Santiago Ballester, el presidente de la Asociación Argentina de Criadores de Caballos de Polo, comienza la charla ‘educando’ al conductor de Bichos de Campo sobre le envergadura que tiene esa actividad, que según él no es ni exclusiva ni para pocas personas. “Somos muchísimos los criadores. Hay alrededor de 320 a 350 que están inscriptos en la asociación, y después hay muchos otros que no lo están, pero también crían caballos de polo”, afirma.
“En la Argentina hay una mucha cultura del caballo. Y si mirás la pampa húmeda es como una tabla que se parece a una gran cancha de polo”, nos dice Ballester. Con esa figura remarca que casi todos los campos antes se trabajaban a caballo y que los hombres que domaban las bestias para esa fajina son los mismos que luego terminaron criando un caballo especial para jugar al polo.
“Estamos muy hermanados con la cultura ganadera y con los caballos criollos”, resalta.
Mirá la entrevista completa con el titular de los Criadores de Caballos de Polo:
Ballester recuerda que “el polo se juega en la Argentina desde el año 1870/80 con los ingleses que compraron campo y empezaron a criar caballos. Trajeron padrillos de Inglaterra y se mezclaron con las yeguas mestizas que había en la Argentina. Así empieza un cruzamiento absorbente hasta llegar a 1900, donde empiezan a trabajar los primeros criadores argentinos”.
De estos primeros partidos de “polo de estancias”, donde los diversos productores formaban sus equipos para representar a cada uno de sus establecimientos, este deporte hípico llegó a ser considerado olímpíco en Berlín en 1936. Fue tocar el cielo con las manos.
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¿Y por qué el polo es tan representativo de la Argentina en el extranjero? Ballester dice que es porque “históricamente tenemos los mejores jugadores de polo del mundo, desde Carlos Harriet hasta llegar a Adolfo Cambiasso”, considerado el número uno en toda la historia. Agrega que “al tener los mejores polistas también tenemos los mejores caballos, porque un polista eximio necesita muy buenos caballos para ganar, por ejemplo, el abierto argentino de polo”.
El criador define esa competencia local, que se juega todos los fines de año en Buenos Aires, “como el mundial de fútbol, porque allí juegan los mejores equipos que se puedan formarse en el mundo”.
Cuando la fundación de la Asociación de Criadores, por Alberto Heguy en 1984, ya habían pasado casi 100 años de historia debajo del puente. “Lo que hizo la asociación fue recopilar todo lo que se había hecho en la Argentina, las lineas de sangre y la selección”. La raza que comenzó con aquellos primeros padrillos llegados del extranjero luego incorporó las cruzas con los Sangre Pura de Carrera. Ese collage terminó dando forma a una nueva raza: el Polo Argentino.
¿Y ganan plata los criadores de polo? Ballester insiste en que no, que la P de “polo” tiene más que ver con ‘pasión’ que con ‘plata’. Explica que “la plata puede venir si tenes suerte, pero normalmente salís hecho. El criador lo que tiene sobre todo es pasión por criar”.
De hecho, luego de esperar un año de gestación de un nuevo ejemplar, el productor deberá dejar pasar otros seis años hasta que el animal llegue a su plenitud deportiva. Nos pregunta: “¿Cuáles son los costos de tener un animal en cría durante siete años? Necesitás el domador, el petisero, etcétera. Por eso el gran objetivo de un criador es lograr sacar un gran caballo y verlo jugar. Si después tiene la suerte de venderlo y salir hecho…buenísimo”.
¿Y dónde se venden los caballos de polo? El gran mercado debería ser el de la exportación, por los valores que pueden obtenerse. Pero hacia allí se destinan pocos caballos en realidad. Cuenta Ballester que cuando en la Argentina la soja valía 600 dólares, se llegaron a hacer 7.000 embriones por año de caballos de polo, más los nacimientos naturales. Pero solo se llegaron a exportar 1.000 caballos.
La vigencia de retenciones y altos aranceles provocó que “durante el gobierno anterior se cayeron muchísimo las exportaciones”, y aunque esos obstáculos fueron removidos por la nueva gestión, los funcionarios de Cambiemos decidieron eliminar un artículo de la Ley 17.117 de Fomento Equino que promovía las ventas en el mercado interno, eximiendo de IVA y Ganancias la primera operación. Ese debería ser el gran mercado para los criadores.
“Esa era una manera de que el criador chico podía declarar su primer venta. Pero este gobierno hizo caer ese artículo, y ahora hay 21% de IVA y además Ganancias. El resultado fue que todos esos caballo que no se exportaban y se vendían en el mercado doméstico pasaron a un mercado que hoy no figura”, relata Ballester, que está reclamando la restitución del beneficio junto a otras instituciones del sector hípico.
No parece resultar tarea sencilla. “Frente a los gobiernos vos decís que crías caballos y te miran raro. Dicen ‘¿cómo te vamos a dar una exención’. Pero sí corresponde, porque el caballo no es rentable”, indica.