Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud y Servicios Humanos de EE.UU., está viajando a la Argentina para reunirse el lunes con el ministro de Salud, Mario Lugones, y posiblemente también con el presidente Javier Milei.
El viaje se hace pocos días después de la publicación de un informe “Hagamos que nuestros niños vuelvan a estar sanos” (Make Our Children Healthy Again) que generó rechazo en diferentes ámbitos de la comunidad agropecuaria de EE.UU.
“La salud de los niños estadounidenses está en crisis. A pesar de gastar más del doble per cápita en atención médica que países similares, EE.UU. ocupa el último lugar en esperanza de vida entre los países de altos ingresos y sufre tasas más altas de obesidad, enfermedades cardíacas y diabetes”, afirma el documento de la Comisión “Hagamos a EE.UU. Saludable de Nuevo” (MAHA por sus siglas en inglés).
“Los niños de hoy constituyen la generación más enferma en la historia de EE.UU. en cuanto a enfermedades crónicas y estas tendencias prevenibles continúan empeorando cada año, lo que representa una amenaza para la salud, la economía y la preparación militar de nuestra nación”, añade.
El informe de 73 páginas analiza factores alimentarios, sanitarios, ambientales y conductuales que podrían explicar el inocultable deterioro de los principales indicadores de salud de niños y adolescentes en EE.UU.
“Los niños estadounidenses se enfrentan a una crisis sanitaria sin precedentes: más del 40% de los aproximadamente 73 millones de niños (de 0 a 17 años) en EE.UU. padecen al menos una enfermedad crónica, como asma, alergias, obesidad, enfermedades autoinmunes o trastornos del comportamiento”, explica el documento.
WH-The-MAHA-Report-Assessment“Aunque las estimaciones varían según las enfermedades incluidas, todos los estudios muestran un aumento alarmante con el tiempo. Esta crisis de enfermedades crónicas tiene consecuencias de gran alcance: más del 75 % de los jóvenes estadounidenses (de 17 a 24 años) no son elegibles para el servicio militar, principalmente debido a la obesidad, la mala condición física o problemas de salud mental”, remarca.
La parte del central del trabajo hace foco en el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados cargados con elevados niveles de grasas y azúcares, pero también señala que “los niños están expuestos a numerosos productos químicos, como metales pesados, PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), pesticidas y ftalatos, a través de su dieta, textiles, contaminantes del aire interior y productos de consumo”.
En ese sentido, el informe indica, en lo que respecta a los agroquímicos, que “algunos estudios han planteado inquietudes sobre la posible relación entre algunos de estos productos y consecuencias adversas para la salud, especialmente en niños, pero los estudios en humanos son limitados”.
“Por ejemplo, una selección de estudios de investigación sobre un herbicida (glifosato) ha señalado una gama de posibles efectos sobre la salud, que van desde trastornos reproductivos y del desarrollo hasta cánceres, inflamación hepática y alteraciones metabólicas. En estudios experimentales con animales y fauna silvestre, la exposición a otro herbicida (atrazina) puede causar alteraciones endocrinas y defectos de nacimiento. Las exposiciones comunes incluyen el cuidado del césped, la agricultura y los residuos de pesticidas.
El informe, de todas maneras, señala que registros recientes del USDA “revelaron que el 99 % de las muestras de alimentos analizadas en 2023 cumplían con el límite de seguridad de la EPA (agencia ambiental de EE.UU)” y que “las revisiones del gobierno federal de los datos epidemiológicos del herbicida más común (glifosato) no establecieron una relación directa entre el uso del mismo según las instrucciones contenidas en el marbete y los efectos adversos para la salud; se espera una evaluación sanitaria actualizada del gobierno de EE.UU. sobre herbicidas comunes en 2026”.
También resalta que “los productores estadounidenses dependen de estos productos y las medidas que regulen o restrinjan aún más las herramientas de protección de cultivos, más allá de los procesos científicos y basados en el riesgo establecidos por el Congreso, deben implicar una consideración cuidadosa de lo necesario para una protección adecuada, las alternativas y el costo de producción, ya que los cambios abruptos en las prácticas agrícolas podrían tener un impacto negativo en la agricultura estadounidense y el suministro de alimentos nacional e internacional. El gobierno federal continuará revisando periódicamente la seguridad de estas importantes herramientas de protección de cultivos”.
El documento generó muchos rechazos en el ámbito de diferentes organizaciones nacionales y regionales que representan al agro estadounidense, una de las cuales correspondió a la asociación que nuclea a los productores de soja de todo el país (ASA).
Por medio de un comunicado titulado “Los productores de soja denuncian un informe no científico de la Comisión MAHA que, irónicamente, hará que los estadounidenses sean menos saludables”, ASA pido al presidente Donald Trump que “intervenga y corrija la flagrante desinformación”, contenida el informe.
“Los agricultores representados por la ASA están preocupados por el informe de MAHA, que contiene recomendaciones que carecen de fundamento científico y parecen impulsar la agenda de las élites alimentarias y los grupos activistas que desde hace tiempo buscan socavar la agricultura estadounidense”, afirma el comunicado.
ASA remarca que el informe de MAHA sugiere que el glifosato, la atrazina y otros fitosanitarios esenciales para la producción son posibles contribuyentes a problemas de salud. “Al señalar, de forma extraña e injusta, dos herbicidas específicos, la administración (de Trump) les ha ofrecido un regalo en bandeja de plata a los activistas. Estos grupos estarán dispuestos a utilizar el informe para impulsar litigios destinados a arrebatarles estas herramientas que los agricultores estadounidenses utilizan de forma segura y eficaz para producir nuestros alimentos”, explica.
El comunicado recuerda que además de las reiteradas conclusiones de seguridad de EPA, el glifosato fue recientemente reautorizado por la Unión Europea durante diez años tras declararlo seguro y que esos hallazgos siguen conclusiones similares de organismos reguladores en Canadá, Japón, el Reino Unido, Australia, Corea del Sur y otros países.
“Es preocupante que este informe también pueda socavar la seguridad nacional. Si los fabricantes nacionales abandonan el mercado debido a la mayor e infundada responsabilidad legal derivada del informe, EE.UU. dependerá casi por completo de China –que actualmente produce más del 80% del glifosato mundial– para el suministro continuo de esta herramienta agrícola esencial.”, alerta.