El presupuesto del INTA mejorará desde los 32.830 millones de pesos de 2022 a una cifra de 45.687 millones en 2023, es decir un 40%, muy por debajo de la inflación y el alza de costos que muestra la economía. Esto es al menos lo que surge de la lectura del anexo 2 de la Decisión Administrativa 4/2023, mediante la cual se distribuyeron los recursos entre los organismos del Poder Ejecutivo.
El visible retraso que sufrirán los ingresos del INTA en relación al índice de costo de vida, salvo que haya como suelen suceder otras transferencias adicionales del Tesoro con el correr de los meses, amenaza tensar la cuerda entre la conducción del organismo, a cargo del tucumano Mariano Garmendia, y los sindicatos que nuclean a los trabajadores del instituto. Uno de ellos, Apinta, realizó tres paros solamente en el transcurso de diciembre pasado, denunciando una violenta pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
Lo curioso es que el INTA siempre genera mucho más recursos de los que finalmente gasta todos los años, porque por ley debería ser financiado con dinero recaudado de la tasa de estadística y una tasa sobre las importaciones. En rigor, en las planillas del Presupuesto se estima que por esta vía se recaudarían en 2023 la friolera de 130.518 millones de pesos. Es decir, casi tres veces el presupuesto final asignado al organismo.
En este punto hay que remarcar que en la campaña electoral de 2019, varios diputados peronistas (entre ellos quien luego fue ministro de Agricultura de este gobierno, el formoseño Luis Basterra) prometieron impulsar un proyecto de ley para crear con esos recursos un fideicomiso con el dinero recaudado para el INTA, evitando que los recursos vayan a parar al Tesoro y regresen solo en parte y con cuentagotas, como sucede desde siempre. Finalmente, aún a pesar de haber ganado las elecciones, el oficialismo no cumplió con la palabra empeñada.
Con esa injusticia como telón de fondo, los 45 mil millones que recibirá el INTA este año, y que seguramente lo obligarán a mendigar por nuevas partidas, se gastarán sobre todo en pagar salarios, que además no alcanzan para que sus trabajadores tengan un pasar digno, y tampoco evitan que muchos investigadores migren hacia el sector privado. El gasto en remuneraciones, de hecho, trepará este año a casi 34 mil millones.
En diciembre, al tratar de explicar la situación presupuestaria a los trabajadores que le hacían paro, Garmendia escribió una carta en la que sostenía que la proporción del presupuesto del INTA destinado a pagar salarios se había reducido del 90% en 2019 (último año de Cambiemos) a solo 74% en el corriente ejercicio, porque la actual gestión había privilegiando otros gastos, para no detener las líneas de investigación.
Un gráfico publicado en ese momento, referido al tipo de gastos en los periodos 2021 y 2022 (hasta el 12 de diciembre), confirmaba que la tendencia fue invertir el año pasado más en los diferentes componentes que aseguren el funcionamiento de la institución que en los ingresos del personal. Es que ese inciso creció de 13.125 millones de pesos a 24.473 millones, un 86%, por debajo de la suba del presupuesto, por debajo de la inflación y sobre todo por debajo del costo de la canasta alimentaria básica, que trepó casi 95% en 2022. Ahora se elevaría a 33.929 millones, es decir solamente un 38% respecto del año anterior.