Casi todo el mundo en el agro sabe quién es Reynaldo Postacchini, el hombre que hace casi treinta años convenció nada menos que a la fabricante alemana CLAAS de invertir dinero para producir parte de sus cotizados equipos agrícolas en la Argentina. Resulta más bien extraño y sorprendente escucharlo hablar con preocupación sobre política. Y es que más de discutidor, Postacchini tiene el perfil de tipo laburador que esquiva los debates altisonantes y simplemente le mete para adelante.
Pero allí lo tenemos a Reynaldo, asumiendo un cargo público como presidente de la Asociación de Fábricas y Distribuidores Argentinos de Tractores (AFAT) y tratando de empujar este país fuera del pozo en que se encajó hace bastante rato. Y es que, tozudo y encarador, Postacchini está convencido de que “la Argentina tiene muchas oportunidades por delante en materia productiva si dejamos de mirar hacia atrás, y empezamos a pensar qué país queremos hacia adelante”.
Reynaldo cree que hay que empujar entre todos, pero hacia el lado correcto. Se pensamiento resume el sentir de mucha de la gente de campo.
Mirá la entrevista completa a Reynaldo Postacchini:
Como presidente de AFAT, que agrupa a las grandes marcas de maquinaria que comercializan y producen en el país, Postacchini mantuvo hace unos días una reunión con el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quien presentó un embrión de una ley agroexportadora que luego iría ganado mayor fuerza con la iniciativa del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA).
¿Qué se dijo en esa reunión? “Que es necesario un cambio de la matriz productiva. No se trata sólo de ver al negocio del maíz y la soja como commodities que se exportan. Tenemos mucho por mejorar. A los países que les va bien, es porque generan y procesan lo que hacen, tratando de agregarle valor a todo. Y por eso yo creo que industria y producción deben estar de la mano”, nos explicó el vicepresidente local de Claas.
Luego nos dejó una serie de definiciones que es necesario interpretar detenidamente, porque son definiciones del tipo que fue volviéndose medio sabio de tanto trabajar:
“Hay que premiar a la gente que invierte para producir. Lo que pasa es que el tipo que invierte es visto como mala palabra en Argentina y estamos equivocados, porque el tipo que genera trabajo, genera que los impuestos vayan y vuelvan al Estado”, dijo.
“A su vez, el Estado no debe ser grande ni tonto, sino eficiente y que soporte a la gente productiva. Ahí está el gran desafío de la Argentina, en que la infraestructura esté basada en la parte productiva”, remarcó Postacchini.
Acerca de la eterna dicotomía entre quienes consideran que Argentina es un país agrícola, y quienes piensan que debería ser un país industrial, Postacchini sostuvo: “La Argentina es las dos cosas agarradas de la mano, donde los pueblos del interior tenemos que empezar a pensar, por ejemplo, en cómo producir más carne de cerdo, lo que generará mayor mano de obra”.
Ser industrial es, para Postacchini, “procesar la leche para sacar un queso, una manteca, y también el poder llegar a la parte exportadora que es lo más complicado. Conquistar mercados lleva tiempo, esfuerzo y una estrategia de país”.
El empresario oriundo de Arrecifes, que comenzó muy joven a trabajar como contratista rural en una empresa familiar, hasta que en 1993 viajó a tratar de convencer a los alemanes de CLAAS de venir a la Argentina, marcó diferencias entre la cultura de trabajo alemana y argentina. “El éxito de Alemania está en el manejo de su educación y en hacer lo que el mundo quiere”, afirmó.
“En Alemania se premia el esfuerzo, y se lo hace desde el jardín de infantes. Estudian las capacidades de los chicos y les otorgan pases de niveles, atados a su evolución. Y además, allá hay carreras que acá no existen, como ser tractorista o chofer de un camión. Esto lo aprendí porque desde hace 27 años que tengo contacto con ellos”, describió.
A su vez, añadió que el nivel secundario en Alemania es “un lugar fuerte, y en el último año, no se van de viaje de egresados, sino que se evalúa a los que obtienen mejores notas, y a esos se les abren más posibilidades para entrar a universidades, las cuales, en su mayoría son del Estado. Pero acá no premiamos ese esfuerzo ni lo reconocemos”.
El vicepresidente de Claas explicó que allá “no es cualquier cosa poder manejar una cosechadora, porque estás manejando un producto que vale un millón de dólares, que no es para cualquiera y necesita un entrenamiento”. Aquí, en cambio, “acá nosotros subimos al chico del barrio que no consiguió ningún trabajo”.
-¿Y qué debería hacer la Argentina para salir del pozo?
-Hay que generar cosas nuevas, porque haciendo lo mismo no nos va bien. Mis últimos años de trabajo, porque me queda poco hilo en el carretel, me hacen ver que hay que generar nuevos emprendimientos. Hay que ser un poco cabeza dura y tener ganas de trabajar. Luego, por supuesto que el que hace comete errores, pero así son las personas que tratan de cambiarle el sentido a las cosas.
-Lo que pasa es que este país muchas veces es frustrante…
-Hay que dejar que la gente joven tenga entusiasmo. Yo vengo de una familia muy humilde. Hacía 16 kilómetros en bicicleta para estudiar. Mi vida no fue fácil, y trato de explicarles a mis hijos eso: que nada es fácil. Pero así y todo, les pido que no se dejen robar la ilusión de poder hacer, de tener un país lindo, con crecimiento, y donde se sientan útiles.