Santiago del Solar es un empresario agropecuario de la zona oeste bonaerense apasionado por la sostenibilidad agropecuaria y ex Jefe de Gabinete del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. En este artículo, a partir de su experiencia en la función pública, alerta sobre los “alquimistas” que pretenden vender la “piedra filosofal” del maíz.
Los alquimistas buscaban la “piedra filosofal”. El mágico catalizador, que podía nada menos que convertir el plomo en oro. Para agradar a reyes que soñaban con una solución fantástica a los problemas financieros de su reino, los cortesanos traían figuras misteriosas, que con sus conjuros aseguraban de ser capaces de crear esa piedra. Una vez lograda la alquimia, le darían prosperidad eterna al rey. Pero, desde ya, los expertos en esos menesteres, previamente, y por un tiempo (lo más largo posible), tenían que recibir generosos favores reales. Si no, nunca iba a haber piedra que convierta plomo en oro.
¿Qué alquimista puede acercar hoy al gobierno la fórmula que permita vender más barato (aún) carnes, leche y granos en el mercado interno y, a su vez, poder exportar cada vez más para generar más divisas y vender en el exterior con el mayor precio posible?
Quien traiga una receta, aunque sea fantasiosa, pero que este rodeada de un cierto halo de credibilidad, va a tener una silla cercana al soberano mientras dure el proceso de ir preparando el conjuro salvador.
Hoy en la Argentina, y de la manera más improvisada, escuchamos teorías que en base a “fideicomisos” y “fondos estabilizadores” (que imaginariamente funcionan a la perfección en otras tierras), serían las atractivas soluciones que harían cantar “Eureka” y lograr así el descubrimiento de una nueva teoría económica.
Se proponen sin desenfado formas que lograrán poder vender (aún) más “barato” buena parte de las veinte millones de toneladas de maíz que se consumen en el mercado interno, para todos los interesados o al menos para algunos “amigos”, por medio del “desacoplamiento” del precio internacional del cereal respecto del valor interno.
Durante el proceso de presentar estas propuestas al gobierno, se tiene que decir lo que los funcionarios del gobierno están dispuestos a escuchar, y cuidarse bien de no insinuar jamás que en realidad el soberano está “desnudo” y que lo que pide es impracticable. Mostrando, eso sí, siempre empatía y blandiendo el estandarte del noble propósito de conseguir alimentos más baratos para la industria.
Pero el objetivo final, de quienes así actúan, no es la de encontrar la fórmula que resuelva el problema que saben de solución imposible. El objetivo es lograr, por la vía de no confrontar (y evitar a toda costa explicar con los antipáticos argumentos de las leyes de la cruda oferta y demanda), que la solución verdadera y sostenible sería una solución de mercado, es decir, buscan agradar al interlocutor con una fórmula supuestamente componedora y, de esa manera, poder obtener un beneficio o al menos desviar los embates hacia otros sectores de la misma cadena.
Las reacciones del gobierno suelen ser intempestivas: cierre del registro de exportaciones de maíz. No se exporta más y punto. Esas reacciones, alimentan los temores de algunos operadores, quienes, ante el nuevo escenario prefieren “cantar” la música que el gobierno quiere escuchar.
Jamás les dirían como cualquier conocedor de aritmética básica que: ¡El “desacople” hoy existe! ¡Y de qué manera! Tenemos el maíz más barato del planeta (vale la mitad que en cualquier otro país), lo mismo pasa con el aceite, las carnes y cualquier otro alimento que se compare con su valor tanto en la región como resto del mundo.
El “desacople”, en realidad, es parte del problema. La solución pasa por recorrer el camino inverso. Ningún bien escaso es barato y las políticas del “desacople” terminan desacoplando los costos (hacia arriba) y los ingresos (hacia abajo). Eso se traduce sencillamente en desaliento a la inversión, que a su vez se traduce en menor producción y, finalmente, en desabastecimiento. Y la menor producción termina por aumentar el precio de los bienes. Ya sucedió período 2006-2015.
La visión de corto plazo de quienes hoy ocupan una representación transitoria no permite ver los efectos del largo plazo, ya que su visión de corto no está embebida en la continuidad de un proceso productivo de largo. Hoy están y mañana quizás estén en otro lado. Pero, ¡por qué pensar mucho más allá? La visión del gobierno también es de corto plazo (las elecciones legislativas de octubre próximo)
Y es por eso que sirve presentar la idea de que existe un alquimista capaz de encontrar esa ansiada piedra filosofal. El hecho de sostener eso, da los argumentos suficientes como para continuar ganando tiempo, a pesar de que el costo para la producción y la economía en Argentina sea inmenso.
La alquimia milenaria no conoce la manera de poder convertir el plomo en oro. Pero el alquimista sí conoce muy bien las ambiciones de los hombres y sabe muy bien cómo explotar sus debilidades, transformando esa credulidad en satisfacer sus propios propósitos.