“Save Ralph” -o Salvemos a Ralph en español- es un cortometraje animado publicado por la ONG Humane Society International (HSI), que da vida a un conejo que “trabaja” como objeto de pruebas de laboratorio y que protagoniza un falso documental al respecto. Si bien hace especial hincapié en las pruebas con cosméticos, el video volvió a instalar los debates alrededor de los estudios realizados en animales y abrió la puerta para pensar en qué lugar está Argentina respecto a esto.
Es innegable que el empleo de animales en la investigación ha sido esencial para el progreso de la vida humana. Las ciencias médicas han podido dar respuestas a múltiples patologías a partir del estudio de animales vivos. Sin embargo, la preocupación de la opinión pública y la comunidad científica por el estrés que perciben esos individuos durante los ensayos, ha impulsado debates éticos y la búsqueda de metodologías de investigación alternativas.
“No puede salir un producto al mercado si no se sabe si sirve y si es inocuo para su uso. Pero todo tiene límites. La base está en lo formulado en la década de 1960 por los biólogos ingleses Russell y Burch, que escribieron el libro “Principio de la técnica experimental humanitaria” y que instaura el principio de las ‘3R’”, explicó a Bichos de Campo Leopoldo Estol, veterinario y fundador de la Red Mundial de Médicos Veterinarios Especialistas en Bienestar Animal.
Cuando hablamos de las 3R nos referimos al reemplazo de animales a partir de la adopción de métodos que sustituyan el uso; a la reducción del número de animales, mediante estrategias que utilicen la menor cantidad posible de seres vivos para comprobar el objeto de estudio; y al refinamiento de las técnicas para reducir el dolor y las molestias de los animales utilizados.
Mirá el cortometraje completo acá:
En este punto es importante aclarar que la mayoría de las sustancias con las que se tiene contacto a diario han sido probadas en animales. Esto va desde los productos de limpieza del hogar hasta agroquímicos y fitosanitarios de uso ambiental. Su testeo no significa que la sustancia sea segura –la lavandina sigue siendo irritante- pero permite que el producto este acompañado por una etiqueta que aclare cómo debe ser usado.
Ahora bien, ¿qué legislación regula la aplicación de estos principios en Argentina? Lamentablemente ninguna.
A diferencia de lo que ocurrió en otros países, donde primero se reguló el uso experimental de animales en laboratorios –en Europa sucedió en la década de 1980 y abrió paso al estudio de métodos alternativos- y luego se avanzó en la prohibición de ciertas prácticas particulares, nuestro país nunca logró sancionar una normativa al respecto.
“En Argentina está vigente la Ley Nacional 14.346, sancionada en 1954, que garantiza la protección de la fauna en general, con prácticamente ninguna regulación para los animales de uso experimental en particular”, indicó a este medio Alejandra Romera, investigadora del Instituto de Virología del INTA y del Conicet.
En 2017, un proyecto elaborado por expertos de la Asociación Argentina de Ciencia y Tecnología de los Animales de Laboratorio, que buscaba otorgar un marco regulatorio a esta practicas, estuvo en danzas en el Congreso de la Nación pero no logró ser sancionado. El mismo garantizaba la creación de un organismo abocado específicamente al monitoreo de la actividad en los laboratorios.
Aun así, la comunidad científica se ha organizado y ha dado paso a la creación de Comités de Cuidado y Uso de Animales de Laboratorio (CICUAL) que trabajan en distintos centros de investigación públicos.
Entre sus objetivos se destaca el revisar y registrar todos los protocolos de investigación que incluyan animales de laboratorio; evaluar el uso y cuidado de los animales que se utilicen en el proyecto; aprobar los protocolos de uso y cuidado de animales y supervisar durante el proceso su cumplimiento.
“Los CICUALES funcionan perfecto en el ámbito público, pero en el privado hay poco control. Nadie va a supervisar cuántos animales se usan por ensayo o cuáles son las condiciones. Uno puede llenar un formulario declarando que trabajo bajo ciertas condiciones, pero de ahí a que haya una auditoria puede pasar tiempo. Sin una ley no se dio lugar a que los métodos alternativos crezcan”, señaló a Bichos de Campo María Laura Gutiérrez, investigadora del CONICET que desarrolla test alternativos.
Desde hace varios años, el laboratorio coordinado por Gutiérrez aplica una línea de investigación nueva que ha conseguido validar a nivel internacional ensayos que no hacen uso de animales.
Una de las metodologías más tradicionales, y que aparece en el cortometraje, es el estudio de “irritación y corrosión ocular en conejos”. A partir del cultivo de células de córnea animal, el equipo de Gutiérrez ha reemplazado la experimentación en individuos vivos. También trabajan con tejidos de animales sacrificados para otros fines como su consumo. El método fue nombrado como “opacidad y permeabilidad en cornea bovina”.
Otra línea de investigación tiene que ver con el uso de huevos de gallina. “Al tener pocos días de incubación, los huevos generan una membrada muy vascularizada. Si bien tienen embrión adentro, está aprobado como método alternativo porque no desarrolló el sistema nervioso periférico y no tiene sensibilidad”, indicó la especialista.
Aun con estos avances es importante remarcar que hay determinados estudios que aún no puede ser reemplazados, como aquellos que buscan probar el efecto de un producto farmacéutico en un órgano, ya que se requiere un organismo complejo vivo.
En este sentido, Celina Vega, investigadora del Centro Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas del INTA dijo a este medio: “Siempre que se puede evitar llegar al uso del animal se evita, siempre que se puede minimizar la cantidad de animales a usar, se reducen. Ahí tenemos también un compromiso de cuánto podemos reducir para probar algo y qué pasa si te quedas con un número muy chico, y no te da la potencia estadística para concluir lo que vos necesitas concluir de ese estudio”.
Ahora bien, si no existe una entidad reguladora en Argentina, ¿cómo es que existen los sellos en ciertos productos que aseguran que no fueron testeados en animales?
“Ese logo se compra. Hay distintos sellos pagos que son privados. La certificadora te pregunta cuáles serán los testeos y procedimientos. Supuestamente esas certificadoras controlan esos métodos pero se desconoce bajo qué rigurosidad. En general son internacionales”, aseguró Gutiérrez.
Leopoldo Estol, por su parte, agregó que si un producto efectivamente aplicó las 3R debería incluirlo en la etiqueta del producto, además de tener el sello. Para que un producto sea verdaderamente libre del testo en animales, ninguno de los ingredientes que lo componen debe haber pasado por ensayos del estilo.
“En Argentina, al no haber una normativa que regule el uso de animales de experimentación, todo puede pasar. Hay cuestiones como el uso de analgésicos para evitar el dolor que sin una ley que lo regule, cada laboratorio operará a su conveniencia”, concluyó María Laura Gutiérrez.