“La materia fecal y los residuos agropecuarios hoy están en campos y vertederos muchos de los cuales no son seguros por no estar sellados ni impermeabilizados, entonces eso hoy provoca una contaminación en cursos hídricos de todo el país. Pero si a esto le damos una salida agronómica se podría transformar, vía compostaje, en abonos organismos y así reemplazar los fertilizantes químicos. El tema es que el productor ve la bosta solo como residuo, pero es una materia prima para generar abono orgánico de alta calidad”.
Quien habla es Rubén Alcaraz, productor en la zona de San Justo, Santa Fe y miembro e impulsor de la Asociación Argentina del Compostaje (Asacomp), una organización creada en 2016 y que tiene como objetivo difundir al compostaje como práctica de manejo sustentable de los residuos orgánicos en beneficio de los habitantes y su entorno. Cuenta con miembros asociados pertenecientes a instituciones públicas y privadas, tales como: INTA, INTI, CONICET y diversas universidades de todo el país.
Rubén maneja 500 hectáreas entre propias y arrendadas, dentro de las cuales instaló un criadero de cerdos para reproducción genética. El volumen de efluentes que producen los cerdos se transforman en abono orgánico. La granja tiene 250 madres y la planta de abono orgánico produce entre 700/800 toneladas por año.
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“Hay que ser conscientes de que tenemos estos depósitos a cielo abierto y debemos darles una salida y lo mejor es compostarlos para estabilizarlos orgánicamente y usarlos en los campos”, destaca. “Sabemos bien que los fertilizantes químicos no contienen materia orgánica ni carbono, componentes indispensables para el suelo y que el abono orgánico sí posee. Hoy el productor usa productos químicos y no comprende que en su propio campo tiene el mejor fertilizante”.
-Si compostar es algo tan positivo, ¿por qué no se hace de forma masiva en los campos?
-Porque tiene que ver con un cambio de mentalidad y con tener conciencia ambiental. Hoy está el negocio armado para que el productor compre todo el paquete tecnológico, es un negocio muy cerrado donde no se tienen en cuenta ni la fertilidad ni la salud del suelo. Por cada tonelada de productos que exportamos se está yendo la fertilidad de nuestro suelo y no estamos reponiendo lo que esa tonelada se lleva. En 15 años grandes partes de Argentina estarán degradadas por la erosión y por la falta de reposición de lo que está faltando.
-¿El abono orgánico puede reemplazar al químico?
-Sí, y de forma superadora. El abono que proviene del compost tiene elementos orgánicos, como el fósforo, y toda la materia orgánica que lo compone, además de ser muy asimilable por el suelo, fortalece la micro y la macrobiota, mejorando su estabilidad, porosidad y la actividad de bacterias que descomponen esta materia orgánica. Abonar con orgánico es generar la comida para una nueva vida mientras que donde se aplica un fertilizante químico se quema toda la actividad bacteriana del suelo.
-¿Es complicado compostar?
-Solo hay que tener una cargadora frontal para, como es mi caso, meter aserrín y cascara de arroz del galpón. Tengo el compostaje automatizado. Es simple. Solo se trata de cambiar la forma de pensar.
-Cuando usted le propone este cambio al productor, ¿qué respuesta recibe?
-Me miran con cara de espanto: no van a comprar un camión con mierda como fertilizante porque están acostumbrados a tener una bolsa con marbete y con un gran marketing detrás que el productor compra a ojos cerrados y sin analizar lo que adquiere. Suelen decirme que están invirtiendo en “nanotecnología” y cuando repregunto acerca de qué componentes tiene lo que compran… no lo saben; lo que hacen es darme el folleto del producto. Hay mucha resistencia de parte de los productores porque se desconfía de lo natural, se lo ve como atrasado.
-¿Cuándo cree que esto cambiará?
-Cuando el productor vea que no puede fertilizar con químicos porque es caro y empiece a comprobar que el compostaje funciona, quizás ahí empiece con abonos orgánicos. Con el compostaje se genera material orgánico joven que en un futuro será carbono, un elemento clave del suelo. Además, al usar estos residuos estamos haciendo higiene.
-¿Usted qué produce?
-Tengo 500 hectáreas de maíz, trigo, soja y algo de girasol. Producimos 18.000 litros de efluentes por día que transformamos en abono orgánico incorporando cáscara de arroz, aserrín de madera y residuos de los cultivos como chala y paja de trigo. Esto va a la compostera para transformarse en abono orgánico. Así logramos un producto con alto contenido de fósforo (4.500 partes por millón), un 30% de materia orgánica y un 25% de carbono. Tenemos muy bajo nitrógeno, así que veremos la forma de poder fijarlo a través de aditivos naturales.
-O sea que aplica lo que promueve…
-Desde ya y es muy gracioso porque me dicen: “Qué lindo cultivo tenés, ¿lo hacés con compost? Qué bien”. Y a partir de ahí nadie indaga más. Es que hay mucha resistencia al compostaje porque se lo asocia con lo hippie y lo atrasado; claramente es un mito, pero aún tiene mucha fuerza. Mientras tanto, seguimos matando malezas con químicos que nos pueden generar muchos problemas, como el que ya tenemos con las malezas resistentes.