¿Conocés el origen de la carne que consumís a diario? Y por sobre todo, ¿sabés si proviene de animales que fueron tratados éticamente? Eso es lo que propone develar la Certificación de Bienestar Animal Welfair, un sello europeo que lleva controladas más de 300 campos y 2 mataderos de países como Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador y México, y que recientemente desembarcó en Argentina.
Apalancado por la firma AgroGlobal, que actúa como partner local de este sello, Welfair busca ofrecer mayor transparencia y trazabilidad al negocio ganadero, desde un foco científico, independiente y multiespecie.

“Se mide el bienestar de los animales desde su propio punto de vista, es decir, observando directamente su comportamiento y estado, y no sólo las condiciones del entorno. En las auditorías, las cuales son realizadas por entidades certificadoras independientes, formadas y validadas por Welfair, se aplican indicadores científicos basados en su estado emocional y físico, y su interacción con cuidadores y otros animales. Se valora si pueden jugar, socializar y expresar comportamientos naturales de acuerdo con su especie”, explicó a Bichos de Campo Carles Rosell, CEO local de Welfair.
“La certificación puede ser solicitada por granjas, mataderos e industrias vinculadas a la producción de alimentos de origen animal, incluyendo explotaciones ganaderas, cooperativas e integradores que deseen trabajar con el esquema Welfair”, añadió.

Así, el sello puede estar disponible tanto para bovinos como para porcinos, ovinos, aves, conejos y productos derivados como carnes, huevos, leche, quesos y yogures.
“Contar con la certificación le permite al productor mostrar que hace bien las cosas, y le indica al consumidor que los productos provienen de animales que han vivido y han sido sacrificados bajo las mejores condiciones de bienestar. Además, el esquema ofrece una metodología común para evaluar, comparar y mejorar. Las granjas pueden ver dónde están, qué aspectos funcionan bien y qué puntos tienen margen de progreso. Este enfoque convierte la certificación en una herramienta práctica y no solo en un sello visible”, afirmó Rosell.

Las auditorías comienzan con la verificación de los prerrequisitos, que incluyen el cumplimiento de la legislación vigente y otros aspectos básicos. Esto debe verificarse en todo el rodeo.
Una vez controlado eso, el auditor realiza la visita presencial –que puede durar entre 3 y 7 horas, con una media aproximada de 5 horas por explotación- y aplica los protocolos de observación correspondientes. Esto está acompañado también de visitas no anunciadas, cuyo objetivo es el de comprobar que las prácticas analizadas se mantienen en el día a día.

En caso de que el productor cuente con un solo establecimiento, la auditoría se realiza por esa unidad en forma anual. En caso de tener una explotación más grande que incluya varios establecimientos, la auditoría se efectuará sobre una muestra representativa.
“Las unidades no incluidas en esa muestra deben someterse a auditorías internas realizadas por el propio operador debidamente formado, aplicando los mismos criterios de Welfair y cuyos informes son posteriormente revisados por la Entidad de Certificación. De esta forma, se auditan todas las granjas”, aclaró Rosell.

Una vez concluido ese proceso, la entidad certificadora emite un informe técnico. En caso de detectarse incumplimientos, se solicitan acciones correctivas con un plazo habitual de 30 días.
En situaciones graves o donde no se hayan aplicado las correcciones correspondientes, puede aplicarse una suspensión temporal de la certificación o, si persisten, la cancelación, lo que obliga a reiniciar el proceso.

-¿Qué costo tiene esto?- le preguntamos al CEO.
-El costo que el productor paga a la entidad de certificación es variable y depende de varios factores como el tamaño de la granja o empresa, la especie o el tipo de actividad, así como de los costos operativos de la entidad de certificación, incluidos los de auditoría. Asimismo, las entidades de certificación pagan un canon a Welfair que depende del número de granjas y de los módulos específicos de cada especie. En términos generales, el coste total puede ir desde 150 a 1500 dólares al año por explotación, en función de la empresa.
-¿Cuántos establecimientos de Argentina se sumaron?
-Actualmente estamos realizando el proceso de certificación con varias empresas y ya se han llevado a cabo auditorías piloto en explotaciones lecheras de Córdoba y Santa Fe, así como en mataderos de Córdoba y Buenos Aires. Esperamos poder anunciar muy pronto la primera empresa argentina certificada.
-¿Por qué consideran pertinente avanzar con esta certificación?
-Es necesario porque permite abordar el bienestar animal desde un enfoque científico, objetivo y medible. Esto significa que los criterios que se aplican no son opiniones ni percepciones, sino el resultado de más de veinte años de investigación científica, en los que se han desarrollado y validado los indicadores que hoy conforman los protocolos Welfare Quality y AWIN. Además, ayuda al sector a responder a un cambio claro en el comportamiento del consumidor: hoy la gente quiere saber qué nivel de bienestar tienen los animales que consumen y qué evidencias de su cuidado hay detrás de cada producto.




