“Me siento impotente”, le dice Salvador Muñoz a Bichos de Campo.
Que sienta impotencia un tipo como Salvador, presidente de la empresa agropecuaria salteña Salvita, muestra lo mal que andan las cosas en la Argentina. Es que Salvador y su hermano Miguel son de esos empresarios que parecen incansables. Dirigen ahora los destinos de una empresa familiar que nació hace un siglo, cuando su abuelo Salvador Muñoz Molina, un inmigrante español de la región de Almeria, comenzó a dedicarse en Salta al comercio hortícola.
Con el correr de los años, y el empuje de los hermanos, la empresa Salvita se ha hecho fuerte en varios rubros: hace ganadería, agricultura, hortalizas en la zona de Embarcación (cerca de la frontera con Bolivia) y hasta tiene una fábrica de conservas. Hace unos años, además, decidieron ponerse a producir a gran escala algo de mucha dificultad: bananas.
La banana es la fruta más consumida en la Argentina, pero aquí se produce bastante poca y de escasa calidad: la oferta nacional cubre apenas un 10% de la demanda y provenía usualmente de pequeños productores de Formosa y de Salta. El resto se importa y constituye el principal rubro alimenticio en el que se van las divisas, muy por arriba del café y el cacao, que aquí no se producen. La Argentina gasta anualmente unos 400 millones de dólares en comprar bananas de Ecuador, Colombia, Brasil y Bolivia.
Los Muñoz se propusieron hace algunos años comenzar a sustituir importaciones y competir con la famosa banana ecuatoriana, que es más larga y pintona que la nacional, que suele ser chica, se amarrona rápido y es un poco más dulce. Por eso Salvita realizó una inversión descomunal: implantó 520 hectáreas en las zonas tropicales del norte donde esa fruta se da, pero con la última tecnología de punta disponible. Vinieron dos técnicos ecuatorianos para supervisar el proyecto, que en total demandó una inversión de 30 mil dólares por hectárea, no menos de 15 millones de dólares.
“Hace tres años o cuatro tomamos la decisión de plantar bananas. Importamos la misma tecnología que utilizan los ecuatorianos, para hacer las cosas de igual manera que ellos y obtener un producto de igual calidad. Eso incluye un paquete tecnológico muy grande y costoso”, relató Salvador sobre esta experiencia, considerada una de las más valiosas en materia de producción agropecuaria en la Argentina reciente, por el desafía agronómico y comercial que suponía.
Todo anduvo bien: las bananas de Salvita eran aceptadas por el público local y muy pronto comenzaron a verse primero en las grandes capitales del norte del país y luego incluso llegaron al Mercado Central de Buenos Aires. Para los especialistas en fruticultura era motivo de orgullo ver como una banana argentina podría competir palmo a palmo con los grandes productores globales de la fruta. Actualmente Salvita produce unas 1,5 millones de cajas al año, cuando la oferta importada de la fruta oscila entre 20 y 25 millones de cajas.
Hasta ahora, que comienzan a escasear los dólares y muchos empresarios como los Muñoz comienzan a sentir impotencia por no poder obtener las divisas que les permitan importar insumos para continuar con sus procesos respectivos.
Relata Muñoz, que se dedicó a sustituir importaciones para que en la Argentina no gaste tantos dólares comprando afuera cosas que se pueden llegar a producir aquí: “Hoy nuestro insumo importado son unas bolsas plásticas que las tenemos que traer de Brasil, Ecuador o Colombia, porque no hay proveedores locales. Son bolsas térmicas de un plástico especial las que recubren el racimo para que la fruta no se dañe ni se queme”.
En medio de estas dificultades, Salvador se enteró ayer que el gobierno de Alberto Fernández acordó con las empresas dedicadas a traer bananas extranjeras un régimen especial por el cual el Banco Central y la Secretaría de Comercio les autorizarán en el corto plazo las divisas necesarias para realizar sus negocios de importación a cambio de que sostengan un “precio justo” en el mercado local. Lo anticipó Bichos de Campo: Los “dólares banana” para estos importadores saldrán antes de los 30 días.
“Resulta que nosotros invertimos 30 millones de dólares para comenzar a sustituir importaciones por 400 millones de dólares al año. Los importadores consiguen las divisas para seguir su negocio y yo puedo lograr que me autoricen importar las bolsas esas desde Brasil. Me siento impotente. Me vuelvo loco”, relató el dueño de Salvita, donde utilizan una bolsa por cada racimo o caja de bananas que mandan al mercado. Son 1,5 millones de bolsar. El costo es ínfimo respecto del valor final de esa mercadería, de unos 900 mil dólares en total.
“Y es cierto. Estoy muy molesto. Hoy siento impotencia porque me jugué al lo que me vendieron: exportar y producir más, sustituir importaciones. Pero hoy le dan el beneficio al importador y no a mi, que invertí y genero fuentes de trabajo (en el caso de la banana es 1 persona por hectárea, con lo cual son 500 personas con un trabajo estable)”.
Para conseguir la última tanda de bolsas para envolver las bananas nacionales Muñoz tuvo que hacer un complejo mecanismo a través de bancos de Argentina y Brasil, a los cuales todavía no les pudo cancelar la deuda por la falta de aprobación de las divisas que necesita para seguir produciendo banana nacional, que compite con la importada, y va ganando mercado, y finalmente ahorra las divisas.
Divisas muy escasas que el gobierno le entrega ahora a los importadores pero no a quienes producen.