Rubén “Chiche” Domínguez es un pequeño productor de papa y de cebolla de la localidad de San José, en el Valle de Traslasierra, donde nació. Tiene 59 años de edad y 4 hijos. Contó a Bichos de Campo que la vida nunca le fue fácil, porque decidió desde muy chico arreglárselas solo y apostar al trabajo.
“En la década de 1970 yo tenía unos 7 años de edad y mi papá producía cebolla en enormes cantidades. Terminé de estudiar la primaria y cuando cumplí 13 le dije a mi padre que quería estudiar e ir al colegio secundario, a una escuela técnica. Pero me dijo que no, que había que trabajar. Entonces me enojé tanto, que me fui de mi casa. Conseguí un trabajo donde podía quedarme a dormir y ahí comencé a aprender todos los oficios agrícolas”, comenzó su relato.
Y continuó: “Hoy llevo 30 años trabajando con el mismo patrón, que ya es un amigo. Él me dio la posibilidad de trabajar tranquilo, a mi manera, y el día de hoy que le administro casi toda su empresa, porque me tiene una gran confianza. Es una empresa grande, que produce papa, cebolla, trigo, maíz”.
Pero hace un tiempo, cerca de siete años, con otros tres socios incluyendo a su propio hijo, Chiche pudo lanzarse también a producir papa por cuenta propia. “Nos propusimos juntar para fin de año unos 100 mil pesos y compramos semillas de papa y fertilizante, y nos pusimos a sembrar. Y como ya vivimos de nuestro trabajo en la empresa, reinvertimos la ganancia que sacamos de la papa, cada año, para ir creciendo”, describió.
Chiche Domínguez nos dio una clase magistral sobre el cultivo en la zona de Villa Dolores:
“Hemos llegado hoy a producir entre 30 y 40 hectáreas de papa, pero siempre sembramos 2 hectáreas de cebolla, para rotar los cultivos. Y de paso, por ahí hacemos una buena diferencia. Pero si hubiese querido empezar solo, apenas podría sembrar 4 o 5 hectáreas. Trabajo todos los domingos, que es cuando puedo venir. Mi único hijo varón, Erich, me ayuda con la siembra.”
Chiche nos explicó la diferencia: “El tema de sembrar cebolla es más complicado, porque tiene un período más largo y agarra muchas malezas. Aunque el tema de la papa es más costoso, en cuanto a su inversión. Se necesita mucha inversión, unos 250.000 a 300.000 pesos por hectárea, que incluye la compra de fertilizantes”.
“En estos campos podés sacar 1.000 a 1.100 bolsas por hectárea (de 18 kilos aproximadamente cada bolsa). Y salís hecho. Porque nosotros no podemos regar por pivot, que es muy efectivo pero es muy caro, al menos para nosotros. Con un pivot podés regar como más te guste o convenga y hacés diferencia, porque podés hacer `fertirriego`, es decir, fertilizás en el agua”, explicó el pequeño productor.
-¿Y entonces es un buen negocio producir papa?
-Hoy en día nos pagan unos 300 pesos la bolsa de 18 a 20 kilos, y puesta en las verdulerías de Buenos Aires, cuesta entre 900 o 1000 pesos. Yo ya se que cada tres años viene una buena paga de la papa, en que nos llegan a pagar 1000 pesos la bolsa, y al verdulero se la venden a 2000 mil. Pero al año vuelve a caer. Nosotros (por sus socios) tenemos una ventaja, que los cuatro vivimos de otro trabajo. Si no, no lo podríamos hacer, o al menos, no hubiéramos podido crecer como lo hemos hecho. Además el 15% del producto bruto va para pagar el alquiler del campo.
A la hora de comparar con la zona papera de Buenos Aires, o de Mendoza o del cordón verde de Córdoba, Domínguez contó que su zona “tiene un privilegio, que se pueden hacer dos cosechas al año (siembran en febrero/marzo y cosechan en julio; y vuelven a sembrar en septiembre/octubre y cosechan en noviembre o diciembre), cuando en el resto de las zonas paperas del país se puede hacer una sola cosecha anual”.
“Pero también debemos tener en cuenta que nosotros sumando las dos cosechas del año, no llegamos a producir la cantidad que se produce en una hectárea, por año en la provincia de Buenos Aires o en Mendoza, siendo que realizan una sola cosecha anual”, aclaró.
Según Chiche, “sumando las dos cosechas del año, podemos producir unas 1800 a 2000 bolsas por hectárea, cuando ellos producen 2000 a 3000 bolsas por hectárea en una sola cosecha”.
-¿Y por qué tanta la diferencia?
-La razón se debe al tiempo que la papa dura bajo tierra, en su crecimiento. En la provincia de Buenos Aries dura entre 120 a 160 días bajo tierra, y acá tenemos apenas entre 70 y 90 días, en invierno, y 100 a 115 días en verano. Porque el clima no nos da tiempo. Tenemos para sembrar del 20 de febrero al 15 de marzo, y corremos el riesgo de que el 25 de mayo nos caiga una helada y apenas cosechemos 600 bolsas. Lo mismo nos pasa en la segunda cosecha, porque tenemos tiempo hasta el 20 de noviembre, ya que a partir de ese momento empieza a complicarse por las lluvias y el calor.
Queda claro que el de producir papa en Villa Dolores no es un negocio exento de riesgos. “Hace falta un poco de buena suerte. Por ejemplo, en el año anterior a la pandemia nos perdimos casi toda la producción de papa, por una peste. Y de 800 a 900 bolsas por hectárea, esa vez cosechamos 150. En la siembra de febrero/marzo, que se cosecha en junio, si en mayo te la agarra un hongo por la humedad y no la podés curar, porque el tratamiento es carísimo, la perdés”, explicó Chiche.
Los riesgos no son solo climáticos y de enfermedades. “En general trato de vender antes de que la mayoría venda su producción en esta zona, y así puedo vender a un buen precio. Pero esto alguna vez me sale mal, como el año pasado que terminé de cosechar el 6 de noviembre y la vendí a 450 pesos la bolsa, cuando el 15 del mismo mes se vendía a 700 pesos”, contó Chiche Domínguez.
“Yo creo que el problema del encarecimiento está en la cadena de comercialización que va desde el Mercado Central hasta la verdulería. Ahí el producto, se encarece demasiado. Uno nunca entiende cómo nos pagan la papa a 300 pesos en tal año, y al otro nos la pagan a 1000 pesos. Y tampoco se entiende cómo de 300 pesos que nos pagan a los productores, se la terminan vendiendo a 2000 pesos al verdulero de barrio”.
-¿Y hay financiamiento adecuado para producir?
-Si pedís un crédito de 10 millones de pesos para maquinaria, el banco te obliga a comprar una nueva. Y ese monto no te alcanza para comprar 1 tractor nuevo, y menos de primera marca. Yo voy a preferir comprar 2 tractores usados.
Chiche no solo está orgulloso de su hijo, que comparte su actividad. También nos contó que tiene un emprendimiento propio que trata de resolver este tipo de cosas para los pequeños productores de la zona. “Hoy mi hijo se dedica a comprar maquinaria vieja, abandonada (en campos usualmente de la provincia de Buenos Aires) y la recupera, poniéndola a punto de nuevo”.