del “cepo cambiario”, en todas sus versiones, tanto “light” como XXL, es que lastima y quita recursos a los exportadores, los fabricantes de divisas, quienes abandonan el barco (si pueden) o reducen al mínimo las inversiones si no tienen la posibilidad, como es el caso de los productores, de llevarse el campo a otro país donde prevalezca el estado de derecho.
Se acabó, por lo tanto, la mentira del “dólar oficial”. Porque los eventuales beneficios (de corto plazo) que alguna vez generó, ya no existen, al tiempo que los problemas que acumula se irán incrementando con el paso de los días y, luego, de las horas.